Myriam Bregman, candidata a la presidencia argentina:

Myriam Bregman, la candidata a la presidencia argentina por el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), desentona en unas elecciones en las que la oferta política aparece volcada a la derecha. Esta abogada de derechos humanos y laboralista destacó en el primer debate electoral, en particular cuando llamó “gatito mimoso del poder económico” a Javier Milei, el ultra que se define a sí mismo como un "león" y que saltó a la fama a través de la televisión, desbaratando el tablero político.

Otra candidata en las elecciones del próximo domingo, Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio –coalición liderada hasta hace poco por Mauricio Macri–, enarbola una agenda conservadora agresiva, aunque más institucionalista, mientras que la alianza peronista-progresista Unión por la Patria tiene como candidato al ministro de Economía, Sergio Massa, un centrista. Completa el escaparate de candidatos el peronista de centroderecha Juan Schiaretti, gobernador de la provincia de Córdoba. 

El FIT pelea tradicionalmente por el segmento de izquierda del peronismo. Su presencia se hace sentir en sindicatos, movimientos feministas, ambientalistas y de derechos humanos, pero en las urnas congrega entre un 2% y un 5% a nivel nacional. Las encuestas prevén un porcentaje en esa horquilla para las presidenciales del próximo domingo.

En el segundo debate, el 8 de octubre, el día siguiente del ataque de Hamás contra Israel, Bregman encendió la polémica porque manifestó “dolor” por las víctimas, pero denunció la “política de ocupación” de Israel y el “apartheid del pueblo palestino”, mientras que los otros cuatro candidatos se limitaron a mostrar “solidaridad” con Israel.

La postura de Bregman, que es una de los cerca de 250.000 argentinos judíos, le valió críticas en los medios y en las redes sociales, además de amenazas personales y acusaciones de “antisemita” y “nazi”.

¿Cómo vivió estos días tras el revuelo que sucedió a su denuncia del “apartheid del pueblo palestino”?

Fue una campaña furiosa de amenazas a mi teléfono personal en un contexto de fake news. Patricia Bullrich inventó que me negué a un minuto de silencio para las víctimas antes del debate presidencial. Totalmente falso. Las amenazas y ataques por parte de medios y sectores políticos como el que encabeza Bullrich tienen el objetivo de que nadie pueda cuestionar al Gobierno ultraderechista de Israel. Fui muy clara, expresé mi dolor por las víctimas civiles y señalé las bases estructurales del conflicto.

Cualquiera sabe que en el partido de izquierda que represento no vamos a respaldar jamás bombardeos y ataques a la población civil. No compartimos nada del programa teocrático de Hamás ni sus métodos, pero no vamos a callarnos ante el régimen de opresión a los palestinos. ¿Por qué no se pregunta a los otros cuatro candidatos presidenciales por los bombardeos a civiles a los que se deja sin agua y sin medicamentos? Si hay opresión, estoy del lado del oprimido.

El debate fue después del mayor ataque contra familias judías desde la creación del Estado de Israel, ¿no cree que debería haber sido más específica en el señalamiento a Hamás?

Visto desde ahora, yo podría haber aclarado más nuestra posición, pero la verdad es que teníamos muy poco tiempo durante el debate. En otras partes también se organizan campañas contra los que denunciamos la opresión, como Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. El término de apartheid es compartido por Amnistía, Human Rights Watch y Luis Moreno Ocampo. Son crímenes de guerra y contra la humanidad. El Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos dice que desde el año 2000 han sido asesinados por acciones militares u ocupacionales 10.500 palestinos, con 5.000 presos, muchos niños entre ellos.

¿Le duele particularmente que le atribuyan una postura antisemita al ser descendiente de víctimas del Holocausto?

A cualquier persona le hiere que le digan antisemita. Siempre combatí a los antisemitas. En los juicios de lesa humanidad [Bregman es querellante en varias causas], estaba lleno de eso entre los represores y sus defensores. Los mismos que me decían 'judía de mierda' ahora pretenden juzgarnos. De todas formas, es una cuestión del sistema mediático y de algunos políticos, no de la calle. Allí hay verdadera sensibilidad. No hubo una sola persona que me dijera que no estaba de acuerdo con lo que dije.

¿Corren riesgo los juicios y las condenas por crímenes de lesa humanidad y las políticas de memoria, si Milei llegara al poder?

Más allá de sus intenciones, creo dos cosas. Cualquier tipo de medidas a favor de la impunidad sería ilegal en el marco jurídico de nuestro país. Ya pasó durante el Gobierno de Macri. Envalentonada con el avance de la derecha, la Corte Suprema quiso revertir alguna de esas conquistas y avanzar con una conmutación de penas para genocidas, y tuvo que retroceder en cuestión de días, por la reacción en las calles. Me enorgullece dar esas peleas, porque sigo estando abocada a los juicios de lesa humanidad. Como bien dijo Rodolfo Walsh en la Carta Abierta a la Junta Militar, el verdadero objetivo de la dictadura cívico-militar fue la miseria planificada. Contra esa miseria planificada voy a seguir peleando.

¿Cómo fue posible un crecimiento como el de Milei, que amenaza aspectos básicos de la convivencia democrática y derechos que parecían consolidados?

Creo que Milei actúa sobre límites que otros corrieron antes. Viene habiendo una derechización de la agenda, es evidente, pero ello no se traduce en que la sociedad esté de acuerdo con esa agenda. Él representa soluciones fáciles a los problemas y encuentra receptividad en medio de una bronca generalizada con la dirigencia política. Pero Milei es un personaje construido con mucho apoyo económico y mediático para que canalice esa bronca.

