Son cinco, todas ellas dirigidas por hombres que gozan de privilegio, trayectoria y al menos un cabezón en su currículum. No es cuestión de gustos, sino de evidencias. Es meritorio -independientemente del sesgo comercial y la brecha de género- que hayan sido nominadas en la principal categoría de la cita más importante del cine español, y destacar su valía solo transforma la competición en una carrera más sana.
Si aún no están al día, les dejamos esta guía para saber dónde y cuándo ver las cintas más destacadas de la edición. Y, si lo están, no duden en añadir en los comentarios su favorita.
La trinchera infinita¿Qué ocurriría si, de pronto, miles de personas que fueron obligadas a vivir en clandestinidad saliesen de sus madrigueras? Eso ocurrió en España en 1969, cuando Franco firmó la amnistía para todos aquellos perseguidos por los nacionales. Manuel Cortés (Higinio en la película) fue solo uno de los muchos topos republicanos que consiguió huir del paredón franquista y se refugió en el sótano de su casa ayudado por Rosa, su mujer. Este arresto domiciliario que duró 30 años hizo trizas a miles de familias obligadas a convivir en el mismo espacio pero distanciadas por un muro.
La película de los vascos Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga es mucho más que otra aventura guerracivilista. Igual que hicieron con Handia, la sociedad vasca y las guerras carlistas, han sido capaces de presentar de nuevo la historia de este país a través de una anécdota desconocida y que suena a cuento nuevo. Basta con echar un vistazo a películas del género (que no son tantas, a pesar de la falsa creencia) para comprobar lo difícil que eso resulta aunque se haya contado la Guerra Civil desde todas sus aristas.
Para ello es importante que ocurra todo desde el punto de vista de Higinio, un feroz Antonio de la Torre, que asume sobre sus hombros la responsabilidad del ritmo de la producción. Una decisión arriesgada y repleta de dificultades técnicas. "Teníamos que rodar en dos campos dos acciones distintas: la que ocurre en el salón de la casa y cómo lo vive Higinio al otro lado de la pared. ¡Pero Antonio no podía ver lo que estábamos haciendo a este lado! Así que se lo tenía que imaginar", explicaron los directores a este periódico.
La trinchera infinita parte con 15 nominaciones, incluida la de De la Torre y la de su coprotagonista, Belén Cuesta. Compitiendo contra el mejor papel de la carrera de Antonio Banderas, es casi imposible que el Goya caiga en su tocayo. Aunque, si nos fijamos en otro termómetro como los premios Forqué, quizá no esté todo perdido para esta gran película.
Mientras dure la guerraAtreverse con una película sobre la Guerra Civil, a pesar de lo que indiquen los números, es una carrera de obstáculos. La trinchera infinita se salvó amparándose en una mirada humana, pero hablar abiertamente de la política de la dictadura es controvertido, como ha podido comprobar Alejandro Amenábar. Aún así, taquilla y académicos han avalado la propuesta del director de Los otros y Mar adentro: es la que más espectadores ha atraído a las salas con diferencia y la más nominada de las que compiten en la categoría principal.
Mientras dure la guerra aborda los días previos al famoso discurso en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca que dio Miguel de Unamuno frente a los legionarios. Amenábar da cuenta en apenas unas semanas del ascenso de Franco al poder y de la caída de los intelectuales que se atrevían a cuestionarlo. Aunque es un episodio real y recogido en los libros de Historia, ha despertado reacciones de todo tipo entre los que creen que ha blanqueado a "los fascistas" y los que le acusan de "rojo" partidista.
El cineasta asegura que la prioridad era el rigor, y eso no siempre es de agrado. Ha intentado hacer un retrato "serio" del dictador, aunque le sea imposible situar "a Unamuno y a Franco a la misma distancia intelectual". Hay quien tampoco le permite pequeñas licencias cinematográficas como si su película fuese un documental rodado en 1936.
A quienes piensen esto habrá que remitirles a las fantásticas interpretaciones de Eduard Fernández como Millán Astray, fundador de La Legión, y a Karra Elejalde como el rector de Salamanca, como prueba de la ficción. Ambas bestias actorales, por desgracia, tampoco parecen tener demasiadas opciones frente al ojito derecho de Pedro Almodóvar.
