Nació en 1922 en la localidad italiana de Sant'Andrea di Barbarana, en el seno de una familia de agricultores que emigró a Francia huyendo del fascismo.

Se inició en su oficio en el París liberado tras la Segunda Guerra Mundial, donde llegó con 23 años con el sueño de convertirse en actor o bailarín. Se decantó por las agujas y trabajó para costureros como Jeanne Paquin y Elsa Schiaparelli. Pronto destacó como una de las promesas del diseño de moda parisino y entró en el estudio de Christian Dior, cuando esa casa de moda relanzó la imagen de París como templo mundial de la moda a través del New Look en 1947.

Aprendió junto a grandes creadores parisinos, se emancipó para lanzar en 1950 su marca de visión futurista y con ese exitoso emporio revolucionó la moda con siluetas abstractas de formas esculturales.

En los cincuenta se distinguió como uno de los modistos más jóvenes de Francia e intentó fichar por Balenciaga, pero fue rechazado y montó su propia firma de alta costura. Con ella desarrolló el concepto de prêt-à-porter: la moda ya no eran solo creaciones a medida, sino la democratización industrial de tallas estándar.

En 1965 apareció su colección Cosmos, que se inspiraba en la carrera espacial y proponía modelos unisex en años en los que Cardin bebía de los esquemas cromáticos de Mondrian, de los diseños tipo Mao y de la fascinación que generaban los astronautas. Su emporio siguió creciendo en los años setenta y ochenta, siempre hasta que en 1991 Cardin introdujo la alta costura en la Academia de Bellas Artes de Francia. A causa de sus desencuentros con los grandes modistos, solo Paco Rabanne le acompañó en la ceremonia.

"Mi gran rasgo de genialidad fue el prêt-à-porter cuando no había más que alta costura, que siempre hace perder dinero. Me dijeron que no duraría dos años, pero creí en mi idea. Me han criticado y me han imitado", recordaba el también propietario del célebre restaurante parisino Maxim's.

Todavía con 90 años, y en perfecta forma mental, presumía de poseer una veintena de perfumes, editoriales, teatros, un hotel, decoración, pintalabios, bolígrafos, gafas, mecheros, restaurantes, edificios...

A los 92 años, el veterano costurero y reconocido mecenas del arte culminó uno de sus últimos desafíos: trasladar de las afueras de la capital al sofisticado barrio del Marais su propio museo de la moda, en 1.000 metros cuadrados repartidos en tres niveles en el centro de París.