Esta autora comenzó a investigar sobre cultura musical en foros online durante su adolescencia, buscando los referentes feministas y queers que no encontraba en la prensa española de la época. Unos años después convirtió esa inquietud en una tesis que ahora publica a modo de ensayo en la editorial Dos Bigotes bajo el título Fucked Feminist Fans. Los orígenes del #MeToo desde la cultura pop musical.
Este ensayo, como la misma autora manifiesta al inicio de su obra, es una reflexión archivística y sobre la recuperación de una memoria histórica. Una memoria que considera la importancia de reflejar cómo los medios de comunicación, y ahora también las redes sociales, han moldeado el imaginario colectivo sobre la participación de mujeres y disidencias en la música. Y no solo la participación, sino también nuestro acercamiento a estilos y artistas musicales.
Una revisión que nos permite rastrear cómo los “chicos de fraternidad” del Woodstock´99 que convirtieron el festival en una celebración de la misoginia, la violencia sexual y la supremacía blanca son un reflejo de la fachoesfera del presente: cómo los ataques de prensa y público a Miley Cyrus funcionan de forma similar a los que recibió Zahara, y como FEMEN o Las Tesis guardan similitudes con las riot grrrls. Tras este viaje comprobamos que al igual que las olas de conservadurismo, misoginia, violencias sexuales y discursos de odio se mueven de forma cíclica también lo hacen los feminismos y su impacto en las culturas mainstream y underground.
En su libro hace una revisión exhaustiva de hemerotecas, especialmente de medios anglosajones, ¿cuál es la importancia de las hemerotecas y su revisión?
Yo insisto en que los medios tienen una responsabilidad de hacer revisión de la hemeroteca especialmente a la hora de dar una noticia. Por ejemplo, en el libro muestro cómo se han ocultado denuncias públicas y parece que no se recuerdan cuando salen nuevos casos, por ejemplo en los noventa el New York Times ya se había hecho eco de denuncias a Marilyn Manson y Harvey Weinstein.
Si borramos las hemerotecas, porque con las hemerotecas ocurre lo mismo que con la historia, se va a volver a repetir o te va a salir alguien diciendo que esto es nuevo, que son casos aislados o que es por culpa de los videojuegos, o lo que les apetezca decir, y las hemerotecas te demuestran que eso es mentira, que esto ya estaba, y que en muchas ocasiones se podría haber evitado.
También hay que decir que ha habido una ruptura total de las hemerotecas, de la exclusividad de las hemerotecas. Gracias a las redes sociales e internet, tú puedes acceder a todas las que estén digitalizadas, que son muchísimas, pero también hay foros o cuentas en Instagram que recuperan la estética y cultura de una época. Puedes acceder a cosas que antes solamente lo podías hacer si trabajabas en un medio de comunicación o si te dedicabas a la archivística y esto tiene muchísima importancia especialmente para las fans que somos las primerísimas investigadoras.
Va mostrando a lo largo de su investigación el papel de la prensa en la normalización de la misoginia y el sexismo hacia las artistas y la invisibilización del colectivo LGTBIAQ+ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Intersexuales, Asexuales y Queers) y pone el ejemplo de la construcción de las etiquetas “groupie” y “girl band”. ¿Cómo se arrastran los efectos de estas etiquetas hasta nuestros días?
Al fin y al cabo estas etiquetas, y la prensa musical en general, son construcciones culturales que se crean y lo hacen dentro del sistema heteropatriarcal en el que vivimos. La creación de un perfil concreto femenino dentro de la industria musical como son las groupies y su sexualización ha arrastrado misoginia y sexismo pero también la normalización del abuso, tanto sexual, como de poder, como a menores.
En el caso de la diferenciación entre las etiquetas “girl band” y “boy band” se ve la infantilización de las creaciones de mujeres: una girl band es cualquier tipo de agrupación musical integrada por mujeres independientemente del género, se entiende que es casi como un género musical en sí mismo. En cambio, para los tíos sí que se habla del género musical al que se dedican, es un grupo de punk o un grupo de rap, por ejemplo, y la boy band se limita solo a los hombres que bailan y cantan. Entonces, claro, eso ha llegado hasta nuestros días y ha sido una limitación a la hora de que muchísimas tías se adentren en la industria musical o monten un grupo, porque da igual, siempre van a ser el “grupo de chicas” mientras que si eres hombre blanco cis hetero puedes sentir que vas a petarlo.
La industria y la prensa musical da unos papeles concretos a las artistas, como por ejemplo el de solista, pero también establece posibilidades de representación limitadas dentro de esos papeles y castiga si se salen de ese papel como le ha pasado a Miley Cyrus o a Aitana más recientemente ¿qué implicaciones tienen estas limitaciones?
