La decisión de Solanas, aunque extrema, no fue gratuita. El año anterior al suceso, escribió el Manifiesto SCUM (siglas del acrónimo Society for Cutting Up Men Manifesto, la Sociedad para el exterminio de los hombres, en castellano) que, entre otras cosas, abogaba por "destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino". En un principio distribuía copias que ella misma había editado por las calles de Nueva York hasta que Maurice Girodias, editor de Olympia Press, decidió publicarlo y ella dio un paso hacia su objetivo de 'ser escritora'.
Después de entrar en The Factory, le entregó el manuscrito de su obra de teatro, Up Your Ass, a Warhol. Este le prometió que lo leería, pero lo único que hizo fue darle papeles en sus películas experimentales, dejarla pulular por su local y finalmente decirle que había extraviado su trabajo. Ella usó una pistola como respuesta.
Aunque el Manifiesto SCUM se ha convertido con el tiempo en un libro de culto, Solanas murió sola y en condiciones deplorables en una habitación horrible en 1988. Quizás sin el incidente de las balas, el texto habría pasado sin pena ni gloria. Pero sus actos tuvieron un valor simbólico que ha inspirado películas como I Shot Andy Warhol (Mary Harron, 1996), canciones como I Believe (Lou Reed, 1990) o Valerie Solanas - Stop Making People Famous (Los chikos del maíz, 2019), nombres de grupos musicales como The Valerie Solanas o libros como precisamente La facultad de sueños.
Antes de escribir su novela, Sara Stridsberg ya había traducido el Manifiesto SCUM al sueco porque pensó que esa poesía tan desobediente tenía que poder leerse en su idioma. Para ella, según declara a elDiario.es: "supone una sátira política clásica, como A Modest Proposal de Jonathan Swift, donde sugiere que los ingleses deberían comerse a los niños irlandeses, que es su forma de comentar la relación desigual entre Inglaterra e Irlanda en ese momento. Valerie Solanas describe a los hombres de la misma manera que ellos han descrito a las mujeres a lo largo de la historia: como un ser humano incompleto, no completamente desarrollado. Es una lección de historia tosca y divertida de las ideas políticas sobre hombres y mujeres, desde Platón hasta Marx".
La autora de La facultad de sueños afirma que tuvo la idea de la novela después de pasar varios meses en Camboya: "Veía pobreza y prostitución infantil a mi alrededor, en todas partes. Aquello me afectó profundamente y para siempre. Recuerdo que lloré todos los días de aquel otoño de 2002 en Phnom Penh". En ese contexto llegó a sus manos el libro de Solanas.
Para ella: "fue como entrar en un poema oscuro, un mundo de ciencia ficción, un laboratorio de humor… ella fue más poeta que política", sostiene. No pudo evitar preguntarse: "qué tipo de experiencias podría haber tenido una persona para terminar construyendo una utopía tan triste y una distopía tan ingeniosa. Lo que me conmovió e interesó fueron las paradojas de su carácter. Odiaba a los hombres pero trabajó como prostituta toda su vida. Era pacifista aunque trató de matar a otro ser humano. Una ultrafeminista sin contacto alguno con el movimiento de mujeres contemporáneo. La voz salvaje que proyectaba su manifiesto y sin embargo, su muerte solitaria en el barrio de Tenderloin de Nueva York en un albergue de beneficencia".
La de Stridsberg no es una novela al uso. La escritora define su libro como muy intenso y muy libre, casi maníaco y profundamente triste. "Mientras escribía, tuve la sensación de que hacía explotar la forma y el método de la novela. Dado que ya habían abusado de ella sexual e históricamente, no quería ser otro parásito de Solanas. Por eso hice al narrador tan visible y vulnerable en la historia como a la protagonista, aunque el narrador normalmente está disfrazado en una novela. Quería describir a Valerie Solanas sin destruirla, sin encerrarla en una jaula o en el ataúd del lenguaje".
Para despejar cualquier duda, especifica que la mayor parte de los hechos que se relatan son ficticios. "Es fiel a los latidos de su corazón y muy poco a los hechos históricos. Me repetía un mantra interno mientras escribía: 'Olvida todo lo que te enseñaron, nada de eso era cierto'. Quería darle todo lo que nunca tuvo. Una madre cariñosa, un amigo como Silky boy, una novia como Cosmogirl. La novela es un coro donde se pueden escuchar muchas voces de otras 'Valeries', otras solitarias", dice la autora.
Convivir con el personaje durante todo el proceso de escritura del libro fue toda una experiencia. Stridsberg comenta que fue aterrador y maravilloso. "Tomo prestadas las palabras de la artista francesa Louise Bourgeois para describirlo: 'He estado en el infierno y he vuelto y déjame decirte que fue maravilloso'".
Cuál es el lugar que ocupa Valerie Solanas en la historia del feminismo no es una pregunta que tenga una respuesta sencilla. Sus argumentos eran demasiado complejos y además consideraba a las mujeres del movimiento como unas cobardes vecinas ansiosas por complacer. "Como feminista satírica y escritora sí tiene un lugar. Se puede reflexionar sobre sus preguntas acerca del mundo sin encontrar una respuesta jamás. Es una lección de historia", afirma Stridsberg.
Tampoco es fácil resolver si el tiempo la ha tratado con justicia o no. Para la autora de la novela: "Ni el mundo ni la historia son justos. Cuando llegué al hotel Chelsea en Nueva York en 2005, siguiendo los pasos de Valerie Solanas [quien se había alojado allí en la época de la publicación del Manifiesto SCUM], me sorprendió ver cómo el personal del hotel aún sentían ira hacia Solanas, pero tenían fotos de Sid Vicious, que mató a su novia Nancy Spungen en el hotel, colgadas en las paredes".
Por su parte, Stridsberg se convirtió en un nombre relevante del activismo feminista en su país, más allá de su trabajo como escritora y traductora, cuando en 2018 renunció a sus obligaciones como miembro de la Academia sueca. La institución que otorga los Premios Nobel se vio envuelta en un escándalo de abusos sexuales y filtraciones que provocó que al menos diez de los dieciocho miembros tomasen la misma decisión que ella. Como consecuencia, en 2018 no se falló el premio Nobel de Literatura, aunque la ganadora finalmente fue Olga Tokarczuk, que lo recibió al año siguiente con Peter Handke, vencedor de 2019.
Para la autora tomar esa decisión fue difícil pero "en ese momento histórico y dramático fue necesario actuar para desarmar y desestabilizar el antiguo orden que había protegido durante mucho tiempo ese abuso de poder. Para un verdadero intelectual es difícil guardar secretos con implicaciones morales e ilegales, como escritor es necesario poder hablar. Y mi corazón siempre se ha puesto del lado de los impotentes, los abandonados, los abusados".