Papeleo, armas que no encajan y almacenes medio vacíos: por qué la UE no logra abastecer de munición a Ucrania

La alegría duró solo unos minutos en una brigada desplegada en el frente del Donbás. El envío de munición europea que el ejército ucraniano llevaba días esperando finalmente apareció, pero tenía un problema: los más de 400 proyectiles de mortero de 120mm enviados desde Finlandia no encajaban en el lanza morteros italiano que tenían los soldados.

“Nosotros le llamamos el zoo”, explica uno de los militares del frente entrevistados para este reportaje. Se refiere a la gran variedad de proyectiles que tienen que emplear debido a la escasez de munición.

En muchas ocasiones, las armas recibidas de un Estado miembro son incompatibles con los proyectiles que llegan desde otro país.

Para solucionarlo, un comandante compró una amoladora y recortó manualmente cada una de las ocho aletas de las 1.000 bombas de mortero para poderlas utilizar. Un pequeño error le hubiera volado a él y a todos sus compañeros por los aires. “Era peligroso”, señala este soldado. “Pero era lo único de lo que disponíamos".

En el mejor de los casos, esta incompatibilidad en el armamento supone una pérdida de tiempo. En el peor, implica posponer tareas militares, fallar en su ejecución o incluso dañar a la propia infantería. 

La situación ejemplifica la escasez de material con la que tiene que lidiar el ejército ucraniano en el frente. Casi un año y medio después del inicio de la guerra a gran escala, la Unión Europea y el resto de aliados no han logrado solucionar el problema de la falta de proyectiles a pesar de los reiterados avisos de altos cargos de la OTAN, soldados desplegados en el frente y otras autoridades y expertos. 

¿Qué está fallando en el suministro de munición al ejército ucraniano? Lighthouse Reports, proyecto internacional de periodismo colaborativo, junto a elDiario.es y otros medios europeos han entrevistado a casi medio centenar de personas relacionadas con las negociaciones: diplomáticos que participaron en reuniones cruciales en Bruselas, representantes de ministerios de Defensa de distintos países, dirigentes de la OTAN, fabricantes de armas y soldados en el frente, entre otros. El Gobierno español no quiso contestar a las preguntas de elDiario.es para este reportaje y ha sido el único de los gobiernos consultados que ha rechazado responder a los periodistas.

Las entrevistas, muchas de ellas bajo anonimato para poder comentar la situación, ponen al descubierto los puntos débiles de la política de defensa europea, con una industria fragmentada en la que cada Estado protege y prioriza a sus propias compañías. También ponen de relieve cómo la falta de unificación de criterios a la hora de producir material bélico supone un embrollo para los soldados. 

“Solo hacer un inventario de lo que tenía cada país ya fue extremadamente difícil”, explica un cargo de la OTAN que participó en el recuento. “Algunos Estados miembros no tenían ni idea de lo que disponían hasta el punto que tuvieron que contarlo manualmente”.

A esto hay que sumarle una burocracia comunitaria y un choque de intereses nacionales que ha ralentizado cualquier intento de impulsar un aumento de la producción de munición, a pesar de que hace ya casi un año y medio que empezó la guerra. Las empresas armamentísticas, por su parte, tampoco han querido asumir riesgos financieros y producir más material sin la garantía de que podrían venderlo todo.

"Existe un temor real de que los ucranianos se queden sin munición”, señala el responsable de una de las tres principales empresas europeas de armamento, que solicita anonimato para comentar la situación. “Y vamos a ver cómo ocurre".

Tanto los soldados entrevistados como diversos altos cargos del Ministerio de Defensa ucraniano aseguran que se ven obligados a usar la artillería como si fueran “francotiradores”, ahorrando proyectiles y en clara situación de desventaja frente a las fuerzas rusas. 

Según fuentes del Gobierno de Ucrania, en días con buen stock de munición Rusia suele disparar entre el triple y diez veces más proyectiles que el ejército de Kiev. Las mismas fuentes aseguran que en las batallas más cruentas, como la de Bajmut en mayo, el ejército ucraniano disparaba 800 proyectiles por cada 50.000 que lanzaba Moscú.

El pasado jueves, de madrugada y tras largas negociaciones, la UE aprobó un plan que podría suponer un aumento en la capacidad de producir armamento. Ante la cumbre de la OTAN en Vilna, en Lituania, que empezará este martes y en la que se prevé que también se aborde la preocupante falta de munición en la guerra, Lighthouse Reports y sus socios reconstruyen las reuniones y decisiones que han llevado a la situación actual. 

Pocas semanas después de que empezara la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022, el almirante Rob Bauer, máximo responsable militar de la OTAN, lanzó la primera advertencia en una reunión con los ministros de Asuntos Exteriores: “Estamos entregando munición desde almacenes medio vacíos”, les alertó. “Debemos rellenarlos rápidamente”.

