No es una novela ideológica, aunque se fraguase en un octubre traumático para su autor. Terra Alta es thriller, es western y es drama. Pero nace de un puño duro y de una mente posicionada ante un conflicto donde todo el mundo clama equidistancia. Fuera de la cubierta del Planeta, Javier Cercas cede a medias y habla sobre el procés.
Empezando por el título, ¿qué particularidades encontró en Terra Alta para convertirlo en el escenario de este thriller?
Terra Alta es un lugar apartado y bastante desconocido incluso para los catalanes. Para mí, totalmente desconocido. Cuando llegué allí para documentarme para El monarca de las sombras me quedé deslumbrado. Es un sitio abandonado, relegado y árido de la Catalunya pobre, que yo le digo.
Yo encontré en Terra Alta una especie de patria, pero en el sentido cervantino de la palabra, no el moderno, político, tóxico y venenoso de ahora. Para Cervantes era un lugar pequeñito, donde tú tienes gente que te quiere y a la que tú quieres. La patria, como diría Voltaire, es allí donde me siento libre. El caso es que un día me forzaron el coche y fui a su comisaría, donde me atendió un mosso que me dijo: "Qué raro, si aquí nunca pasa nada". Eso se convirtió enseguida en un leit motiv del libro.
Otro escenario, aunque secundario, es el del procés catalán. ¿Por qué decidió incluirlo?
Yo tenía la idea en la cabeza desde el encuentro en la comisaría de Terra Alta. Me pregunté qué pasaría en un sitio donde nunca pasa nada y además le pasa a un tipo, un urbanita, que ha encontrado allí su patria en el sentido de Cervantes. Dejé la idea flotando y en ese momento estalló el otoño catalán de 2017. Durante este periodo yo dejé de trabajar, lo dejé todo, no escribí nada por primera vez en toda mi vida.
Durante esos tres meses me dediqué a contestar a periodistas de fuera y a escribir en prensa extranjera sobre lo que estaba ocurriendo aquí en Catalunya, donde vivíamos una verdadera tormenta de mentiras. Una inundación de mentiras superior a la del Brexit. Me dediqué a angustiarme, básicamente. Cuando pasaron esos tres meses y regresé al libro, era una persona distinta. Lo que vivimos entonces nunca lo había experimentado y no volveré a experimentarlo.
¿Cómo le transformó?
Hubo miedo, desconcierto, rabia e incredulidad. Josep Fontana, el patriarca de los historiadores catalanes y hombre abiertamente independentista, habló de un clima prebélico. Creía que nunca vería Catalunya, una de las sociedades más privilegiadas del mundo, partida a la mitad y sumida en una atmósfera peligrosísima. Me cambió como persona y como escritor, porque los escritores no vivimos fuera del mundo. Yo nunca había vivido la Historia con mayúsculas, y aquello lo fue.
Son conocidas de sobra sus opiniones sobre el procés. ¿Teme que incluirlo como telón de fondo puedan afectar a la percepción de la novela?
Yo, como persona soy una cosa y como novelista soy otra opuesta. Como ciudadano, en situaciones extremas, no tengo más remedio que tomar partido. Por ponerte un ejemplo, en 1936 yo hubiese dicho no al golpe y sí a la República. Punto y aparte. Cuando una sociedad democrática se rompe no se puede ser equidistante.
Usted no vivía en 1936, pero el octubre catalán ocurrió hace dos años.
Está bien. Dicho de otra manera: en octubre del 2017 no se podía ser equidistante. Ahora no se puede ser equidistante. Es inmoral ser equidistante cuando hay unos señores que no respetan la legalidad democrática. Eso como persona. Como escritor, es una obligación ser equidistante.
No tenemos ni idea de qué ideología tenía Shakesperare y por eso es útil la literatura, porque no opera como la vida y no pretende serlo. En cuanto se lo propone, deja de ser literatura y se convierte en propaganda o en pedagogía. Es una paradoja fundamental. Los novelistas tenemos prohibido resolver las preguntas que nosotros mismos planteamos de forma taxativa.
¿Cómo logra, siendo una persona abiertamente política, aparentar ser equidistante con un conflicto tan reciente y que le afecta a nivel personal?
Si alguien leyese Terra Alta sin saber que soy yo y adivinase mi pensamiento sobre la crisis catalana, sería una mala novela. Lo que pasa es que los escritores somos recicladores de basura. Es decir, lo bueno no sirve para nada. La felicidad es muda. Nosotros trabajamos con el conflicto. Somos alquimistas que transformamos el hierro en oro, y para eso el mejor material es la división y la discordia.
En el fondo, tendré que agradecer que haya ocurrido esto. Porque yo necesitaba reinventarme como escritor y la Historia vino en mi ayuda. Me refiero a octubre de 2017, que fue el momento crucial. Lo que estamos viviendo ahora no se parece a eso. Aquello era mucho más peligroso. Muchísimo.
Es una idea que repite mucho, pero las imágenes actuales infieren lo contrario. ¿No ha terminado de encender los ánimos la sentencia del procés?
Os equivocáis. Lo de ahora es muy espectacular, hay fuego y hay cortes de carreteras. Os equivocáis por motivos que podría explicar, pero no es el caso. Sigamos con lo nuestro.
¿Eso cree? Al fin y al cabo, seguimos hablando de su novela.
