Pero, tras esa visión clara, nítida, de los detalles del retablo de Nuestra Señora del Rosario, se esconde una historia mucho más enrevesada, compleja y, por momentos, verdaderamente increíble. Los avatares surrealistas de la obra artística —de un estilo gótico tardío, fechada a principios del siglo XVI— son solo comparables a la desidia española hacia su legado, que parece haber cambiado poco desde principios del siglo XX, cuando España era una auténtica almoneda artística, fruto de la codicia de unos pocos y la ignorancia de la mayoría de la población. Desde que el historiador albaceteño comprobó con sus ojos el origen de la pieza, en el año 2016, ninguna autoridad española ha movido un dedo para recuperarla. Y ello, a pesar de que el propio párroco de San Kunibert le comunicó entonces a Francisco Marco que no pondrían objeción a devolver la obra.
El relato arranca, como casi siempre, en unos viejos papeles. El arqueólogo y exministro valenciano Elías Tormo había recogido entre sus escritos la existencia de un antiguo retablo en la localidad de Caudete que, según el testimonio de un sacerdote, acabó perdiéndose, quemado en la guerra. Circunstancia imposible, como Francisco Marco comprobó en el Catálogo de los monumentos históricos y artísticos de Albacete, que el historiador sevillano Amador de los Ríos había publicado en 1912. En el documento —hoy digitalizado y en línea— se puede incluso encontrar una vieja tarjeta con la imagen del retablo gótico, y también la atribución al artista Antonio del Rincón. La obra, que se encontraba en el palacio de los obispos de Orihuela, había abandonado el lugar en 1909, fruto de una enigmática operación comercial, circunstancia que le permitió sortear la destrucción provocada durante la Guerra Civil española.
“Nunca he conocido a nadie de Caudete que llegara a ver el retablo”, reconoce el profesor albaceteño. Ni siquiera sus abuelos, porque las tablas se encontraban en un lugar inaccesible. En origen, la obra adornaba la ermita de Nuestra Señora del Rosario, que pasó a unirse físicamente con el mencionado palacio de los obispos de Orihuela —localidad de la actual y vecina provincia de Alicante— formando parte del mismo edificio. Y es que, hasta los años 50, cuando Caudete se integró definitivamente en la diócesis de Albacete, la región había pertenecido al Reino de Valencia. “Seguramente, el retablo lo trajera un obispo de Orihuela a Caudete, porque era el lugar más fresco de toda la diócesis; de hecho, los obispos residían aquí en verano para huir del calor de Alicante”, sostiene Francisco Marco.
En 2010, el historiador publicó junto Eva María Gil un artículo sobre la pintura del siglo XV en Caudete. Al ver en el documento la imagen del retablo, un investigador valenciano les comunicó que había localizado la tabla central en el catálogo de Lempertz, la casa alemana que lo había subastado en Colonia el 23 de marzo de 1909. Francisco Marco se atreve, incluso, a proponer la identidad del anticuario que lo habría llevado hasta allí: un tal Carol Svoboda, un comerciante original del Imperio austrohúngaro, domiciliado en Madrid.
Pero, ¿se encontraba actualmente el retablo en Colonia? ¿Se expondría en un templo, en un museo o formaría parte de una colección privada? Las repuestas a todas estas preguntas las guardaba un catedrático de Latín, vecino también de Caudete, que precisamente había dado clase en universidades alemanas y conocía la localización exacta de la obra de arte. Y con esta información tan conveniente es como Francisco Marco terminó de localizar las tablas, que se encontraban en una parroquia de Colonia… en la iglesia de San Kunibert. Aunque no completa, pues la pintura que decoraba el ático (la parte superior de la estructura) se había perdido por el camino, y hoy figura en paradero desconocido.
Para el historiador Luis Guillermo García-Saúco, uno de los mayores expertos en el patrimonio de la provincia de Albacete, “el retablo lo vendieron y afortunadamente salió de aquí, porque gracias a eso sobrevivió”. Lo curioso del caso, incide el experto, es que sorteó la Guerra Civil española para acabar en Colonia, donde un verdadero milagro salvaguardaría las pinturas. En efecto, si la región de Renania había quedado a resguardo de las bombas durante la Gran Guerra, Colonia sufriría entre 1939 y 1945 la casi completa destrucción de todo su patrimonio.
De hecho, la ciudad germana se convertiría en una de las más castigadas durante la II Guerra Mundial, cuando llegó incluso a registrar el récord de ataques aéreos sufridos por parte de los aliados, un terrible episodio que pasaría a conocerse como el de “los mil bombardeos”. Las imágenes, en blanco y negro, que hoy revelan tal devastación no solo producen escalofríos, sino que además suscitan inquietantes preguntas: ¿cómo pudo quedar en pie la célebre catedral gótica de Colonia, rodeada de edificios absolutamente desmoronados?
