Sus ritmos lo mismo podían animar un bar abarrotado del madrileño Lavapiés que sonar en una comunidad zapatista. Con todo, Amparanoia dijo adiós en 2008. Pero Amparo no ha parado quieta. Desde Granada, habla con elDiario.es sobre la música y su propuesta para afrontar un mundo polarizado en el que la cultura tiene mucho que decir.
¿Por qué dijo adiós como Amparanoia y por qué vuelve ahora con un disco?
En 2008 dije adiós con la gira Bye Bye Tour con la idea fija y el sentimiento de poder hacer otras cosas. Había dedicado cerca de 12 años a Amparanoia en exclusiva y necesitaba nuevos retos. Al finalizar la gira, tuve tiempo para escribir el libro La niña y el lobo, firmar varios álbumes con mi nombre y apellido y hacer experimentos musicales como crear mi propio sello discográfico, Mamita Records.
En 2017, cuando se cumplía el veinte aniversario del disco El poder de Machín, mis compañeros propusieron que hiciéramos algo conmemorativo. De ahí salió el álbum El coro de mi gente, donde compañeros y compañeras versionaron nuestras canciones, y nos pusimos a girar. Lo que iba ser un reencuentro conmemorativo y de celebración puntual se alargó. En 2019, decidimos preparar un nuevo disco, parecía que la gente quería seguir viendo al grupo. Me di cuenta también de que podía compaginarlo con mis otras tareas y me puse a componer para Amparanoia. En 2020 grabamos el álbum, aunque, como es lógico, los conciertos se cancelaron. Ahora estamos siguiendo el plan, que básicamente consiste en aportar a través de la música, y dentro de las circunstancias, mensajes de fuerza, ritmos con alegría y dar ese regalo al público hasta que se pueda tocar en directo.
¿Cómo definiría esta nueva colección de canciones?
He seleccionado las que para mí eran las diez mejores canciones que había compuesto para este proyecto. He buscado que estuviera presente ese viaje musical característico de Amparanoia. Un viaje desde Los Balcanes a El Caribe, pasando por distintos puntos de Latinoamérica, del Mediterráneo, y viajando incluso al pasado, incluyendo sonidos de rock. Me cuesta describirlo porque los estilos para mí significan una cosa, pero para otros pueden tener otro significado.
¿Cómo consigue Amparanoia encontrar su sonido?
Las canciones tienen un proceso. Suelen nacer con guitarra y voz; algunas, también con piano, ya que he podido retomar mis estudios. Pero normalmente nacen chiquititas, siempre con un tempo y una intención, y luego se les va poniendo el traje. Con este álbum, como mis planes desde marzo desaparecieron, he tenido mucho tiempo para decidir qué quería y ponerle el cariño, el sonido, el concepto y la textura a cada canción, pero teniendo la vista puesta en el universo que quería crear alrededor de esas canciones.
El disco invita a despertarse de la hipnosis. ¿Qué cree que nos mantiene hipnotizadas?
Las redes sociales, los medios de información, nuestras propias creencias limitantes, la toxicidad. Creo que nos cuesta mantener un diálogo con nosotros mismos. Nos cuesta mirar de frente algunos de los valores que propongo en el álbum: nuestra identidad, el valor del tiempo, la importancia del presente y del perdón o el desapego. Estos temas te están llamando a ti, pero tienen un efecto colectivo. Se trata de salir de esa hipnosis colectivamente porque estamos en esto juntos. No hay otra manera.
¿Cuál de todos los conceptos que aborda el álbum le parece ahora más importante?
El tiempo. Si de verdad fuéramos conscientes de lo importante qué es vivir cada momento intensamente, sin pensar a la vez qué voy a hacer de cena esta noche, sería mucho mejor.
El valor del tiempo también tiene otra perspectiva: muchas veces esperamos a que pase el tiempo para hacer lo que de verdad queremos y, ahora más que nunca, que no tenemos control sobre nada, hay que hacerlo, sin esperar a ese momento perfecto que proyectas en un futuro incierto.
Hablando de la importancia del presente, ¿qué cuestiones sociales hay que abordar ya?
A nivel político, lo principal es que podamos volver a hablar y entendernos sin llegar a los niveles de vergüenza a los que estamos llegando. Sin ataques. Sin polarizar a la población. Creo que debemos evolucionar para entendernos, para respetar al otro y avanzar hacia un objetivo común: estar bien y que se atiendan las necesidades de todos. Sin cortes de luz, por ejemplo, como está pasando ahora en Madrid, pero también en Granada. Sin ataques al feminismo ni a las mujeres. Prestando también atención al medio ambiente. Pero sobre todo que para salir de cualquier cosa lo tenemos que hacer a nivel colectivo. Si va cada uno a lo suyo, va a ir todo peor.
Amparanoia ha sido un referente en lo que se llamó mestizaje. ¿Qué significado tiene esta etiqueta?
Un término que aparece a mediados de los 90, cuando nos encontramos grupos latinoamericanos y de otros países con propuestas y mensajes similares. Esa etiqueta nació en esos años, pero para mí la música siempre ha sido mestizaje. Para mí, lo que hace C. Tangana también es mestizaje. La música es mezcla de investigar, experimentar, encontrar tu propio estilo. Creo que hay pocos estilos que realmente sean puros. La música evoluciona y se mezcla con la sociedad y las nuevas tendencias, pero sin perder de vista lo antiguo.
¿Qué siente cuando se le reconoce como una voz pionera?
