Un libro que no podía hacer solo. "Como no me sabía su vida y quería que hubiera bastante información contacté con Torïo, al que conocía por su fanzine sobre Nicolas Cage. Él se encargaría de toda la labor de documentación", rememora.

Torïo García había empezado con un fanzine llamado NicCagepedia en 2010, coincidiendo con el momento en que Internet redescubría al actor y lo convertía en protagonista de sus memes. Alcázar y él empezaron a trabajar en Las 100 primeras películas de Nicolas Cage (Astiberri) con la convicción de que un libro así "debía existir". “Aparte de insinuar una secuela”, aclara Alcázar, "el título se debe a que el nivel de producción de Nicolas Cage es tan alucinante que no creemos siquiera que vaya a ocuparse de un tercio de su carrera completa. Cage es una industria en sí mismo". Así, Las 100 primeras películas de Nicolas Cage canaliza un fenómeno en plena ebullición, pero del que ya se daban indicios al comienzo de su carrera.

"Diría que la película donde Nicolas Cage empezó a transformarse en el Nicolas Cage que conocemos fue Peggy Sue se casó", aventura García. "Siendo un actor casi desconocido se plantó ahí y puso voz de pito durante toda la película. Aunque luego evolucionara y fuera por otros derroteros, ese fue el punto de partida". Estrenada en 1986, Peggy Sue se casó era la tercera colaboración de Cage con su tío, el mítico cineasta Francis Ford Coppola. De hecho, su nombre verdadero era Nicolas Coppola, pero no tardó en cambiarse el apellido en honor tanto al superhéroe de Marvel Luke Cage como al compositor John Cage.

Nicolas, miembro de la realeza hollywoodiense, quiso cambiarse el apellido ante la renuencia de otros directores a ver 'Coppola' en el cartel de sus películas; "podía ser un impedimento en su carrera antes que una ventaja", según García. A las órdenes del director de El padrino Cage apareció en La ley de la calle, Cotton Club y la citada Peggy Sue se casó, siendo 1987 un año clave en su trayectoria al protagonizar tanto Hechizo de luna como Arizona Baby y constatar su fijación por los personajes excéntricos. En la multipremiada comedia de Norman Jewison encarnaba a un panadero despechado con una mano ortopédica de madera, mientras que en el film de los Coen era "un puñetero dibujo animado", según Alcázar.

"La primera película en la que recuerdo conscientemente haber visto a Nicolas Cage es Arizona Baby, y fue una que me marcó mucho". Ambos autores coinciden sin embargo en erigir Besos de vampiro como la auténtica consolidación de su estilo, donde Cage encarnaba a un agente literario en crisis que creía haberse convertido en vampiro. El colapso mental de su personaje le servía a Cage para protagonizar escenas tan recordadas como cuando recitaba el abecedario o forzaba todos los rasgos de su rostro de modo que encarnara el antológico meme "You don’t say?" (‘¿No me digas?’). Y luego llegó Corazón salvaje, entendiéndose de maravilla con David Lynch. Y luego los 90.

García confiesa que fue en esta época cuando Cage entró en su radar, gracias a blockbusters de acción como La roca, Con Air o Cara a cara —rodados de forma consecutiva entre 1996 y 1997—, vistos entonces con cierta sorpresa entre la crítica. Y es que Cage, justo antes de esta flamante trilogía, había coqueteado con el cine de prestigio y sido recompensado por ello, ganando el Oscar por Leaving Las Vegas en 1995. Un drama sobre el alcoholismo que, junto a la posterior Adaptation (El ladrón de orquídeas), han llegado a ser consideradas como las excepciones en una carrera llena de proyectos de derribo e interpretaciones desnortadas.

En 2002 Adaptation supuso su segunda nominación al Oscar gracias a un estrambótico doble papel donde Cage encarnaba tanto a Charlie Kaufman (guionista de la propia película) como a su ficticio gemelo Donald. Tanto Alcázar como García rechazan esta consideración de aciertos excepcionales: “Tanto Leaving Las Vegas como Adaptation están muy bien, pero realmente lo que hace en ellas no es tan distinto a lo que le vemos hacer en otras películas con mucha peor imagen”, defiende García. Fue más o menos por entonces cuando, tras haber trabajado con otros prestigiosos cineastas como Martin Scorsese o Brian De Palma, la carrera de Nicolas Cage alcanzó un dramático punto de inflexión. 

