La Asociación Nacional del Rifle se juega su supervivencia en los tribunales señalada por corrupción

Una organización sabe que está en problemas cuando su líder tiene que explicarle a un juez por qué se iba de vacaciones pagadas al Caribe en el yate de un proveedor. Eso ha tenido que hacer esta semana Wayne LaPierre, la cara más conocida de la Asociación Nacional del Rifle durante los últimos 30 años y el máximo responsable de su eficaz bloqueo ante cualquier intento de limitar el uso de armas en EEUU. Le ha dicho a un tribunal que esas vacaciones no eran un soborno, sino una cuestión de seguridad.

"Era el único sitio donde podía sentirme a salvo", ha dicho LaPierre haciendo referencia a esos viajes a Bahamas con su familia en los que un empresario puso a su disposición un barco de 30 metros, con tripulación y cocinero. Explica que esos "retiros de seguridad" se debían a las amenazas que recibía después de las matanzas con armas en colegios.

LaPierre ha especificado que si se fue al Caribe en el verano de 2013, fue porque seis meses antes habían asesinado a 20 niños en la escuela de Sandy Hook. Él culpó entonces a los videojuegos y boicoteó con éxito una tímida reforma legal propuesta en los días siguientes.

La Fiscalía del estado de Nueva York reveló estos desmanes y muchos otros hace unos meses y pidió que un tribunal ordenara la disolución de la NRA. Sin embargo, si Wayne Lapierre está justificándose esta semana ante un juez de Texas, es porque tiene un plan para evitarlo.

La Asociación Nacional del Rifle, fundada y registrada como entidad sin ánimo de lucro en Nueva York hace siglo y medio, se ha declarado en quiebra con la intención de "refundarse" en un estado más conservador como Texas. El proceso judicial de esta semana en Texas tiene que determinar si la petición de bancarrota cumple con la legislación o es una estratagema para salir de la jurisdicción de los fiscales que ahora mismo le están investigando.

La bancarrota forzada es una maniobra de dudosa legalidad para una asociación que declara un patrimonio de entre 80 y más de 400 millones de euros. El propio LaPierre ha reconocido que ocultó la decisión de trasladar la NRA a Texas, entre otros, a su consejo de administración y al director jurídico de la entidad. La fiscalía ha dicho que el movimiento es "una clase magistral de mala fe" y el juez de Texas podría destituir a LaPierre y al resto de los actuales directivos y nombrar en su lugar a un administrador judicial, algo que el abogado de la asociación ha dicho que sería "la muerte de la organización". 

Parece que hay motivos de sobra para plantearse un cambio completo de liderazgo. La investigación de la Fiscalía acusa a los principales responsables de la NRA de haber desviado más de 50 millones de euros de sus socios para pagarse vacaciones en el Lago de Como o en el Caribe, trajes a medida o tardes en el campo de golf, además de para darle contratos a dedo a algunos familiares. La secretaria de LaPierre, por ejemplo, mantuvo su empleo después de que descubrieran que se había llevado más de 30.000 euros de la organización que usó, entre otras cosas, para pagar la boda de su hijo.

Actualmente todos conocemos a la Asociación Nacional del Rifle como el poderoso lobby que ha trabajado incansablemente por bloquear casi cualquier intento de regular las armas en EEUU, pero no siempre ha sido así. La organización fue fundada en 1871 y durante la mayor parte de su existencia no sólo no se opuso a las leyes de control de armas, sino que propuso y ayudó a redactar muchas de ellas.

En 1920 pidió públicamente que se exigiera un permiso a quien quisiera llevar un arma oculta y que se aumentaran las penas de prisión para quien cometiera con ellas un delito. También solicitó que la policía tuviera acceso a los registros de compraventa. 

Cuando en los años 30 llegaron nuevas leyes para penalizar la posesión de ametralladoras y otras armas de alta capacidad, el propio presidente de la NRA declaró ante el Congreso que "nunca había creído en la práctica general de llevar armas" y dijo que "debería estar severamente restringida y sólo bajo licencia". Unas palabras que resultarían absolutamente inaceptables para Wayne Lapierre y los actuales responsables de la organización, pero que fueron la postura oficial de la asociación hasta los años 70.

La Asociación Nacional del Rifle vive ahora el momento más complicado de su siglo y medio de historia, justo cuando un presidente demócrata intenta de nuevo poner algunos límites a las armas. Poco después de las matanzas en un supermercado de Colorado y en varios spas de Georgia, Joe Biden ha firmado seis decretos con tímidas reformas el mismo día en que arranca el juicio de la NRA. Sin embargo, todo intento serio de atajar el problema pasa por aprobar leyes en el Congreso y allí está casi asegurado que los republicanos bloquearan cualquier iniciativa.  

"La violencia con armas en este país es una epidemia y es una vergüenza internacional", señaló el presidente Biden este jueves en una intervención para anunciar varias medidas sobre el control de armas. El presidente estadounidense recordó que cada día mueren 106 personas por disparos de armas de fuego en Estados Unidos.

Durante décadas, la NRA ha perfeccionado su estrategia política desarrollando una enorme influencia en las elecciones primarias del Partido Republicano, pero incluso si la organización se extinguiera por orden judicial, es probable que no tardara en reemplazarla con otro lobby similar. El acceso ilimitado a las armas, cuántas más y más peligrosas mejor, se ha convertido en uno de los asuntos más prioritarios para un grupo de votantes que, sin ser ni mucho menos mayoritario, sigue siendo muy influyente. La NRA ha sido un instrumento útil, pero la corriente de fondo va más allá de la organización.