"Comenzó a sufrir fiebre y picazón. Después tuvo sudores fríos, diarrea, y le bajó la presión. Corrimos hacia el hospital. Después se le quemó la piel y fue desprendiéndose. Apenas soy capaz de recordarlo", cuenta conmocionado el productor lechero José Quintino. Su hijo Júlio murió en 2016 con 22 años en el estado de Paraná. "Vinieron distintos médicos, pero ya no había nada que hacer. Al poco tiempo, dejó de respirar. Dijeron que tenía el pulmón completamente quemado".

La insuficiencia pulmonar, confirmada como causa de la muerte, fue provocada por una intoxicación aguda por pesticida. "El paraquat le quemó el pulmón. Fue quemando la piel, las mucosas orales y nasales, alcanzando los alveolos pulmonares.

"Es un pesticida de acción secante, seca y quema las hojas, y hace lo mismo con la piel, las mucosas, el pulmón", afirma la doctora epidemióloga Lilimar Mori, jefa de la División de Vigilancia en Salud de la Secretaría de Salud de Paraná y una de las responsables de confirmar que el pesticida fue la causa de la muerte de Júlio, contaminado al fumigar cáscaras de soja con paraquat.

Debido a los riesgos de intoxicación aguda del producto que envenenó a Júlio, así como su relación con enfermedades como el Parkinson, mutaciones genéticas y depresión, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), ligada al Ministerio de Salud de Brasil, decidió en 2017 prohibir progresivamente el paraquat, usado en la desecación de plantaciones para adelantar la cosecha. A partir de septiembre de 2020, ningún litro de este agrotóxico debe ser usado en suelo brasileño.

Sin embargo, a pesar de los evidentes riesgos, la resolución de la Anvisa no fijó metas de reducción de uso, de finalización de existencias y de importación de paraquat hasta su completa suspensión. Sin ese límite, el ritmo de importación del pesticida aumentó desde el inicio del proceso de prohibición, según averiguaron Repórter Brasil y Agência Pública. Esa brecha ha abierto el espacio para un proceso que los investigadores llaman "desove", porque casi la totalidad del paraquat usado en Brasil viene de países donde su uso ya está prohibido y lo envían allí para agotar existencias.

"Lo ideal es que, iniciado el proceso de limitación, se prohíba la importación. Como no se tomó esa medida, las empresas terminan 'desovando' el material en Brasil porque, normalmente, el que está siendo vetado aquí ya ha sido prohibido en sus países de origen", afirma Luiz Cláudio Meirelles, investigador de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y excoordinador general de toxicología de la Anvisa.

Es el caso de la gigante suiza Syngenta (recientemente comprada por ChemChina), una de las mayores productoras de paraquat del mundo; de la alemana Helm; y de las chinas Sinon y Rainbow Defensivos. Suiza retiró el paraquat de las estanterías en los años 80. En Inglaterra (donde es fabricado el Gramoxone, la marca de paraquat de Syngenta) y en el resto de la Unión Europea fue prohibido en 2007. En China, que suele tener una legislación ambiental más permisiva, su uso está vetado desde hace cuatro años. A pesar de las restricciones, el paraquat producido por estos países continúa exportándose mayormente a países en vías de desarrollo donde la legislación es más flexible, siendo Brasil el principal consumidor.

"Lo correcto sería la importación cero"

Los datos de importación del Ministerio de Economía, Industria, Comercio Exterior y Servicios en el portal Comex Stat respaldan el fenómeno del "desove". En 2017, cuando se inició el proceso de prohibición del paraquat, 35.300 toneladas del herbicida –paraquat o dicloruro de paraquat– llegaron al Brasil. Al año siguiente, esa cantidad aumentó a 50.800 y continuó ascendiendo en 2019. En noviembre de 2019, ya habían sido importadas 65.300 toneladas de este agrotóxico.