El mes de junio de 1943 fue especialmente dañino para el centro de la ciudad y también para los edificios que se asomaban a la ribera del Rin. Aquella ofensiva y la que se produjo en la recta final de la contienda, dos años más tarde, dejaron hecha añicos la basílica de San Kunibert. Las imágenes del antes y el después de los ataques muestran el contraste entre esplendor y ruina: apenas unos muros y parte de la torre se sostenían aún en pie. Si el retablo del Rosario de Caudete se encontraba en una capilla situada en el lado de la epístola (a la derecha del altar, mirando desde los pies del templo), que también había sido destruida, ¿cómo había podido sobrevivir a las bombas?
Aquella y otras preguntas fueron las que, en 2016, pudo formular el propio Francisco Marco a los feligreses que frecuentaban la basílica alemana. Aún sin documentos que lo sostengan, parece ser que los vecinos de Colonia evacuaron las obras de arte en refugios o en lugares apartados de la urbe, como en el campo. “En Colonia hay multitud de iglesias románicas, reconstruidas, que conservan intactas las obras originales en el interior”, destaca Marco. Un detalle que refuerza la teoría de la evacuación. Sería más complicado explicarlo de cualquier otro modo.
Cuando el profesor albaceteño regresó a Caudete con el hallazgo del retablo ya certificado bajo el brazo —unos datos que reuniría en un libro, publicado en 2018 por el Instituto de Estudios Albacetenses— llegó el momento de la decepción. Marco comunicó a las autoridades la existencia del retablo y la oportunidad de recuperarlo. “Esperaba que tanto la Diputación de Albacete como la Junta de Castilla-La Mancha hicieran algo más para traerlo”, reconoce el historiador. Incluso el alcalde de Caudete propuso entonces la reproducción de la obra a manos de un artesano de Elda (Alicante), proyecto que también terminó en agua de borrajas. Se estaba desaprovechando la oportunidad de repatriar una obra de arte española: “Había que negociar con el arzobispado de Colonia, pero el párroco de entonces me llegó a asegurar que él no quería el retablo para nada”. El historiador pudo recabar también el testimonio de Ruben Meyer-Graft, el restaurador que intervino en la obra en 1999, y que también se mostró entonces en una línea proclive a la restitución.
“El retablo es bastante bueno y, en su momento, yo le di la importancia que tenía”, defiende Luis Guillermo García-Saúco, quien lamenta que ni las autoridades ni los medios de comunicación se hayan comportado con el mismo entusiasmo. “La obra tiene su importancia y la escasez artística que existe en la provincia de Albacete hace que sea aún mayor”, insiste. Tanto el catedrático jubilado como el descubridor del paradero del retablo apuestan por un “depósito temporal”, una fórmula que permitiría cumplir las leyes de patrimonio y, al mismo tiempo, traer de regreso las tablas. “Veo interesantísimo que se intente recuperar, sobre todo tratándose de Alemania, que parece estar haciendo examen de conciencia en la actualidad”. García-Saúco se refiere a la política actual alemana, que apuesta por la devolución en casos de expolio o situaciones irregulares. Precisamente, esta podría ser la del retablo de Caudete, cuya venta fue “ilegal”, en opinión de Francisco Marco, pues “no hubo papeleo oficial de por medio para que la obra saliera”.
La desidia en el caso de Caudete puede responder a distintos avatares históricos. Para comenzar, Francisco Marco se hace eco de las complicadas circunstancias geográficas de una localidad “en tierra de nadie”, rodeada por cuatro provincias de tres comunidades autónomas diferentes. Una situación extraña para un pueblo de 10.000 habitantes en el que, por ejemplo, para varias veces al día el tren que une Alicante y Valencia, pero “no abre las puertas para dejar ni recoger viajeros, porque pertenece a una comunidad autónoma diferente a la nuestra”. Extravagancias que se reflejan también en que para llamar a Caudete (Castilla-La Mancha) haya que marcar el 965, prefijo de Alicante. O que la capital, Toledo, esté a casi 400 kilómetros, cuando Murcia se encuentra a poco más de 100. “Pertenecíamos a la Región murciana, pero en 1978 nos pasaron a Castilla-La Mancha y eso ha hecho mucho daño”, valora el profesor.
La situación de desinterés con respecto del patrimonio parece extenderse, no en vano, al conjunto de la provincia. “Albacete no tuvo riqueza y eso supuso que no hubiera grandes iglesias ni monasterios que propiciaran la creación artística; también ha faltado formación cultural, no se ha sabido valorar lo que había y con la Desamortización del siglo XIX desapareció prácticamente todo lo que teníamos”, analiza Luis Guillermo García-Saúco. Aún así, del pasado albacetense son testimonio dos obras reconocibles en la colección del Museo Arqueológico Nacional (Madrid): la dama oferente de Montealegre y la bicha de Balazote.
Y más allá de estos vestigios y de los que conserva el Museo de Albacete, García-Saúco destaca de la provincia la localidad de Alcaraz, un “foco artístico importante” donde se encuentra su extraordinaria plaza mayor, obra del arquitecto local Andrés de Valdevira (siglo XVI), o las recientemente descubiertas tablas del maestro renacentista Juan de Borgoña en una iglesia del pueblo. De ahí que —comprobado que Albacete no está sobrada de arte— la opción de recuperar un elemento del patrimonio local, como piden los expertos, parezca, no solo una opción deseable, sino también una oportunidad de hacer justicia. Alemania espera la llamada.