Es muy sencillo. Los dos meses cruciales empezaron con el 6 y el 7 de septiembre, cuando se rompe la legalidad, se deroga el Estatuto de Catalunya, se viola la Constitución, la ley internacional y quedamos a merced de unos tipos que no se sabe a quién obedecen ni qué pueden hacer. Siguieron con el día 26 en el que se declara la independencia y se aplica el artículo 155. E, instantáneamente, el clima fue otro.
Inspirador para usted, por lo que ha dicho.
Cuando me puse a escribir este libro, yo estaba feliz. Fuera seguían pasando cosas, claro, seguía la crisis y no se sabe cuánto va a tardar en arreglarse. Romper una sociedad es muy fácil pero volver a unirla es muy complicado. Porque, cuidado, cuando la Historia llega con mayúsculas no se queda fuera ni en los titulares de los periódicos. Se te mete en casa.
Pero yo estaba metido en mi búnker, pensando y escribiendo esta novela. Me parecía que no tenía nada que ver con la realidad hasta que salí y la volví a leer. Entonces me di cuenta de que el libro trata de eso, aunque de manera elíptica y oblicua. De esa misma forma afectó la Primera Guerra Mundial a La metamorfosis de Kafka.
Así que Terra Alta es un reflejo de la experiencia que vivimos en los dos meses de otoño de 2017. La prueba es que surgen temas que nunca había tratado en mis novelas como el valor de la ley, la posibilidad de la justicia o la legitimidad de la venganza.
La mayoría de los agradecimientos están dirigidos a agentes de los Mossos. ¿Buscaba generar empatía hacia un cuerpo que ha sido continuamente denostado por la derecha política y mediática?
Mi trabajo es escribir lo mejor posible. Establecí mucha relación con ellos porque quería escribir una buena novela. El primer día me dijeron que no querían saber nada de libros ni de películas policíacas porque son inverosímiles. Les prometí que esta se la iban a creer. Lo han pasado muy mal, pero ahora mucho menos mal que en 2017.
Volvemos a la paradoja. En 2017 no sabían con quién estaban: si del lado de la legalidad democrática o del lado de un Govern que se la estaba saltando. Cuando llegan a la academia, a esta gente lo primero que les dicen es que ellos están para obedecer las leyes de los jueces. Es decir, para hacer cumplir la ley. Que deben obligar a aquellos que no aceptan las reglas a aceptarlas y proteger a los demás de los que violan las reglas de convivencia. Punto.
Uno de los personajes habla de "españolazos" pero también dice que, ante las órdenes judiciales del 1-O, había que meterse "el independentismo por el culo". ¿Qué pasa con los que están siendo investigados supuestamente por lo contrario?
Olvídate, olvídate. Esta gente son profesionales como tú y como yo. La inmensa mayoría son así. En la policía catalana, como en cualquier otra policía, la gente tiene sus ideales. Lo que pasa es que les sometieron a un estrés tremendo. Ahora es otra cosa. Son los restos, pero es mucho menos preocupante.
Hacen su trabajo en las barricadas según sus protocolos y lo hacen mejor o peor. Pero eso ya forma parte de su trabajo normal. Hay gente que se pasa y gente que lo hace bien. Pero lo que vivieron entonces fue una situación muy complicada. Y luego, además, han sido vapuleados por arriba por abajo. Pero aquel momento de tensión fue tremendo.
"Es un hombre que hace el bien a tiros". Una frase de Los Miserables que el protagonista repite y que se usa para justificar cierta brutalidad policial. ¿Cree en las excepciones?
Esa frase la dice Melchor una vez ha matado a los cuatro yihadistas. ¿Es correcto lo que ha hecho Melchor? No lo sé. No me pidas que diga algo que la novela no dice con claridad. Porque las novelas, repito, trabajan con la ambigüedad, la contradicción y las verdades poliédricas. Eso me lo puedes preguntar como ciudadano. Pero te puedo asegurar que Melchor no se siente un héroe.
Pues hablemos de la violencia que sí ha abordado como columnista de opinión. En la última critica a los intelectuales que dicen que "un poco" de violencia es inevitable. ¿Se han frivolizado los altercados desde el status quo?
Eso es lo que intenté explicar en el artículo. Pero, una cosa es el artículo y otra cosa es el señor que escribe novelas. Son completamente distintas y a veces opuestas. Yo soy un ciudadano, una persona normal y corriente, que paga sus impuestos, que vive en su taller y que tiene sus ideas acerca de todo, como todo el mundo. Además, tengo el privilegio de poder escribir una columna en un periódico leído por la gente. Y ahí hablo como ciudadano. ¿Comprendes?
Mi verdadero yo no está en mis artículos, es un señor que a veces da la impresión de que es un farsante. El verdadero yo es el que está en las novelas. Lo dijo Proust hace muchos años y está dicho para siempre.
Las entrevistas son poliédricas. No se puede tener en cuenta una sola cara de las que quiere mostrar el entrevistado. ¿No sería vaga plantearla solo desde el Javier Cercas de Terra Alta?
Sí, sí, lo entiendo. Y así haces muy bien tu trabajo. Hace un tiempo un lector me dijo en un congreso de EEUU: "Tú, cuando escribes un libro, escribes una bomba, y cuando hablas del libro, intentas suavizarlo diciendo que no ha sido para tanto". [Ríe] La literatura es así. Por eso es dinamita pura. Idealmente, los escritores deberíamos desaparecer del mapa y dejar a nuestros libros que viviesen su vida.
Es la ventaja y el inconveniente de ganar el premio Planeta, supongo. Gracias, y enhorabuena por la novela.
¿Te ha gustado? ¡Eso lo tenías que haber dicho al principio! [Ríe]