"Ha sido la gran olvidada en la Historia del Arte", sentencia el escritor. Porque "María Blanchard fue casi borrada del mapa después de su muerte". Y, aunque los expertos subrayen su trayectoria –"no son tan ignorantes", dice–, "el público aún la desconoce".

Por eso Magro ha construido un texto de corte histórico, para rescatar a una mujer postergada al cajón de la desmemoria. Cita un ejemplo. "El Museo del Prado reivindica estos meses en su exposición Invitadas a las artistas que tenía en sus fondos y nunca fueron expuestas como se merecían. Con esas pintoras se hace justicia", alega. Nunca ocurrió antes con Blanchard.

La originalidad de la pintora cubista "dejó una huella indeleble en las vanguardias artísticas" aunque sume páginas de desconocimiento. Un olvido que repara Como una sombra. "Lo ocurrido con María Blanchard entra en el terreno de las carencias culturales que existen en España, a niveles de auténtico escándalo, y del ancestral menosprecio a la capacidad de las mujeres para la creatividad artística", firma Baltasar Magro.

Un "animalito asustado en un rincón", o una "dulce sombra". Así describía el poeta Federico García Lorca a María Blanchard. Desde la amistad compartida. Y desde la disidencia participada: su cuerpo, deforme a merced de una enfermedad degenerativa, "le atrajo desde niña burlas y desprecio".

"En el París de la bohemia era una mujer con un físico doliente y deforme que rompió barreras", explica Baltasar Magro. "Para algunos fue la mejor pintora cubista, la representante más genuina del movimiento", continúa. Ramón Gómez de la Serna dijo de ella que fue "la más grande y enigmática pintora de España".

"Pablo Picasso, Juan Gris o Diego Rivera fueron sus amigos, ellos y otros artistas, junto a la crítica del momento, reconocían la extraordinaria aportación de María Blanchard a la renovación del Arte", en palabras del autor. El relato novelado despeja ahora "algunos de los enigmas que rodean a esta deslumbrarte artista cuya vida fue un misterio".

"Lo es, a pesar de las diferencias", dice Magro. La comparación razonable sitúa a María Blanchard como la "Frida Kahlo española". Las dos mujeres "se identifican por el sufrimiento debido a sus heridas físicas" aunque arrastren diferencias artísticas.

"Blanchard no se dedicó a pintar autorretratos como hizo la mexicana. Frida Khalo ha tenido mucho marketing del que ha carecido la cántabra", según Magro. Con Diego Rivera forma "la historia de una gran amistad, compartieron muchas cosas y se influyeron el uno al otro como pintores durante muchos años. La relación de Rivera con Frida Kahlo fue de otro tipo".

"María Blanchard llegó a París con humildad, sin grandes ambiciones, con deseos de aprender en el lugar y en el momento en el que había que estar", cuenta el autor. París bullía en "un inmenso ejército de ilustres artistas, novelistas, poetas, músicos y pintores que revolucionaron el mundo del arte".

La pintora cubista "pronto se convirtió en una pionera, una renovadora del arte aceptada y valorada por la crítica, sus colegas y los marchantes", sostiene. Atada a "una humanidad desbordante" que la acercaba a "los parias de la sociedad, mendigos, prostitutas, pobres y tullidos, a quienes abría las puertas de su casa, alimentaba, daba cobijo y retrataba con sensibilidad y respeto".

La huella "indeleble" de Blanchard queda en las vanguardias artísticas. Pero sigue "a menudo ignorada", sometida al olvido. "Es inexplicable, injusto y fruto de un desamor hacia ella que llevó incluso hasta atribuir algunas de sus obras a otros pintores de alta cotización. ¿Machismo en la historia y en el mercado del arte? Eso es lo más probable", confiesa.