Más de tres meses después de que se celebrara la primera vuelta, este domingo los franceses están convocados a la votación definitiva para sus elecciones municipales. Planeadas inicialmente para el 22 de marzo, el coronavirus ha obligado a suspender la cita y es la primera vez que las rondas de votación suceden tan separadas entre sí.

La primera vuelta se produjo el 15 de marzo, apenas 8 horas después de que el Gobierno ordenase el cierre de los establecimientos públicos no indispensables y con el país acumulando 5.423 contagios y 127 víctimas mortales. La pandemia provocó un descenso histórico en la participación.

Solo el 45% de los votantes acudieron a las urnas, casi 20 puntos menos que en las elecciones anteriores en 2014.

Este domingo volverán a abrir los colegios electorales en los 4.827 municipios donde los alcaldes no fueron directamente elegidos en la primera vuelta.

En los centros se limitará el contacto lo máximo posible para asegurar la distancia de un metro entre cada persona. Además, se reducirá el número de votantes que pueden acceder simultáneamente a la mesa electoral, dando prioridad a las personas vulnerables. También habrá gel hidroalcohólico, o un acceso a un punto de agua con jabón, y todas las personas mayores de 10 años deberán llevar mascarilla, a no ser que tengan un certificado médico que justifique su exención. Sin embargo, se les puede pedir a los votantes que se las retiren momentáneamente para verificar su identidad.

A pesar de las medidas de seguridad, según un estudio del instituto demoscópico francés Ifop, solo un 38% tienen intención de ejercer su derecho al voto. En el sondeo, realizado a principios de mes, el 29% de las personas justificaron su negativa a participar solo por los riesgos derivados del coronavirus, y un 35% por ese y otros motivos.

Las elecciones son una prueba importante para Macron, cuya presidencia ha estado marcada por las protestas de los chalecos amarillos en contra de las políticas económicas del presidente, como la reforma del plan de pensiones. En la primera vuelta, el partido gubernamental, La República en Marcha, perdió en la mayoría de las grandes ciudades y no consiguió establecerse a nivel local, obteniendo solo 268 concejales (261.235 votos). El primer ministro francés Édouard Philippe, nombrado por Macron en 2017, recibió el 43 % de los votos en Le Havre, casi diez puntos menos que en las anteriores elecciones, cuando fue elegido sin necesidad de la segunda vuelta.

Los partidos tradicionales, Los Republicanos y el Partido Socialista, consiguieron mantener el poder en las ciudades que gobernaban pero perdiendo gran cantidad de votos. Los conservadores obtuvieron 727,825 votos y los socialistas 287,180, lejos del millón y medio que había logrado cada uno en 2014.

En París, la alcaldesa socialista Anne Hidalgo obtuvo el 29,33% de los votos, 8 puntos más que la exministra conservadora Rachida Dati y lejos del 17,26% que consiguió la candidata de Macron, Agnès Buzyn. Hidalgo es la favorita para ganar la segunda vuelta y renovar por un segundo mandato de 6 años, especialmente después de la alianza con los verdes, que consiguieron el 10% de los votos en marzo.

El Frente Nacional también logró conservar las ciudades que ganó en 2014, pero sin expandir su control. La baja participación de su electorado hizo que acabase la noche con 363,699 votos, cuando en las anteriores elecciones había obtenido más de un millón.

Se juega mucho el partido ecologista (EELV, Europa Ecológica Los Verdes), que podría ganar por primera vez la alcaldía de varias grandes ciudades. En marzo consiguieron 373.673 votos, casi 120.000 más que en la primera vuelta de 2014, lo que se tradujo en 183 concejales. Fueron los ganadores en ciudades como Besanzón, Estrasburgo o Lyon. En esta última, el exministro y antiguo aliado de Macron, Gérard Collomb, quedó tercero. Collomb retiró su candidatura para apoyar el candidato de la derecha para evitar el triunfo de lo que han denominado "el peligro verde", una estrategia que se ha repetido en varias ciudades galas.