Memorias de la Europa autoritaria, 1945-2020 (Crítica) apunta a que los países que salieron de las dictaduras con una ruptura democrática han tenido una tarea más fácil y han logrado una resignificación más profunda.

"La ausencia de una ruptura en la Transición española", explica Núñez a elDiario.es, "impidió o retrasó una resignificación de los lugares del dictador Franco, como el Valle de los Caídos o el pazo de Meirás. También influyó que la derecha española no tuvo ni tiene una memoria pública democrática y que el PSOE impulsó en la Transición un cierto pacto del olvido acerca del franquismo".

Autor de varios libros sobre la España contemporánea, especialista en la memoria de las dictaduras y Premio Nacional de Ensayo en 2019 por la obra Suspiros de España. El nacionalismo español 1808-2018, Núñez Seixas propone una alternativa para el polémico Valle de los Caídos que pasaría por la desacralización de todo el recinto, una resignificación explicativa, honrar a las víctimas y respetar el derecho de los descendientes a retirar los restos de sus antepasados. No obstante, el historiador se muestra partidario de mantener la gigantesca cruz por su valor patrimonial. "El Gobierno y los expertos", comenta, "están barajando diversas soluciones, pero en cualquier caso el complejo debería ser un lugar de encuentro de afirmación de valores cívicos y un espacio para manifestaciones culturales y conciertos. De todos modos, habría que evitar con pedagogía democrática que el Valle de los Caídos se convirtiera en un punto de cita de nostálgicos de la dictadura".

A juicio del catedrático, el pazo de Meirás, que fue propiedad de la familia de la escritora Emilia Pardo Bazán hasta que fue regalado al dictador por las autoridades gallegas en la posguerra, debería albergar una exposición permanente, un centro de estudios e interpretación y un espacio para actividades culturales. Aunque la titularidad del pazo fue adjudicada recientemente al Estado por los tribunales, una sentencia del pasado día 20 de abril concede a los herederos de Franco los bienes muebles del palacete. "En los dos casos", afirma Núñez Seixas, "el Valle de los Caídos y el pazo de Meirás habrían de ser visitas obligadas para grupos escolares de las zonas próximas como un complemento a sus clases de Historia".

Este historiador formado en parte en Múnich, menciona una anécdota familiar a propósito de la necesidad del carácter didáctico que deberían proyectar los vestigios de las dictaduras. "Cuando mis hijas eran adolescentes", relata, "y acudían a una escuela pública en Múnich fueron con su clase a visitar el cercano campo de concentración de Dachau. Los estudiantes regresaron muy impresionados de aquella visita y desaparecieron a partir de entonces ocasionales comentarios de chavales descerebrados que hacen apología del nazismo. Por ello resulta imprescindible crear una cultura democrática en las nuevas generaciones".

Al hilo de sus reflexiones sobre el nazismo y la posterior desnazificación en la Alemania de las últimas décadas, Núñez Seixas manifiesta que el régimen de Hitler nos ha llegado estereotipado a partir del cine de Estados Unidos. "Hollywood ha insistido hasta la saciedad en un cliché", comenta, "y ha olvidado reflejar que el nazismo fue apoyado por muchas personas aparentemente normales que engrosaron su base social. En ese sentido, el cine europeo con películas como la alemana La ola ha ahondado más en las raíces del fascismo. Tampoco el cine español ha abordado mucho esa cotidianidad del franquismo sociológico, aunque hallamos algunas excepciones como la reciente La trinchera infinita".

A la hora de plantear alternativas para lo que Núñez Seixas denomina "lugares de dictador" no existen recetas mágicas ni soluciones universales aplicables en cualquier tiempo y lugar. Hay que considerar que algunos autócratas europeos se suicidaron (Hitler), otros fueron fusilados por sus adversarios (Mussolini, Ceausescu), murieron en la cama (Stalin, Franco, Salazar) o en otras circunstancias.

A pesar de estas diferencias históricas en los desenlaces vitales, Núñez Seixas expone en su libro que contamos con una serie de lugares de memoria vinculados de forma íntima a los dictadores que se repiten en la mayoría de los casos. "Podríamos distinguir cinco categorías", sostiene, "que se refieren a las casas natales, las tumbas privadas, las residencias oficiales, los mausoleos diseñados por el dictador para la posteridad, casos de Franco y Tito, por ejemplo; y, por último, lugares de culto integrados en iglesias y convertidos tras las muertes de los autócratas en espacios con un significado especial". No oculta por todo ello el catedrático que esa naturaleza variable de los "lugares de dictador" deriva en que son "en extremo maleables como objetos de remembranza pública y privada".

De cualquier manera, las soluciones democráticas tratan de evitar un auge del turismo negro (fascista) que ha provocado conflictos en países como Italia. "El objetivo último de políticas de memoria democrática", señala en su libro, "es evitar que esos lugares se conviertan en espacios de culto y peregrinación para nostálgicos de las dictaduras". En busca de esa meta la explicación histórica de esos monumentos y de su contexto, junto a su conversión en espacios públicos de educación en valores democráticos, debería orientar las actuaciones de los gobiernos. En esa línea, el futuro del Valle de los Caídos, del pazo de Meirás y de tantos y tantos vestigios de la dictadura franquista habría de estar marcado por esta filosofía.