El patrimonio cultural de los pueblos no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes. Las tradiciones orales, el arte del espectáculo, los usos sociales, rituales, actos festivos y saberes y técnicas vinculadas a la artesanía tradicional formarían parte del patrimonio cultural inmaterial. Estar en la lista de la UNESCO da principalmente visibilidad y supone que la manifestación se revalorice, además de, no poco importante, que un órgano superior (la propia UNESCO) supervise lo qué están haciendo las administraciones públicas para salvaguardar esas manifestaciones.
El concepto de salvaguarda incluye conservar, proteger, documentar, investigar y, sobre todo, difundir. María Argúndez es subdirectora adjunta de Gestión y Coordinación de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura: “¿Cómo se protege? Pues por ejemplo la administración canaria incluyó como asignatura en la enseñanza primaria el silbo gomero en 2019. Los niños en la escuela aprenden el lenguaje silbado para que este no se pierda”.
Juan López es coordinador de la Casa Museo de los Caballos del Vino y corredor de la peña Júpiter: “Ha sido muy importante el reconocimiento a nuestra tradición, es un ritual de nuestros antepasados, una fiesta trascendental para el núcleo familiar caravaqueño. Esta declaración nos ayuda a salvaguardarla y a seguir transmitiendo nuestros valores”.
Los caballos del vino de Caravaca de la Cruz son unos festejos que se celebran del 1 al 3 de mayo y tienen origen en la ceremonia de bendición del vino y las flores por la cruz de Caravaca. Hoy en día es un triple concurso donde se valora el caballo a pelo (figura y el porte animal), el enjaezamiento (el traje que se le confecciona al caballo), además de una gran carrera por las calles del pueblo. “Las primeras referencias de nuestra fiesta aparecen en 1722 en documentos del padre Cuenca, sacerdote del castillo de aquel entonces”.
Juan López cuenta que hay unas sesenta peñas y cada una de ellas tiene un caballo que es de todos los miembros de la peña. “Laurel es el caballo de la nuestra, yo siento un profundo amor por él. Somos unos 250 miembros pero solo cuatro somos los corredores, yo llevo 19 años corriendo. Son muchos recuerdos, ilusión, esperanzas, reencuentros con vecinos que viven fuera y mucha ilusión en esos días. Y en la carrera, cuando corro al lado de mi caballo, además va mi hermano delante y siento la respiración del animal es una emoción increíble”.
López es un orgullo para su familia y para la peña Júpiter: él custodia (corriendo) al engalanado Laurel hasta el castillo. La gran diferencia con el patrimonio material, en el que priman los objetos, es que el protagonismo y la importancia de estas manifestaciones recaen en lo que se denomina como “comunidades portadoras”. “Las comunidades portadoras” serían esos pueblos, comunidades o grupos sociales que recrean, reviven, mantienen y transmiten estas costumbres, rituales o técnicas con los que se sienten identificados y que forman parte de ellos.
Antonio Berenguer es miembro de la asociación Campaners d'Albaida: “Somos veinte campaneros y campaneras, no somos propietarios de las campanas ni del campanario pero somos portadores de la sabiduría ancestral de generaciones de campaneros que nos han transmitido todos los conocimientos de los toques, de revolteo y el repique, y de cuándo hacerlos”. Así es como los toques de campanas, ininterrumpidos desde el siglo XIII, y que tienen miles diferentes, algunos tan peculiares como para avisar de tormenta o exclusivos para el Día contra violencia de género, son preservados por estos campaneros comprometidos con “la riqueza lingüística de nuestras campanas”.
“Se puede llegar a pensar que patrimonio cultural inmaterial es aquello que solo es intangible, y esto es erróneo, porque los instrumentos, los espacios y los artefactos que son inherentes a estas expresiones también lo son” afirma María Pía Timón, etnóloga del Instituto de Patrimonio Cultural: El Misteri de Elche es una obra de teatro de carácter religioso de origen medieval, se representa en la Basílica de Santa María de Elche en el mes de agosto, para celebrar la festividad de la Virgen de la Asunción. El día 14 se pone en escena la primera parte, denominada la Vespra, y la segunda parte, la Festa, el día 15. Fue proclamado “Monumento nacional” en 1931 y fue una de las primeras manifestaciones de España declaradas por la UNESCO en 2001.
Como María Pía indica, patrimonio cultural inmaterial también se considera el vestuario, los objetos, la tramoya, la famosa mangrana desde donde desciende el ángel, la música, el texto y la Virgen de la Asunción: es decir todo lo que enmarca y desenvuelve el Misteri de Elche.
El patrimonio cultural inmaterial en ocasiones se confunde con el patrimonio etnológico y etnográfico. La gran diferencia es que el patrimonio inmaterial está vivo y se adapta y cambia con el tiempo, bien venga desde el paleolítico o desde el siglo XVII. María Pía señala: “Sigue vivo y tiene que ser identitario y emocionante, porque está vinculado y apela al colectivo y a sus sentimientos. La transmisión continúa porque sigue siendo viable. El patrimonio etnográfico sin embargo ya no se transmite porque no encaja. Imagínate los palomares de Castilla y León, siguen ahí, pero como ya no crían palomas, se quedó como vestigio, como muerto, esto ya forma parte del campo de la etnografía”.
Si bien las comunidades autónomas son las que tienen las competencias en materia de cultura y patrimonio, y son las que declaran los BIC (Bienes de Interés), el Estado tiene una serie de competencias dictadas por la Constitución (es lo que se conoce en derecho como competencias concurrentes). Existe un Plan Nacional de Salvaguarda que funciona como herramienta de colaboración entre las administraciones autonómicas y estatales. El Plan establece criterios, metodologías y formas de actuación. El Estado aprobó en 2015 la Ley de Salvaguarda de Patrimonio Cultural Inmaterial en función de la cual el Consejo de Ministros puede declarar “Manifestaciones Representativas del Patrimonio Cultural Inmaterial”. Las últimas se declararon en 2019: la cultura del esparto y el toque manual de campanas.
Ahora mismo la administración está trabajando en el reglamento para concretar la Ley de Salvaguarda: “Estamos estableciendo las medidas para que, por ejemplo, respecto a la técnica de la piedra seca o el esparto, hayan medidas concretas de desarrollo y de promoción de esas manifestaciones ya declaradas”, cuenta María Pía. Si los diferentes pueblos del mundo reconocieran y salvaguardaran su patrimonio tendríamos una inmensa muestra de la riqueza, variedad y complejidad de la cultura y, por ende, de los seres humanos. Como dijo el cabrero Rafael Villardén: “Que este patrimonio no haya que conservarlo, sino simplemente que podamos vivirlo”.