"Es la típica historia de auge, caída, valle, y luego otro auge. En cualquier historia esos picos te harían empatizar con el personaje", explica Torïo. Las 100 primeras películas de Nicolas Cage documenta exhaustivamente todo lo que de estrafalario tiene la figura del actor, haciendo especial hincapié en su fijación por lo místico y sus derroches. Esto último, sobre todo al hilo de insensatas adquisiciones inmobiliarias, fue lo que precipitó que Cage se declarara en bancarrota con el cambio de siglo y necesitara desesperadamente aumentar el ritmo de producción. Desde entonces raro ha sido el año que Cage no estrene más de dos películas, alternando Hollywood con una cada vez más socorrida serie B.

Así, por cada película que Cage rodaba para Disney o directores como Oliver Stone, aparecía en cuatro producciones de bajo presupuesto y destinadas tanto al videoclub como a la recolección de momentos desconcertantes que ya algunos usuarios de Internet iban practicando. Según podemos concretar gracias a Las 100 primeras películas de Nicolas Cage, el vídeo que lo inició todo fue Nicolas Cage Losing his Shit, subido a YouTube en 2011. La pieza recopilaba los arranques más histriónicos de Cage, desde su llanto en El riesgo del vértigo al más reciente ‘Not the bees!!’ de una escena eliminada de Wicker Man.

Uniendo esta publicación a la floreciente costumbre de insertar el rostro de Cage en cualquier imagen y al increíble vídeo animado I want that cake de Harry Partridge (originado en Family Man) la 'Cagemanía' estaba oficialmente inaugurada. Al principio no fue algo que al actor le hiciera mucha gracia —siempre se había tomado muy en serio su trabajo—, pero con el tiempo la cosa cambió y en 2015 pudo confirmarlo cuando para placer de los fans emuló su célebre You don’t say? durante el rodaje de Como perros salvajes, segunda colaboración con Paul Schrader que anticipó una revalorización de su figura más allá del jolgorio de Internet.

En los últimos años films como Mamá y papá, Mandy o Color out of Space han devuelto el prestigio crítico a Nicolas Cage, sin que por ello baje su ritmo de trabajo ni desatienda la peculiar relación que mantiene con sus seguidores. De hecho, tal y como apunta Lorenzo Ayuso en este artículo de Vertele, a partir de elecciones recientes se percibe un intento de Cage por "reapropiarse de su imagen". Esto es, utilizar el meme en su beneficio: algo que puede rastrearse en La historia de las palabrotas de Netflix y en un proyecto tan chiflado como The Unbearable Weight of Massive Talent, donde se interpretará a sí mismo en compañía de actores como Pedro Pascal, Tiffany Haddish… o nuestro Paco León.

"Si alguien quiere ver The Unbearable Weight of Massive Talent, qué mejor que documentarse antes con nuestro libro para pillar todas las referencias", bromea García. No obstante, en vísperas del estreno de este film y con el fenómeno habiendo alcanzado su cúspide, cabe preguntarse por todo lo que hay detrás. ¿Acaso es el reconocimiento de un estilo de actuación que no conoce precedentes, y que el propio Cage ha bautizado como Nouveau Shamanic? "En Besos de vampiro u otras películas, las interpretaciones que hace Cage son propias del cine mudo", razona Alcázar.

"Toma la herencia de los actores del método, pero para mezclarla con un cine más expresionista: un tipo de actuación completamente olvidado por parte de la corriente mayoritaria de Hollywood", prosigue. "Adopta una forma radical de comunicarse con el público dentro del cine dramático, al tiempo que lo conjuga con una preparación exhaustiva para el papel". Su modo de encarar la interpretación es en efecto único, pero no lo explica todo. El ilustrador achaca esta fascinación, además, al cariño que despierta la figura.

"A pesar de ser una superestrella y haber tenido un gran recorrido en Hollywood, sus decisiones profesionales y su manera de plantear los proyectos transmiten algo muy humano, como una persona que igual que cualquier otra es capaz de cometer errores", explica Alcázar. "Transmite vulnerabilidad, la de alguien que pone toda la carne en el asador sin que eso le garantice que vaya a salir bien. Todo esto combinado con una tremenda confianza en sí mismo". Detalles que en Internet podrían combinarse con un culto exclusivamente burlón, pero ambos autores descartan que la ironía sea tan importante.

Según García, "puedes hacer chistes con Nicolas Cage porque su figura se presta a ello, pero al final comprendes que la obra que subyace es mucho más que momentos sacados de contexto". "Es un actor muy autoral, en el sentido de que define mucho las películas que participa, y es normal que su figura te acabe fascinando de forma no irónica", cuenta Alcázar por su parte. "La ironía acaba combinada con la admiración sincera, en una mezcla muy de nuestros tiempos".