Los que dicen ahora que Milei es una amenaza a la democracia son los que lo ayudaron a armar listas de diputados y le cuidaron los votos [dos funcionarios admitieron que el peronismo le facilitó logística y candidatos a La Libertad Avanza como forma de limitar el crecimiento de Juntos por el Cambio]. Siempre he combatido sus ideas y las he señalado como peligrosas. Por eso en el debate ataqué cada una de sus ideas centrales y lo señalé como el negacionista serial que es, además de un gatito mimoso del poder económico.

¿Por qué, ante la crisis de las dos principales coaliciones, la canalización de la bronca no se dio por la izquierda?

No hay una sola explicación sencilla. En el mundo se ve el surgimiento de este tipo de fenómenos. Una es el apoyo económico y mediático que citaba. Horas y horas de televisión que lo representaban como el “anticasta”. Obviamente, si estuvimos años discutiendo por televisión la conveniencia de la dolarización y otras ideas de Milei, era lógico que el debate se corriera a la derecha. Cuando tuvo que discutir mano a mano en igualdad de condiciones, no pudo contestar con solvencia sobre economía, la crisis del clima o la brecha salarial, según reconocieron los propios periodistas que lo apoyan.

Primero, en Juntos por el Cambio creyeron que si se derechizaba la agenda, ellos iban a salir beneficiados. Con esta idea tan cariñosa de “exterminar al kirchnerismo” [frase de Bullrich] creían que iban a ganar. Y desde sectores del peronismo, se coqueteó con ayudarlo para que compitiera con la derecha. Hoy se ve que no hay nada gracioso en él y quienes lo acompañan son los sectores carapintadas [militares golpistas de las décadas de 1980 y 1990 que rodean a la candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel], profundamente antisemitas, y personajes que banalizan la Gestapo.

Dado el apoyo económico y político que describe, ¿prevé que un eventual Gobierno de la ultraderecha tendrá mucho poder?

Está por verse, primero, si llega, y luego, que sea un Gobierno con mucho poder. Durante el Gobierno de Macri, un sector del peronismo se alió con una idea tan poco democrática de darle gobernabilidad a quienes vienen a atacar al pueblo. Otro de los motivos que hicieron que surgiera una candidatura como la de Milei fue que hubo un profundo proceso de desmovilización de parte de las dos centrales sindicales. Y nada de eso le sirvió a Macri para no fracasar políticamente.

Después, todos los sectores que se alinearon con un Gobierno de Alberto Fernández que nos condujo a una catástrofe económica. Apuesto a recuperar la calle y la movilización, para que no vuelva a ocurrir lo de los últimos Gobiernos. Por eso es tan importante un voto a la izquierda de todos aquellos que rechazamos esta política de complicidad.

Un limitante histórico del crecimiento electoral de la izquierda argentina es la idea del “mal menor” para evitar un triunfo de posiciones de derecha dura. ¿Qué le falta al FIT para alcanzar una competitividad electoral más firme?

Es una discusión profunda porque el terreno electoral es el más difícil para la izquierda. Un hecho comprobable es la desigualdad en las campañas. No tenemos ningún tipo de financiación empresarial ni de millonarios. Hacemos compañas totalmente a pulmón. Ni que hablar de medios de comunicación que jamás nos dieron la posibilidad de sacar una línea. Nos enfrentamos a maquinarias muy orquestadas que ponen a salvadores individuales.

El concepto de votar al mal menor es muy perjudicial. En las primarias, el peronismo presentó la candidatura de Juan Grabois [cristiano de izquierda cercano al Papa] porque sabía que de lo contrario tendría una sangría de votos por la izquierda. Le dicen al votante de valores solidarios y feministas, que entiende que no se puede pagarle al Fondo [el préstamo por 45.000 millones de dólares tomado por Macri], que nunca le llega el momento de votar lo que quiere. Nuestra convocatoria es que no somos ni cómplices ni sometidos.

¿Cómo se lleva con los votantes peronistas de izquierda?

Encuentro mucha simpatía con ese votante. Vengo del Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidad en Bariloche [Patagonia Andina] y allí encontré a personas que votan con las ideas de la solidaridad, que no creen que se avanza pisándole la cabeza al otro. Empiezo también a recibir historias de "pibes" que se dieron cuenta de que Milei no era alguien que gritaba contra la casta. Hay un votante al que tendríamos mucha más llegada si tuviésemos más espacio.

¿Le reconoce al kirchnerismo alguna identidad de izquierda?

Cristina se encarga de aclarar que ella no es de izquierda, sino que quiere un capitalismo en serio. Esa experiencia política surge después de 2001 [crisis socioeconómica que marcó el colapso de una década de políticas neoliberales]. Se tomaron muchas banderas, como la de derechos humanos, y eso hizo que haya un sentimiento compartido entre muchos votantes históricos de la izquierda. Todo el devenir de los últimos años, con las candidaturas de (Daniel) Scioli en 2015, Alberto (Fernández) en 2019 y Massa ahora, de quienes nadie diría que provienen de la izquierda, marca un límite. Son personas que habían roto con el kirchnerismo y vuelven a hacer alianzas para disputar el poder.

¿En qué medida se podría obtener fortaleza política para avanzar con cambios más profundos en la Argentina?

Siempre sostuvimos que no hay que minimizar la resistencia de esos sectores de derecha, están siempre agazapados. Si la izquierda avanza, será producto de la movilización popular y eso nos va a permitir discutir más profundamente cuestiones estructurales. Lo que ha permitido el regreso de la derecha en América Latina después de un ciclo que se definía como de izquierda o popular es que no se cambiaron las bases estructurales de esos regímenes. La derecha esperó mejores momentos para regresar con todo.