Abaratar costes, concebir que así sería más fácil entrar en la industria musical o una mera cuestión de rapidez y eficacia. Estos son los motivos por los que bandas como La Oreja de Van Gogh recurrieron a músicos de sesión para grabar sus primeros álbumes entre finales de los noventa y principios de los dos mil. Pero no fueron los únicos. “Ocurría casi siempre”, explica a este periódico Pedro Martín, productor de grupos como Hombres G, Los Secretos, Celtas Cortos, Estopa y El canto del loco.