Prácticamente nadie le hizo caso al almirante Bauer. “Asumimos que la guerra no duraría demasiado”, admite Camille Grand, subsecretario general para inversión en defensa de la OTAN hasta noviembre de 2022.

Algunas empresas armamentísticas sí movieron ficha. La francesa Nexter adquirió “unos cientos de toneladas” de pólvora para hacer frente al aumento de la demanda, según explica el portavoz del CEO de la compañía Nicolas Chamussy. 

"Estábamos en conversaciones constantes con el Gobierno francés, especialmente con el Ministerio del Ejército, que era muy consciente de que la necesidad de munición aumentaría", señala el portavoz.

La empresa de municiones noruego-finlandesa NAMMO se aprovisionó de materias primas adicionales durante el fin de semana posterior a la invasión, afirma su director ejecutivo, Morten Brandtzaeg. La compañía asegura que también alertó a las autoridades de que no sería fácil aumentar la capacidad de producción.

El fabricante alemán de armamento Rheinmetall afirma que ya había empezado a ampliar su capacidad antes de la primavera de 2022. También se contrató nuevo personal y se programaron turnos adicionales, asegura un portavoz.

Mientras, con la invasión recién empezada, los responsables del Ministerio de Defensa de Ucrania avisaron a los aliados europeos de que el stock de munición solo les permitiría aguantar un par de meses.

La invasión pilló a los miembros de la OTAN y a los aliados europeos con el pie cambiado, admiten varias altas fuentes comunitarias: sin apenas munición almacenada y con fuertes reticencias sobre lo que sucedería con esos proyectiles si la guerra duraba pocos días y Rusia salía victoriosa. 

“Hubo muchas reticencias para ayudarnos al principio”, sostiene un alto cargo del Ministerio de Defensa de Ucrania. “No fue hasta abril que los aliados empezaron a darse cuenta de que la guerra no iba de alta tecnología sino que seguía siendo una cuestión de bombas y granadas”, añade.

En una reunión en abril de 2022 entre la OTAN y los responsables de compra de armamento de cada país, se insistió en que el riesgo de que Kiev se quedara sin munición era real, explica una fuente de la OTAN. Paralelamente empezaba a llegar más munición al frente, primero de Polonia y los Estados bálticos, posteriormente -vía intermediarios- de países como Bulgaria, Eslovaquia y República Checa.

Para mantener sus reservas, los Estados miembros empezaron a comprar munición en masa. Competían en el mercado con Ucrania, que también buscaba material desesperadamente. El resultado fue que los precios aumentaron a toda velocidad y los plazos de entrega se alargaron. Al mismo tiempo, los productores de armamento seguían avisando de que no podían atender la creciente demanda si no abrían nuevas líneas de producción.

En septiembre de 2022, Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, insistió en la gravedad de la situación durante una reunión en Bruselas en la que participaron líderes de la industria del armamento y representantes de cada país aliado: en el frente se estaba disparando más munición de la que las empresas podían producir, les alertó. 

En enero de 2023, Stoltenberg volvía a alertar del problema, ya con un tono más desesperado: aseguró que si no se enviaban armas y munición, Kiev podría perder la guerra. Según publicó The New York Times, el ejército ucraniano utilizaba en ese momento unos 90.000 proyectiles al mes, prácticamente el doble de lo que podían producir Estados Unidos y toda la Unión Europea juntos. 

Fue entonces cuando varios diplomáticos constataron la debilidad de la defensa europea, admiten las fuentes consultadas. “[Tenemos] una industria pensada para tiempos de paz y con carencias y cuellos de botella en la producción de material bélico”, señalaba un informe comunitario que analizaba los problemas de la política de defensa europea. 

Empezaba entonces un laberinto burocrático para lograr aumentar la producción a nivel comunitario y para que la UE liderara como institución el acopio de munición para el ejército de Ucrania. Cada país, sin embargo, tenía su propia agenda. 

Cargos que participaron en las conversaciones describen como Alemania, por ejemplo, mostró muchísimas reticencias ante la idea de que la UE diera un paso adelante y liderara la compra conjunta de munición. A pesar de anunciar una gran inversión en Defensa tras la invasión rusa, las empresas alemanas de armamento sostienen que en 2022 no recibieron ningún “encargo significativo”.

Francia, por su parte, pidió a sus empresas de armamento que aumentaran la producción. Diversos miembros del Ejecutivo francés, sin embargo, admiten que se ordenó para compensar la escasez de munición en los almacenes del país. “La política de Francia es similar a la de los estadounidenses”, señala una fuente. “Primero nos ocupamos de nuestros propios suministros, luego ayudamos a los demás".

En febrero de 2023, tras una larga reunión en el Ministerio de Defensa de Estonia, la primera ministra Kaja Kallas presentó su propuesta en Bruselas durante un encuentro entre los jefes de Estado y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.

