Y desde hace meses, también son actrices: forman un grupo teatral que representa La casa de Bernarda Alba, una de las obras cumbre del dramaturgo granadino Federico García Lorca. 

Entre escena y escena, las 14 mujeres que integran la compañía se sientan a conversar con elDiario.es sobre el proyecto que comenzó en pandemia y que, años después, cristaliza con cuatro representaciones de Bernarda Alba. “Vi por Facebook la convocatoria y lo pensé como terapia, nunca creí que íbamos a estar en el escenario”, comenta Maribel Pérez, de 37 años. Muchas de sus compañeras también pensaban que la convocatoria de un taller de teatro para trabajadoras del hogar se quedaría “en el Zoom”, el lugar en el que en 2020 se vieron por primera vez a través de la pantalla para comenzar a intercambiar experiencias.

Según datos de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, en el país hay 1,8 millones de trabajadores domésticos remunerados, el 88% son mujeres. En la capital, los salarios van de los 400 a los 600 pesos por día (20 a 40 euros), de acuerdo con el tabulador del Centro de Apoyo y Capacitación para las Empleadas del Hogar (CACEH). Sin embargo, estas remuneraciones no siempre se cumplen, apuntan varias de las entrevistadas, que mencionan un promedio de 200 pesos (10 euros) por semana para trabajadoras internas y 300 pesos (15 euros) por día para las externas, con tareas que incluyen desde la limpieza general hasta la cocina o el cuidado de los hijos. “Pueden pagar 150.000 pesos de renta, pero muchas veces a ti no te van a dar más de 300”, lamenta María Elena Victoria, de 47.

“El trabajo del hogar es difícil, trabajas en un lugar cerrado donde no hablas con nadie”, apunta Minerva Bautista, de 43 años. “En muchas ocasiones, eres como un mueble de la casa, los empleadores no preguntan por ti”. Todas afirman que el teatro les ha ayudado a creer más en ellas mismas, algo muy importante cuando se dedican a un oficio donde “a veces nos pisotean la dignidad”, como señala Adriana Vargas, de 50 años. “A cada una le ha aportado algo para sanar”, añade Maribel Pérez. No obstante, Lorca y el teatro han terminado por ser para ellas mucho más que una terapia.

Cuenta Stefanie Weiss, directora de La Casa del Teatro, un centro de referencia para la formación actoral y la pedagogía teatral que abrió sus puertas en 1991, que la idea de crear un grupo compuesto por trabajadoras del hogar surgió tras una función de la compañía La Cachada, integrada por actrices salvadoreñas que durante muchos años se dedicaron a la venta ambulante, y a la que acudieron miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar. “Entonces, una de las espectadoras se me acercó y me preguntó si había un espacio similar en México para trabajadoras del hogar. Y me comprometí a crear un taller de teatro”, explica a elDiario.es, en el descanso de uno de los últimos ensayos previos a la tercera representación de Bernarda Alba.

“Quienes nos formamos en esta institución creemos que teatro es un derecho de la sociedad, no es un lujo burgués y accesorio”, prosigue Weiss. Por eso, en plena pandemia, La Casa del Teatro abrió una convocatoria a nivel nacional para trabajadoras del hogar, con colaboración de la fundación SERTULL y el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar. Durante los primeros meses, el grupo solo podía encontrarse en línea. “Comenzamos con la construcción de biografías colectivas a partir de la memoria, una metodología que iniciaron feministas en la Alemania de los años 70”, relata Weiss. 

En estos encuentros, muchas integrantes del taller tomaron conciencia de que no estaban solas. Pusieron nombre a violencias que sufrían en el entorno laboral o familiar, las reconstruyeron y las narraron en conjunto. “Trabajamos mucho sobre los derechos humanos, laborales y culturales, sobre cuestiones de género y explotación laboral”, asevera Weiss. “Las herramientas actorales que les proporcionamos también comenzaron a tener un impacto en la vida cotidiana, en sus trabajos y con sus familias: levantar la mirada, pararse derecho, mirar el mundo desde un cierto lugar, la imaginación…”, añade Patricia Yáñez, coordinadora académica de la institución y directora de la obra junto a Weiss. 

Y entonces llegó el momento de interpretar una ficción. “Para mí era muy importante que desarrollaran su potencial como creadoras”, apunta Weiss. Y pensó en Federico García Lorca, “porque en México nos gusta mucho por su sensibilidad y por su visión pedagógica con proyectos como La Barraca”. La casa de Bernarda Alba, una tragedia en tres actos sobre la opresión patriarcal en la España profunda, fue la obra escogida porque de alguna manera hacía “puente con la vida de estas mujeres”, opina Yáñez. “Aquí en México también siguen a la orden del día estos temas: la relación conflictiva con la madre, la dominación de los hombres, la represión sexual… estamos en un proceso de nombrar esas violencias conscientemente, pero Lorca ya las mostraba”.

Solo algunas de las actrices entrevistadas conocían inicialmente a Lorca, a muchas solo “nos sonaba el nombre”. Pero la obra, que comenzaron a ensayar en agosto, las conmovió profundamente. “La primera vez que la leímos, paso por paso, fue muy impresionante, y también saber sobre su vida”, recuerda Genoveva Rodríguez, de 44.  Ahora han hecho suyos los personajes, desde la rebelde Adela hasta la servicial pero astuta Poncia. “Ya somos lorquianas”, asevera una de ellas, compartiendo el almuerzo con sus compañeras mientras se turnan para repasar algunas escenas, y todas ríen. “Todavía en este siglo hay muchos Pepe el Romano, pero vamos a hacer que desaparezcan; no podemos permitir más Pepes y más Bernardas”, prosigue Rodríguez.

Las dos primeras funciones, en diciembre, fueron un éxito. Por primera vez, se subieron a un escenario y vinieron a verlas sus familias, amigos, desconocidos e incluso sus empleadores. “Lorca nos ha dado la oportunidad de levantar la voz, de que hagamos comunidad, también tenemos sueños y los queremos transmitir”, recalca Adriana Vargas,  y el resto asiente. Dicen estar nerviosas porque se enfrentan a dos nuevas representaciones, las últimas. Pero su incursión en el teatro no termina aquí: en los próximos meses comenzarán a desarrollar un nuevo proyecto, esta vez retomando los talleres iniciales y poniendo en escena sus propias vivencias. “Hay que recordárselo al público, las trabajadoras del hogar tenemos dignidad y proyectos de vida”, concluye Minerva Bautista, antes de que todas corran a cambiarse para el ensayo general.  Una vez más, en este rincón de la Ciudad de México, la magia lorquiana está a punto de comenzar.