IntemperieQuizá sea la menos reconocida de las cinco que aspiran a obtener el gran cabezón. Lo que ha jugado en contra de Benito Zambrano ha sido ascender a las ligas mayores junto a dos de nuestros cineastas más cotizados -Amenábar y Almodóvar- y otros con gran proyección en los últimos años -los directores de Loreak y Handía-. En cualquier otro momento, el regreso del artífice de La voz dormida habría sido motivo suficiente para alzarse como favorito.
El cineasta andaluz, formado en Cuba y siempre preocupado por los temas sociales, ha adaptado el éxito editorial de Jesús Carrasco y ha realizado un filme con aires de western clásico ambientado en la mísera y terrible posguerra española. Se acompaña de un impresionante Luis Tosar -quien también saldrá mal parado este año por las circunstancias-, pero lo que hace destacar a Intemperie es su eficaz representación de la atmósfera: parca, árida e inclemente.
Otro aspecto importante de la película es el que da cuenta del respeto a los muertos. El personaje de Tosar señala que, aunque haya vivos que no, los muertos siempre lo merecen. De ahí que por norma entierre a todos sus enemigos. "Me parece una idea fundamental porque una sociedad que no sabe enterrar bien a sus muertos es una sociedad indigna", comentó el director a este periódico.
A lo largo de ese duro itinerario físico y moral, los protagonistas de Intemperie van planteando una serie de interrogantes sobre el odio, la violencia y la necesidad de afrontar las heridas personales y colectivas de la vida que la hacen una competidora al nivel de las demás. Por otra parte, es el regreso del hombre que irrumpió hace 20 años con una maravilla llamada Solas y cuya carrera bien merecería este año su segundo Goya.
Dolor y gloriaHemos llegado al caramelo de la lista. Se ha escrito tanto sobre la nueva película de Almodóvar durante estos meses que cualquier defensa va a sonar a regurgito. Pero por otra parte, resulta imposible no apreciar las virtudes de este desnudo integral de la infancia y el presente del director manchego.
Dolor y gloria es la continuación natural de Julieta en cuanto a estética y calado, pero recupera el humor que tanto se echaba en falta en aquella. Todo lo que tiene de loca, descarada y estrambótica, lo tiene también de nostálgica, culta y dolorosa. Porque la nueva película de Almodóvar solo bebe de una fuente de inspiración: Pedro.
"Mis películas me retratan, pero no de un modo inmediato y evidente", nos dijo hace tres años el manchego en las oficinas de El Deseo, su productora. En esta ocasión, no hay un reflejo más claro que el de Antonio Banderas metiéndose en la piel, las canas, el colorido apartamento y las camisas estampadas del sexagenario director. Dolor y gloria es el único desnudo integral de la filmografía Almodóvar sin necesitar torsos, glúteos ni penes (o casi).
El director ha prometido que nunca escribirá su biografía porque ya está incluida en las 20 películas que ha hecho hasta ahora. Y, aún así, le faltaban cosas por contar. Por primera vez, el guion narra al pie de la letra hechos como su infancia, la relación con su madre, la soledad de la estrella o el momento de envejecer pagando los excesos de la Movida. Es dolorosamente personal y a la vez universal, y por eso se ha convertido en el realizador español más nominado a los premios de la Academia de Hollywood por delante de nombres como Buñuel o Garci.
O que ardeAyer recogía Oliver Laxe el premio Gaudí a la Mejor película europea. Le pasa a O que arde algo parecido a Intemperie: que el año ha eclipsado sus posibilidades (en otro momento holgadas). La película de este joven parisino de padres gallegos centra la mirada en una pequeña aldea de Los Ancares, a 50 kilómetros de Lugo, a la que regresa Amador tras cumplir su condena en prisión por pirómano.
Solo tiene cuatro nominaciones a los Goya, pero sin duda las más importantes. Al fin y al cabo, Oliver Laxe hace un cine bellísimo, con imágenes que no necesitan texto y un lenguaje apabullante que la mitad de las veces no usa palabras.
Como explicaba el columnista Suso del Toro en este periódico, "quien crea que se puede reducir el filme de algún modo o enmarcarlo en la categoría 'ecologista' nos distraerá de lo esencial. Se trata de un fin del mundo, la agonía de un mundo que desaparece irremediablemente destruido por este otro mundo nuestro, nuestra civilización misma".
O que arde es la muestra del potencial de un director joven con recursos -como nos demuestra la escena del incendio real- porque, como él reconocía en una entrevista, "tenía ganas de demostrarme que podía ser un cineasta de género". Y ojalá su Goya sirviese para concederle la oportunidad a mucho talento más.