Al Sisi, omnipresente en las calles y victorioso en las urnas en Egipto:

Una alfombra roja recorre una parte de la acera de la calle Mohammed Thakeb en el barrio de Zamalek, uno de los corazones de la capital egipcia. El sol, que ya luce alto y ardoroso en pleno mes de diciembre, ilumina el toldo que da la bienvenida a los votantes más madrugadores. Son las nueve de la mañana del domingo y Egipto ha dado el pistoletazo de salida a unas elecciones presidenciales en las que, casi con total seguridad, el presidente Abdelfatá Al Sisi revalidará su victoria.

Los comicios, que estaban previstos inicialmente para el próximo mes de febrero, han convertido a la capital egipcia en un lugar de jolgorio y celebración aunque no está previsto que se publiquen los resultados hasta el próximo 18 de diciembre y las urnas no cierran hasta este martes 12. Debajo de uno de los puentes que conectan el islote de Zamalek con el resto de la ciudad, la música rebota entre las paredes de hormigón y plástico. Una carpa blanca decorada con una decena de fotografías del mariscal Al Sisi reúne a simpatizantes, votantes y algunos turistas curiosos.

“Yo votaré a Al Sisi. Es la única opción”, cuenta una joven de la zona. Tres pegatinas del presidente, así como varias banderas del país, decoran su mochila negra. Más de 67 millones de egipcios de los más de 105 millones de habitantes están llamados a las urnas. Se trata de una movilizaciones masiva en uno de los peores contextos geopolíticos y económicos del país. La libra egipcia ha perdido más de la mitad de su valor en un año y la guerra en Gaza, con la que comparte frontera, tensa aún más las relaciones entre Egipto e Israel.

Desde hace más de una semana, miles de carteles con la cara del presidente de Egipto han tomado las calles de El Cairo, Alejandría y otras grandes ciudades del país. La oposición no incomoda al mariscal, tampoco en la cartelería y propaganda electoral. Entre las carreteras sobreelevadas, las autovías que conectan la capital con Nuevo Cairo o las largas avenidas, solo parece que hay una opción viable para estos nuevos comicios presidenciales.

La realidad es que otros tres candidatos forman una oposición silenciada: Hazem Omar, líder del Partido Popular Republicano (RPP); el representante del histórico partido nacionalista liberal Waf, Abdel Sanad Yamama; y el líder del minoritario Partido Socialdemócrata Egipcio (PSE), Farid Zahran.

Aun así, la mirada omnipresente del líder egipcio no es homogénea en toda la ciudad. En Kit Kat, uno de los suburbios de la gobernación de Giza, las paredes, vacías, ignoran las peticiones gubernamentales. No hay ni un cartel electoral, ni siquiera de alguno de los candidatos de la oposición. “Todo va a seguir igual”, apunta uno de los jóvenes que trabajan en un comercio familiar. Según los datos de la iniciativa 'Vida Decente' que el presidente Al Sisi lanzó en 2019, una amplia mayoría de los barrios de Giza, incluido el de Kit Kat, tienen una tasa de pobreza superior al 70%.

Mientras, en la Plaza Tahrir, la cuna de la revolución egipcia de 2011 que derrocó el régimen de Hosni Mubarak, un alto dispositivo de seguridad vigila el frenesí del primer día electoral. A mediados de 2020, el Gobierno de Egipto reformó la plaza para, según fuentes gubernamentales, alinearse con las plazas de Europa y mejorar la iluminación. Los disidentes y críticos con el Gobierno de Al Sisi insisten en que el rediseño no ha hecho más que reforzar el control gubernamental sobre el espacio público para así evitar futuras movilizaciones sociales.

Desde el inicio de la pandemia del coronavirus y aún más con la invasión de Rusia en Ucrania, Egipto vive la peor crisis económica de su historia. A pesar de las ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que le prestó alrededor de 3.000 millones de dólares, el país del norte de África no ha cumplido con sus promesas de mejora.

Desde que Al Sisi llegó al poder en 2013, la deuda externa se ha triplicado y la inflación ha tocado máximos históricos, hasta rozar el 40% en agosto de 2023. Desde entonces, la crisis económica en el país ha provocado tres devaluaciones que han reducido a la mitad el valor de la libra egipcia frente al dólar.

El poder de los militares en la economía nacional, la inseguridad jurídica y los megaproyectos multimillonarios han arrinconado a Egipto. La construcción de una nueva capital al este de El Cairo por un valor de 59.000 millones de dólares también ha alentado el desgaste económico en el país, así como otras construcciones subyacentes.

Desde el pistoletazo de salida de la carrera electoral, el actual presidente ha reiterado su preocupación por la inestabilidad del paso fronterizo de Rafah, la única frontera con Gaza que no está controlada por Israel. El presidente clama que su reelección garantizará al país “seguridad y estabilidad”.

A pesar de algunas presiones internacionales, Egipto insiste en que no permitirá el paso de refugiados palestinos a territorio nacional y que solo servirá como salvoconducto para la entrada en Gaza de provisión humanitaria. “El Sinaí se convertiría en una base de operaciones terroristas contra Israel, y nosotros, en Egipto, asumiríamos la responsabilidad por ello”, apuntó el mariscal. La región del Sinaí, sobre todo la zona norte, es el epicentro de la franquicia del Estado Islámico en el país. Los insurgentes terroristas egipcios también lideran conexiones con Hamás, milicia palestina heredera de los Hermanos Musulmanes, enemigos del régimen de Al Sisi.