Agradecimiento. Me siento bien, ¡aunque también un poco mayor! A veces músicos muy jóvenes me dicen ‘yo crecí escuchándote’ o ‘mis padres siempre te ponían’ y te das cuenta de que han pasado unas cuantas décadas. Es un orgullo que me sigan llamando nuevas generaciones, como Juanito Makandé o Rozalén, que siempre me cuenta que Que te den era su tema estrella en sus actuaciones acústicas. Me recuerdan lo importantes que fue para ellos mi música. Creo que algo habré aportado, pero quiero seguir aportando más.
¿Cómo era la Amparo Sanchez que llegó a Madrid a intentar ganarse la vida como música y cómo es ahora?
Ahora he vuelto a la ciudad de la que me fui cuando llegué a Madrid, así que estoy completando un círculo. Llegué a Madrid con mucho entusiasmo y con la idea muy clara de que si no me iba bien regresaría a Granada y aceptaría que no podía vivir de la música, pero que lo tenía que intentar. Con esas ganas y con mi hijo pequeño me instalé en un apartamento diminuto de la calle Ballesta. Al principio tuve que hacer otros trabajos como servir cañas y poner tapas, pero iba encontrando mis lugares para cantar. Ahora lo pienso y creo que fui una valiente por dejarlo todo. Estoy muy agradecida por haberlo hecho y ahora muy orgullosa de mí por haber sido valiente y volver a un sitio que dejé y retomar mis lazos familiares y mi relación con la ciudad. Estoy muy contenta de haber vuelto y más de haberme ido.
¿Qué se siente cuando algunas de sus canciones se escuchan hasta en fiestas populares?
2020 fue el primer año en el que no recibí ningún vídeo desde algún pueblo en el que la orquesta tocara Que te den. Recibir esos vídeos es algo muy bonito. En un par de ocasiones incluso me subí a cantar con las orquestas. Esa canción la ha elegido el pueblo porque nunca hubo un videoclip, jamás sonó por la radio y tampoco se promocionó. Es un orgullo que sea mi canción más conocida, además me encanta cantarla, me quita todos los males.
¿Cómo ha cambiado su relación con la industria musical desde que apareció El poder de Machín, en los 90?
Hoy tengo mi propio sello. Si en ese momento lo hubiera tenido, no sabría todo lo que sé ahora y hubiera sido posiblemente un fracaso, pero no hubiera firmado contratos por 70 años ni otras cosas horribles. Pero tenía mucha ilusión, sabía muy poco... era esa inocencia. Hasta que me cansé y monté mi propio sello con mi equipo de trabajo. Sin ellos y ellas sería imposible. Siempre he trabajado muy abiertamente con mi equipo y lo que quiero para mi lo quiero para los demás: escuchar, sumar y aquí nadie es más que nadie. Es un sello familiar, donde están mis dos hijos. Imagínate: mamita, como el nombre de la discográfica, con sus pollitos y los compañeros y compañeras de trabajo, que también son familia.
¿Cree que esa industria está más abierta a las mujeres?
Va poco a poco, pero vamos avanzando. Lo que pasa es que cambiar la imagen de ‘el productor’ y ‘el manager’ es difícil, son estereotipos muy marcados. Ahora, cada vez más mujeres se atreven a producir sus álbumes o a reconocer que ya llevan tiempo haciéndolo. Parece que nos cuesta más darnos ese lugar o confiar en que podemos tener la última palabra. Pero siento que hay nuevas mujeres que lo tienen muy claro: son sus propias productoras, compositoras, todo. Las mujeres como ejecutantes de instrumentos seguimos siendo menos, como cantantes sí que hay más, pero estadísticamente somos menos, y en la parte técnica hay nuevas generaciones muy preparadas, pero está costando. Nos queda un poquito todavía para alcanzar una igualdad que sea evidente, que salte a la vista.
Tiene un vínculo especial con América Latina, como transmite en Cumbia perfecta. ¿Qué le ha aportado viajar allí?
Muchísimo. En México, los zapatistas, por ejemplo, me han aportado todo; también Argentina, donde conocí a las Madres de la Plaza de Mayo y el movimiento de desaparecidos. Siempre vengo de Latinoamérica con el corazón muy lleno. Siento mucho amor, conexión y admiración por un pueblo que ha sufrido tanto, pero que se apoya colectivamente y le da la vuelta a todo. Mira ahora, la ley del aborto en Argentina es un ejemplo para toda la región. Son muy valientes nuestras hermanas latinoamericanas, mucha admiración y reconocimiento hacia ellas.
¿Cuáles son los planes de Amparanoia para el futuro?
Estamos preparando un concierto en streaming, poco más te puedo decir. El plan en estos momentos es incierto. Ahora más que nunca nos tenemos que adaptar a cómo vienen las cosas.
Con el potencial comercial de vuestra música, ¿hubo alguna propuesta que dejarais de lado para manteneros fieles a Amparanoia?
Nunca he tenido el objetivo de ser una artista comercial. Siempre he intentado mantenerme en otro lado, para contar las cosas que quería contar o participar en los movimientos o reivindicaciones que quería. Siempre he trabajado para ser mi propia jefa. Ahora estoy en el momento más álgido de ese deseo: apuesto por la independencia, por la calidad, por las relaciones humanas y por trabajar por unos objetivos de sostenibilidad, de poder crecer y, a lo mejor algún día, invertir en otros artistas. Lo demás para mí no ha sido nunca importante, y ahora lo es mucho menos.