Las limitaciones también son una cuestión política porque cuando te limitan te están coartando la imaginación de otras existencias, también te pueden hacer creer que estás sola o que no puedes hacer otra cosa y o te acostumbras o ya hay un momento en el que ves que no cuadra. Es lo que pasó un poco con las riot girrrls que criticaron toda esa representación de la feminidad estereotipada de los medios de comunicación a través de su música y a través de proponer otro tipo de representaciones.
Si tú no pasas por el aro, tú no llegas al mainstream siendo una mujer o siendo una artista LGTBIAQ+. Yo entiendo que algunas deseen tantísimo dedicarse a esto y tener su carrera profesional que pasan por el aro mientras otras directamente pasan por el aro porque son parte del aro y del sistema. Pero yo también abogo por que cuando alcanzas cierta fama puedes pasarte por el forro estas limitaciones y de repente sacar otro tipo de proyección tuya o de tu propia identidad y derribar un poco esas limitaciones desde dentro de la industria. Pero es un asunto complejo y hay que ir con cuidado porque dentro del mainstream también puede haber mucho de pink washing, de dar una falsa imagen de liberación, una falsa imagen de conciencia feminista, una falsa imagen de activismo.
También es que a las artistas no se les ha permitido la transgresión mientras que ellos podían ser el “chico malo”, el “punky” o el “artista político”, ¿no?
En el mainstream directamente es que no se les ha permitido ser subversivas. ¿Por qué? Porque tienen que proyectar una imagen y se les permite ser subversivas pero hasta un punto, como producto. Y en el underground no lo consiguen porque tiene unas dinámicas machirulas que te hacen sentir todo el rato que no es tu sitio pero el enfrentamiento es diferente, más a cara de perro.
Al fin y al cabo, el mainstream educa y educa mucho más que el underground pero porque al final estás todo el día tragando mainstream pero se dan las mismas dinámicas sexistas en el mainstream que en el underground. Pero en el underground parece que queda mal decirlo.
¿Cuál es la relación entre los feminismos y la música?
Los feminismos y la música se retroalimentan. La música es creada por gente que forma parte de la sociedad, que expresan a través de la música sus quejas y su rabia en un mundo en que a las mujeres, a las personas LGBTIAQ+ y a las personas racializadas no se les deja rabiar. Nos quejamos porque vivimos en un sistema cis hetero patriarcal y da igual que lo expreses a través del reguetón o del punk, porque el punk no tiene la exclusividad de la rabia. Entonces al expresarse a través de esa creación, en este caso las artistas musicales, influyen a más gente porque hay personas que se pueden sentir representadas y a su vez ese público influirá en las artistas, es un círculo de retroalimentación especialmente para las nuevas generaciones por el impacto de las redes sociales.
Este impacto de las redes sociales ha sido muy grande también para esta relación porque ha contribuido a romper una manipulación de décadas de la prensa para que no saliera contenido feminista o que se considerara abiertamente feminista. Por eso en las primeras dos décadas de los 2000 ninguna artista se atrevía a denominarse feminista y de repente Beyoncé aparece con el cartel de “FEMINIST” en 2014. El feminismo también es una cuestión que se aprende, pero sí que ha habido una limitación, sí que ha habido una prohibición en ese aprendizaje.
El análisis del Me Too en las industrias culturales, musicales y del entretenimiento es algo que trabaja en todo el libro, ¿podemos ir haciendo un análisis de los resultados que ha tenido para estas industrias?
Con esto hay que tener cuidado. Ha tenido un impacto social: hemos salido a la calle, nos hemos movido. Un impacto en las industrias musicales, culturales, en la academia, en el fútbol, no lo ha tenido. Esto no quiere decir que de repente no se les haya colado, por ejemplo, algún discurso en un guion un poco más feminista, un poquito más concienciador... Quiero ver yo cómo vamos de aquí a un año con Carlos Vermut, es que no hay que confundir que haya una denuncia pública a lo bestia con un cambio. La denuncia en sí ya es un cambio sí, pero hay unas relaciones de poder y unas jerarquías que no se han tocado.
Yo creo que si hacemos una cronología, que es lo que hago en la segunda parte de mi libro, podemos decir los casos que ha habido pero si nos sentamos y decimos qué ha cambiado, ha cambiado la conciencia social, ha cambiado la conciencia de la denuncia, el miedo ha cambiado de bando, tirando un poco de Gisèle Pelicot, pues un poco sí, al menos para las que denuncian. Yo creo que ese es el único cambio real porque dentro de la industria, del trabajo, no ha cambiado. Hemos cambiado muchas, pero no hemos cambiado las industrias.
¿Quiénes son las “Fucked feminist fans”?
Pues todas las que nos quejamos, yo creo, las que no estamos cómodas habitando en el mundo en el que estamos y necesitamos buscar referentes. Es eso: quejarte, rabiar, odiar al heteropatriarcado y ser muy fan de la cultura pop.