Lamenta la situación de diglosia, del español sobre la lengua del pueblo amazigh, la superioridad del mundo occidental, y que aún se extrañen, fuera de Melilla, de lo bien que habla español. “Es que soy español”, les contesta. Español de origen amazigh.
Cuando yo llegué a Melilla, donde viví unos años, pregunté cómo el tamazight no era también lengua oficial. Me miraron con extrañeza, llevaba la inocencia del recién llegado, compraba agua a Driss, al que también llamaban Andrés. Hammú bromea y dice que algún Mohamed terminó aceptando ser llamado Jaime. Mi jefe en el periódico era Mustafa, no Mustafá, como tendemos a tildar la palabra en la península, que tan poco y tan mal mira a Melilla, la diminuta gran desconocida.
Hammú lamenta que la ciudad mire al mar Mediterráneo buscando un horizonte que no le corresponde en lealtad emocional. El tamazight, aunque es fundamentalmente una lengua oral de más de mil cuatrocientos años, se escribe de izquierda a derecha, al contrario que el árabe. El tamazight es de origen camita, mientras que el árabe es de origen semita, como el hebreo. Puede que haya personas en Melilla que reciten el Corán de memoria, como un canto, sin conocer su verdadero mensaje. Porque el tamazight no es árabe. Hammú ya no vive en Melilla, pero es melillense y, por tanto, español, que hablaba tamazight con sus padres. Como ya murieron y ahora él vive en Moguer, se encuentra a veces hablando solo en su lengua familiar, como un modo de recuperar la niñez, la casa.
El idioma oficial de Melilla es el español, así como la lengua vehicular en los colegios. La ciudad tiene una tasa de abandono escolar superior a la del país, que ya es superior a la europea, y buena parte de este abandono comienza en el origen.
Elvira Molina, profesora de la Universidad de Granada y exdocente en Melilla, donde vivió 14 años, recuerda cómo al inicio de las clases se decía de los escolares de origen amazigh: “Estos niños no saben hablar”, cómo esa frase resonaba en su cabeza. No sabían o no querían hablar, pero en español, precisaban un entorno que no les recordara que hablar su lengua estaba prohibido. Puso en marcha el proyecto Alehop para facilitar la confianza en el aula. “No puedes obligar a hablar a nadie. Lo único que puedes hacer es crear un ambiente que motive que los niños te quieran contar cosas y, si te quieren contar cosas, te lo van a contar de la forma que sea”. Insiste en la importancia de considerar que la lengua es más que la grafía. Recuerda cómo un niño que no hablaba empezó a hacerle cosquillas, tras ella acariciarlo. Explica que, a través de retahílas sencillas para abrir el apetito por la lengua, todos se sienten parte de la misma canción y aprenden el idioma aceptado institucionalmente. En una parte del proyecto, los escolares hacían de maestros, enseñaban a Elvira su lengua amazigh, comprobaban que su torpeza no era única, que todos somos niños en una lengua extranjera. Dejaban de sentirse incapaces.
Iwa, en tamazight, es un saludo, como un modo de decir “hola, ¿qué tal?”, y el nombre del festival que se celebra en septiembre, en el que la cultura amazigh es la protagonista. Dice Hammú que el pueblo amazigh no tiene una palabra para el Mediterráneo, pero que en árabe significa “el mar blanco de en medio”. El blanco es el color del luto para los musulmanes, aunque insiste en desvincular la nacionalidad de la religión.
En el Mediterráneo cayó la madre embarazada de un niño que llegó del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes al colegio, estando Elvira de maestra. Al principio, solo era un negro al que los otros niños no querían tocar. Al terminar de contar su relato, más con gestos que palabras, le dijeron: “¡Tú eres un héroe!”.
El español que se habla en Melilla es muy andaluz; de hecho, la ciudad autónoma perteneció administrativamente a Málaga. Pero también hay mucho funcionariado y periodistas de toda España, por lo que, en un sitio tan pequeño, pueden escucharse acentos muy distintos. Quien en Melilla ha vivido ya no ve a Melilla como el resto de los españoles, tan desconocida, tan lejana; y sabe que cirila es una horquilla, que ziriguizo es como se le llama a la rayuela, que Melilla antes fue nombrada Rusadir, que no es el lugar que se asalta a través de una valla, sino el faro al que llegan muchos en busca de esperanza.