Son el peligro máximo”.
Para la protagonista de su nueva novela, Ocaso y fascinación (Penguin Random House), dormir en la calle se convierte en una necesidad. Su trabajo no le da para pagarse un techo bajo el que dormir. Le echan de la habitación que habitaba hasta entonces y, en ese contexto, empezar a limpiar hogares se torna en su salvación. Un oficio que Baltasar también ejerció durante dos años, en los que le sorprendieron “las mil historias que cada casa sabe y quiere contar”.
La autora del tríptico sobre la maternidad compuesto por Permafrost (2018), Boulder (2020) y Mamut (2022), regresa ahora con un libro atravesado por la precariedad, la soledad y los tantos 'invisibles' que copan las ciudades.
¿Cuánto dicen las casas de quienes habitan en ellas?
Esto es algo que descubrí los dos años que trabajé como mujer de la limpieza. En tu casa entran tus amigos, tu familia e igual, algún día, el fontanero. Pero de forma asidua, la única persona externa que se adentra es quien limpia. De hecho, si vienen invitados, te encargas de apartar y esconder todo aquello que molesta o es sospechoso, o de lo que directamente te avergüenzas.
En cambio, cuando va ella, nadie toca nada. Eso hace que termines descubriendo las mil historias que la casa sabe y te quiere contar. Accedes hasta la intimidad y llegas hasta la mesilla de noche. Por eso cuando el personaje de Trudi le enseña el oficio a la protagonista, le dice que salvo que aparezca un muerto; todo lo que se va a encontrar entra dentro de la normalidad.
Comprarse una casa se ha convertido en una misión casi imposible. ¿Existe alguna solución? ¿Va a tocar repensar otra forma de vivir porque nadie va a tener acceso a una vivienda digna?
No sé lo que va a pasar ni tengo la solución, pero lo que está claro es que es necesario un cambio de paradigma, porque no es solo la casa. El modo que tenemos de vivir es insostenible. Estamos agotando los recursos, contaminando todo. Hay muchos científicos que dicen que hemos entrado en la séptima gran extinción. Nos vamos a extinguir, pero ya que estamos aquí, una forma de igual no revertir, pero sí de acompañarnos mejor; sería un cambio de paradigma drástico. Salir del paradigma tecnológico, científico y capitalista tan llevado al extremo, y girar la mirada, que es lo que hace al final la protagonista.
La protagonista dice que “la ciudad es sanguinaria, fabrica solitarios y les obliga a convivir”. Los cambios han de partir de algo colectivo, pero cada vez estamos más individualizados.
Totalmente, estamos aisladísimos. Ella se pregunta en qué momento dejó de compartir piso con amigas para hacerlo con desconocidos. Estamos en una sociedad que por una parte nos lleva a estar muy disociados y sin red. Cada vez más solos. Pero por contra, no podemos vivir solos. La sociedad nos obliga a convivir de manera anómala, con gente que no es de tu clan. Y no digo que no surjan historias que puedan ser muy bonitas, pero hay muchísima gente, y no solo jóvenes, que se ve obligada a vivir con personas con las que no viviría. Hay gente que no tiene amigos ni familia.
El personaje de Trudi es hacia donde deberíamos ir. Esa persona que, partiendo de una situación precaria, ha sabido crear su trinchera. Tiene su trabajo y su piso, currando un montón. Ella es quien tiende la mano de forma totalmente desinteresada. Esta gente son nudos importantes dentro de la red.
Tampoco quiero ver a la protagonista como una víctima, tratarla de: “Pobrecita, está fuera de la red, el sistema la ha escupido”. Porque no, los escupidos forman parte del sistema. No están fuera, están dentro. El sistema está formado también por ellos.
Vivimos en una sociedad en la que cada vez estamos más solos. Pero por contra, no podemos vivir solos, se nos obliga a convivir de manera anómala
La precariedad y cómo la hemos naturalizado es otro de los temas que atraviesa la novela. ¿Hay que tener miedo a poder acabar durmiendo en la calle, incluso teniendo trabajo?
No deberíamos tener miedo, pero es algo posible. La inseguridad se ha generalizado; y normalizado, que es peor incluso. Esto es algo que ya se ha dicho, pero es que nuestra sociedad tiene cada vez más rasgos de sociedad medieval en la que hay una pequeña casta que lo controla y dirige todo, que tiene concentrados el poder y la riqueza. Luego hay una gran masa, cada vez más homogénea y empobrecida, que está a lo que le echen. Y como estamos tan aislados, estamos hirviendo en esa sopa que no se termina de hacer.
Todo es tan precario. Tienes un trabajo de mierda, de media jornada, en el que hoy estás y mañana igual no. Te dicen que en dos meses te volverán a contratar y que te lo tomes como si fueran unas vacaciones. Y no, las vacaciones son pagadas. Lo otro es estar malviviendo al día, sin poder ahorrar, en una habitación realquilada o compartiendo. Te puedes encontrar en la calle teniendo un trabajo tan precario que sí, puedes ir al supermercado y comprarte algo de comer, pero no te da el sueldo para pagar un techo en una gran ciudad como Barcelona o Madrid. Esto es de una injusticia y de una inmoralidad brutal, y está normalizado. Y encima, si te pasa, la responsabilidad es tuya.