La idea era que, tal y como se hizo durante la pandemia, la UE utilizara su poder para agrupar las compras de todos los países, obtener material a un precio más justo y promover la fabricación de más munición. “Sin esta propuesta, Ucrania se habría quedado ya sin munición”, sostiene una fuente que participó en la negociación. 

La Comisión Europea elaboró un plan en tres fases. En primer lugar, los Estados miembros debían entregar a Ucrania 1.000 millones de euros en munición de sus existencias actuales. El segundo paso sería comprar colectivamente 1.000 millones de euros en munición para Ucrania. Finalmente, un tercer punto apostaba por la producción conjunta de un millón de proyectiles de 155 mm. en el plazo de un año.

El 20 de marzo, más de un mes y medio después, los ministros de Defensa europeos aprobaron la primera fase del plan de Bruselas, que logró trasladar a las fuerzas ucranianas un relevante número de munición. Aprobar las otras dos fases sería más complicado. 

Empezó entonces un nuevo enfrentamiento político entre dos bandos: Francia, con el apoyo de Grecia y Chipre defendió que si la UE gastaba dinero en munición debía de ser europea y no podía comprarse en el extranjero. Alemania, Polonia, los Países Bajos y los Estados bálticos, en cambio, creían que no había tiempo para políticas proteccionistas y que la prioridad era suministrar munición a Kiev lo antes posible.

Hasta principios de mayo, la Comisión Europea no propuso una alternativa: la munición debía producirse en Europa, pero los componentes también podían comprarse fuera del continente. Se calcula que los primeros contratos bajo este plan se firmen en julio.

La aprobación de la tercera fase del plan derivó en una nueva disputa política mientras en el frente los soldados estaban contra las cuerdas, en un momento en que la batalla de Bajmut suponía un reguero de víctimas y la munición era cada vez más necesaria. 

Algunos Estados miembros vieron la tercera fase del plan de la Comisión como un intento de Bruselas de ganar más influencia sobre la política de defensa de los países europeos, afirma un diplomático que participó activamente en las negociaciones. Veintiuno de los 27 Estados miembros se declararon inicialmente en contra del plan.

La industria seguía expectante. “Sin pedidos, yo no produzco nada”, había señalado este marzo en la agencia de noticias Bloomberg Armin Papperger, director general de Rheinmetall, el mayor productor alemán de munición. Este directivo admitió que su empresa, ante la falta de encargos concretos, estaba utilizando solo dos tercios de su capacidad de producción. 

Kusti Salm, secretario permanente del Ministerio de Defensa de Estonia, tilda de “lloriqueo abstracto” la actitud de algunas empresas de munición en comparación con el resto del mundo. “En Israel, Corea del Sur o Sudáfrica los productores no hacen este tipo de preguntas”, señala. “Hace tiempo que aumentaron su producción porque vieron que la demanda crecería”.

Mientras la guerra continúa, la tercera pata del plan de la Comisión para invertir fondos adicionales en la producción europea de munición no se aprobó hasta el pasado jueves de madrugada, tras una larga negociación. Ahora deberá ser refrendado por el Consejo y el Parlamento y se prevé que se firme y entre en vigor a finales de julio. Los efectos de este plan, no obstante, tardarán meses en notarse en el frente.

"Una línea de producción tarda al menos dos años", dice una fuente del Ministerio de Defensa francés sobre el acuerdo alcanzado el jueves. "Francamente, lo que la UE decida en quince días o en un año no tiene absolutamente ninguna repercusión en los plazos actuales, que no se podrán alcanzar hasta dentro de dos o tres años". Otras fuentes cercanas a la negociación eran más optimistas y señalaban el viernes que en el plazo de un año se verían los efectos del pacto.

“Ha sido un fracaso de la política, el liderazgo y la voluntad”, opina el general Richard Barrons, ex comandante del Mando Conjunto del ejército británico. "Hay una gran desconexión entre la forma en que se ha desarrollado la guerra en los últimos 17 meses y la incapacidad de movilizar y apoyar a la industria pensando a largo plazo".

Haiduk, apodo de un artillero desplegado en el frente, explicaba recientemente que, a pesar de los esfuerzos de Bruselas para aumentar el flujo de proyectiles, la situación prácticamente no ha cambiado para ellos. La escasez de munición sigue siendo el pan de cada día. 

“Solo tenemos entre cinco y quince proyectiles al día para disparar”, sostiene. “Una vez ya los hemos lanzado, es cuando empezamos a preocuparnos”.

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En esta investigación, coordinada por Lighthouse Reports, han participado The Kyiv Independent (Ucrania), Delfi (Estonia), The Investigative Desk (Países Bajos), Libération (Francia) y elDiario.es.