"Esa es una actitud típica, que ya hemos visto en otros casos: el país no quiere más y las empresas necesitan 'desovar' sus existencias y aprovechan para hacerlo en países con un periodo de transición hasta la prohibición completa", explica el profesor de Economía de la Universidad Federal de Paraná e ingeniero de Alimentos, Victor Manoel Peláez Álvarez.

Según el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), en 2017 el paraquat ocupaba la octava posición en la lista de los diez ingredientes activos más vendidos en Brasil, con más de 11.000 toneladas vendidas. Ya en el boletín referente a 2018, el pesticida subió de posición y pasó a ocupar el sexto lugar con más de 13.000 toneladas vendidas en todo el territorio nacional.

"Desde que se acumularon evidencias de los problemas causados por el paraquat, el consumo continuó creciendo incluso después de la prohibición de uso. Lo correcto sería la importación cero en 2019", señala el ingeniero agrónomo Leonardo Melgarejo, vicepresidente de la Asociación Brasileña Agroecológica en la región sur.

En el otro extremo de este mercado todavía lucrativo está el productor rural. "Como no hubo imposición de límite para la importación, pueden almacenar el producto hasta, por ejemplo, 2023 y no habrá supervisión", afirma Meirelles, de Fundación Fiocruz. En la práctica, los riesgos para los trabajadores rurales pueden perdurar hasta 2023 o hasta que se acaben las existencias.

Desde la oficina de prensa de Syngenta y otras 10 empresas que comercializan paraquat en Brasil (que forman el llamado 'Grupo de trabajo paraquat') afirman que "el abastecimiento y comercialización de productos a base de paraquat –como cualquier otro– está determinado por la demanda de los agricultores y la salud de los cultivos".

La Anvisa apunta que no ve contradicción en el aumento de la venta de paraquat durante la transición, ya que "la resolución no fija un porcentaje de reducción o una tendencia esperada de disminución durante los tres años". 

Originalmente, el Gobierno brasileño estableció medidas transitorias durante tres años hasta la prohibición total en 2020. Entre ellas, la prohibición del uso del paraquat para fines desecantes –su principal uso en Brasil–. Según la Anvisa, la restricción serviría para proteger a los trabajadores que tienen contacto con el paraquat.

Sin embrago, la Anvisa reculó dos meses después de establecer estas medidas. El cambió ocurrió bajo una fuerte presión de empresarios del sector de los pesticidas. Cinco días después de haber sido publicada la primera resolución, altos ejecutivos de Syngenta en Brasil y América Latina se reunieron con el directorio de la agencia gubernamental. Los encuentros se repitieron varias veces a lo largo de los meses siguientes para tratar justamente el veto al paraquat, como mostraba la agenda pública del órgano.

Mientras, se creó un grupo de trabajo de empresas productoras y asociaciones de productores que solicitaron a la Anvisa la revisión de su posición, según los informes del propio Ministerio de Agricultura Pecuaria y Abastecimiento.

La Anvisa nunca aclaró por qué se levantó el veto sobre el uso de paraquat como desecante, sino que sólo informó de que la segunda resolución mantenía las prohibiciones inmediatas, "responsables de asegurar la reducción de la exposición de los trabajadores", como la prohibición del uso de paraquat en envases de menos de cinco litros, lo que, según el organismo, impediría el uso del producto por parte pequeños productores. Eso significa que siguen utilizándose envases de más de cinco litros.

Para Meirelles, de Fiocruz, esta permisividad implica un "mal comportamiento" por parte de quienes desean prohibir el paraquat, ya que en la práctica es como "mantener la liberación del producto". En Brasil, alrededor del 60% de la sustancia se utiliza en la desecación y se libera para los cultivos de algodón, arroz, patatas, caña de azúcar, maíz y soja, algunos de los principales productos cultivados en el país.

*Este reportaje forma parte del proyecto Por Trás do Alimento (Detrás del Alimento), una colaboración de Agência Pública y Repórter Brasil para investigar el uso de pesticidas en Brasil. 

Traducido por Diajanida Hernández