Puedes tener un trabajo tan precario que no te dé para pagar un techo en una gran ciudad como Barcelona o Madrid. Esto es de una injusticia y de una inmoralidad brutal, y está normalizado
¿Sirve de algo estudiar una carrera universitaria?
Hubo un momento en el que igual sí, pero ahora no. Vas a un Decathlon o a donde sea, y está lleno de abogados vendiendo zapatos. Es lo que hay. Una carrera no te asegura nada. O si te lo asegura, en mi caso que soy pedagoga, igual puedo encontrar como la protagonista, en una ludoteca, por 400 euros. Una carrera no es garantía de nada, igual es hasta mejor aprender un oficio. Lo importante es encontrar algo que te apasione y te guste e ir hacia allí, pero sin tampoco perseguir forrándote. Ama lo que estés haciendo.
Yo nunca pensé en ser escritora y menos en vivir de ello, y aquí estoy. Y si un día no lo estoy... Si tengo que escoger entre trabajar en un colegio con las condiciones en las que están los profesores, que no pueden hacer bien su trabajo aunque quieran y tengan todas las capacidades y la ilusión, igual vuelvo a limpiar.
En el libro se despide de la maternidad que abordó en su tríptico sobre este tema. ¿Hasta qué punto generamos apego a los trabajos?
Nos apegamos muchísimo al trabajo y nos acostumbramos a sufrir, es muy fácil hacerlo. Aunque no te guste, te vas acostumbrando y casi no lo notas. Luego no te tomas el tiempo para parar y decir cómo quieres vivir, qué quieres hacer realmente. A veces actúa el miedo a que si dejas algo te vayas a quedar sin nada, pero hay que vencerlo si realmente apuestas por otra cosa.
Lo veo mucho ahora, con los teléfonos móviles. Los chicos no saben estar solos. Si lo están o se aburren, en seguida cogen el móvil. Y al final esa es una forma de salir de ti e ir hacia otro lugar. Pero si no sabes estar contigo, tampoco te conoces. Y si no te conoces, ¿cómo vas a saber cómo quieres vivir tu vida? Vas a ser un robotito. A nivel de conciencia es superbajo.
Nos apegamos muchísimo al trabajo y nos acostumbramos a sufrir
Precariedad, tener o no casa, ¿cuánto forzamos al cuerpo y en qué medida le afecta? ¿Nos estamos cuidando? ¿Podemos permitírnoslo?
No sé si nos sabemos cuidar. Hay una apología del cuidar el cuerpo muy discutible. Tener el cuerpo cuidado no es lucir, tener los músculos o la cintura bien marcados, ni las dietas. Cuidar el cuerpo es darle los alimentos que necesita, descanso y placer. Esto no tiene nada que ver con lo que nos venden.
Hay un momento en el que la protagonista se da cuenta de que el cuerpo es la herramienta más primitiva con la que nacemos. Y no hay problema en que lo sea si trabajas con tu cuerpo como una persona que limpia, un carpintero o un leñador y el trabajo lo va modelando; el tema es que muchísimas veces no hay tiempo para cuidarlo y ni se nos enseña.
¿Cuánta gente se da atracones por todo el estrés que hay detrás? Hemos creado una sociedad donde a nivel mental estamos también tan enfermos que, ¿cómo vas a cuidar tu cuerpo? Es imposible con la ansiedad, el estrés, el vacío y las tristeza que llevamos dentro. O es ese falso cuidado, que es falsa apariencia. Conozco poca gente que cuide bien su cuerpo. Yo lo intento pero la vida me sabotea por todas partes, es triste. Tengo dos hijas y están preocupadas por su físico, pero no por encontrarse bien, sino para ver cómo lucir bien. Intento trabajar en ese sentido, pero es difícil porque todo va a la contra.
¿Cuánta gente se da atracones por estrés? Hemos creado una sociedad donde a nivel mental estamos tan enfermos que cuidar el cuerpo es imposible con la ansiedad, el vacío y la tristeza que llevamos dentro
En su visita a Madrid esta semana, Salman Rushdie defendió que “la literatura no tiene poder para cambiar el mundo”. En su caso, ¿qué repercusión cree que tiene lo que escribe?
Lo que tiene de bonito la literatura es que promueve la reflexión y el debate, aunque sea interno. Yo misma me he encontrado libros que no me han cambiado la vida pero me han hecho pensar y, a partir de ahí, igual he hecho cosas diferentes. Sí que la literatura tiene un gran poder. Te muestra otros mundos posibles, gente con la que te puedes identificar más o menos, pero que en determinados momentos toma decisiones que van hacia lugares quizás ni imaginabas que se podía ir. Y al verlo, tu cerebro lo crea. Y si es capaz de hacerlo, puedes seguirlo.