Este martes se lanzaba Assassin's Creed: Valhalla, un juego desarrollado por Ubisoft ambientado en la Escandinavia del siglo IX durante la conocida como 'era vikinga' (que abarca el periodo entre los años 789 y 1100). Para ello han contado con diversos historiadores y expertos en la materia, pero también reconocen que, aunque se trata de un producto bien documentado, no deja de ser una historia ficcionada que toma elementos de un periodo más bien desconocido. "La historia real de los vikingos es mucho más compleja de lo que aprendemos de la mayoría de las fuentes principales, pero estas simplificaciones son parte del atractivo general de personajes tan grandes", explica a elDiario.es Darby McDevitt, director narrativo del título.

El juego pertenece a una tendencia temática ya abordada en series como Vikings o The Last Kingdom e incluso en cómics como Northlanders. Es lo que el historiador Alberto Venegas Ramos define en su libro Pasado interactivo: Memoria e historia en el videojuego como un retrolugar: "Son hechos, objetos e ideas que aparecen repetidos con asiduidad en los medios de comunicación de masas y que tienden a evocar un momento histórico completo. Un elemento que evoca o intenta reconstruir un pasado idealizado, ligero, simplificado, fácilmente reconocible y fuera del tiempo con el objetivo de servir como objeto de consumo cultural".

De hecho, el término vikingo se suele usar erróneamente para denominar a las personas de los pueblos nórdicos cuando en realidad correspondía a una actividad: la de salir de expedición. "Los vikingos son parte de esa sociedad que hacía expediciones comerciales o de descubrimientos, pero también de ataques e invasiones en algunos casos", dice a este periódico Thierry Noel, historiador responsable de participar en el desarrollo de Valhalla.

Es cierto que están documentados feroces actos vikingos como el ataque a Sevilla en el año 844, cuando una flota de los norteños se deslizó por el río Guadalquivir con la intención de saquear una de las zonas más ricas del entonces Emirato Omeya de Córdoba. También estuvo el asedio a París del año 885 o la toma de la ciudad de York en Inglaterra en el 866, pero estos actos no eran los únicos que les definían y la finalidad no era tanto la de destrozar ciudades como la de establecer grandes centros de comercio.

"Detrás de todo esto había una sociedad, una cultura con sus mitos y creencias, y es un punto importante que queríamos subrayar para no limitarnos a esa imagen negativa que dejaron las fuentes de la época", asegura Noel. Tales fuentes beben principalmente de las denominadas Sagas islandesas, un compendio de textos que describen cómo se forjó el país escritos 200 años después de que los vikingos pasaran por Europa y que, ante todo, tienen un origen literario. También se nutren de relatos de miembros del clero, que eran quienes por entonces tenían posibilidad de escribir y dejar constancia de hechos como el ya mencionado sitio de París. Por tanto, es de esperar que, con tales testigos, la historia que se haya escrito a posteriori responda a un relato maniqueo de los pueblos nórdicos vistos como "los salvajes del norte".  

Lo cierto es que uno de los pocos vestigios de los que se tiene constancia es de la importancia que daban al juego. Reflejo de ello es el Hnefatafl, un juego de mesa popular en Europa del norte hasta la llegada del ajedrez en el Renacimiento. También estaba el flyting, que a grandes rasgos era entonces lo que ahora entendemos como una batalla de gallos. "Se usaba para demostrar que uno tiene mejor elocuencia, que habla bien, que ha hecho un gran número de hazañas, al mismo tiempo que trata de ridiculizar al otro. Era una parte muy importante de su cultura porque ilustra la importancia que tiene para ellos el prestigio", observa Thierry Noel.

Una de las posibilidades de Assassin's Creed: Valhalla es poder jugar con un personaje masculino o femenino, decisión que, como ya ocurrió con Battlefield V, ha provocado reacciones negativas por parte de un sector de los videojuegos que demanda "rigor histórico" únicamente en lo referido al género pero no en otros aspectos del relato.

Pero en este caso, incluso si nos guiamos por la historia, existen evidencias de personas como Aud la Sabia, una líder matriarcal que fue responsable de los asentamientos vikingos en Islandia. O el supuesto guerrero de Birka, que al ser enterrado con espadas y caballos sacrificados los arqueólogos catalogaron automáticamente como hombre hasta que un análisis del ADN de los huesos sacó a la luz que era una mujer.

"Sigue siendo una sociedad donde dominan los hombres, pero en comparación con otras de la época daban más importancia y por tanto más derechos a las mujeres en la parte como sociedad y en sus mitos, donde aparecían en muchos contextos: combatiendo, dirigiendo expediciones… etc.", destaca Noel.

La historia no se puede limitar a un género ni tampoco a una sexualidad. Brit Solli, profesora de arqueología medieval en el Museo Noruego de Historia Cultural, habla en un estudio sobre el culto a Odín desde el punto de vista queer y, entre otras cosas, señala que dioses como Njord podrían ser entendidos como intersexuales al incluir símbolos de genitales masculinos y femeninos. Una deidad que, por cierto, era adorada por sacerdotes que se vestían de mujeres.

A pesar de todo, la imagen que predomina al pensar en pueblos nórdicos sigue siendo la de hombres fornidos con barba. ¿Por qué? Mikel Herrán, arqueólogo y divulgador en su canal de YouTube, explica que una de las razones se encuentra en el conocido como renacimiento vikingo del siglo XIX, una época en la que intentó justificarse la superioridad de una raza nórdico-germánica amparándose en argumentos genealógicos.

"El fascismo se construye sobre muchos pilares, uno de ellos es el culto a la tradición y en este caso concreto el de héroes que parecen vivir por y para la guerra. Es en este contexto, el de la Alemania de finales del siglo XIX, cuando la imagen del vikingo como un superhombre se asienta", observa Herrán en su vídeo. Por eso tampoco es casualidad que la runa odal acabara siendo usada como emblema por el ejército de Hitler.

Esto no significa que adorar lo que conocemos como "estética vikinga" signifique simpatizar con ninguna ideología. Se puede disfrutar viendo series como Vikings o disfrazándose con un casco de la época (que en realidad no llevaban cuernos), pero tomando conciencia de que las imágenes "familiares" de nuestro pasado pueden ser ficciones que nos hemos contado a nosotros mismos con el paso del tiempo.