Alemania es la locomotora de Europa y siempre ha sido el alumno aventajado de la UE. Pero la recesión técnica que lleva llamando a la puerta desde hace meses amenaza el mantenimiento de esa posición. La contracción de la principal economía europea disparó todas las alarmas a principios de años en las estructuras financieras de la UE, que las han apagado, aunque mantienen los ojos abiertos. Los problemas económicos de Alemania, derivados en buena medida de la crisis energética que golpeó a Berlín con especial contundencia, han llevado incluso a la Comisión Europea a darle un toque de atención al recordarle que el mantenimiento de las medidas para encargar la crisis energética choca con las directrices que le ha dado a los 27.
La preocupación de una recesión en Alemania es que tuviera un efecto arrastre en el resto de la UE, que por ahora se va sorteando, aunque los responsables económicos de la Comisión Europea repiten cada vez que tienen la ocasión en que se está perdiendo impulso. En el caso de la economía alemana, se contrajo un 0,1% en el tercer trimestre, con lo que se sitúa al borde de la recesión técnica.
“La economía alemana se ha enfrentado a vientos en contra a lo largo de 2023”, resumía la Comisión Europea en las previsiones económicas que publicó a mediados de noviembre en las que pronosticaba una caída de tres décimas del PIB este año. “La producción industrial prosiguió su descenso en el tercer trimestre, tras un primer semestre ya débil”, argumentaban los técnicos comunitarios. También la inflación ha golpeado con especial fuerza a Alemania en los últimos meses, provocando pérdidas de poder adquisitivo que han conducido a la caída del consumo privado.
Pero el principal problema de Alemania es la energía, cuyo modelo se basaba en obtenerla barata de Rusia y la desconexión ante la guerra en Ucrania le ha pasado factura. “Se prevé que los costes de la energía sigan siendo elevados, lo que impedirá una recuperación más dinámica”, señalaba Bruselas en sus previsiones.
Y es ahí donde le surgen los problemas al Gobierno de Olaf Scholz. El Tribunal Constitucional de ese país ha tumbado el plan del tripartito de usar 60.000 millones de deuda que no se utilizó durante la pandemia para el Fondo para el Clima y la Transformación (KTF) con el que pretendían financiar proyectos destinados a la independencia energética.
Más allá de tensionar a la coalición, el varapalo judicial ha obligado al canciller alemán a solicitar al Parlamento la suspensión del mecanismo constitucional del freno de la deuda también en 2023 para poder hacer frente a esas ayudas. Esa norma impide que el déficit supere el 0,35% y se puede eliminar en casos de emergencia. Esa medida excepcional ya se adoptó en 2022 por el alto precio de la energía. No obstante, Alemania está en el podio europeo respecto al cumplimiento del límite del 3% de déficit. Su deuda estaba en el 66,1% al acabar el año pasado y la previsión es que se sitúe en el 63% al acabar el presente ejercicio. De hecho, en su último informe sobre Alemania, el FMI señalaba “la necesidad de crear más margen fiscal para hacer frente a las crecientes presiones del envejecimiento de la población y aumentar la inversión pública”.
“En noviembre de 2023, las autoridades alemanas anunciaron un paquete plurianual de medidas para amortiguar aún más el impacto de los altos precios de la energía en las industrias. Sus detalles y financiación están aún por concretar. Esto representa un riesgo a la baja para las finanzas públicas en 2024 y 2025”, advertía la Comisión en su análisis.
Unos días después, reprendía al Gobierno de Scholz por desviarse de sus recomendaciones al mantener las ayudas energéticas. “La Comisión considera que el proyecto de plan presupuestario de Alemania no se ajusta plenamente a la Recomendación del Consejo de 14 de julio de 2023. Por lo tanto, la Comisión invita a Alemania a suprimir las medidas de apoyo a la energía lo antes posible en 2023 y 2024”, señala el gobierno comunitario en la evaluación de los Presupuestos de Scholz.
“Todas las economías europeas han sufrido el shock de precios energéticos, es un denominador común. A unas nos ha costado más superarlo y a otras menos. Pero en el caso de Alemania, ha sacado a la luz problemas estructurales de su economía. La solución va a requerir años y es el gigante industrial europeo: me cuesta creer que no vaya a tener repercusión en el conjunto de la UE”, explica Daniel Fuentes Castro, profesor en la Universidad de Alcalá, que ve en el coche eléctrico el gran síntoma de la crisis industrial alemana: “Su industria faro no ha liderado esa transición”.
Para el economista, el problema de las finanzas alemanas no tiene que ver con el rigor fiscal -que es el talón de Aquiles de la mayoría de economías europeas- sino con la falta de inversión pública. Un informe publicado por el think tank Bruegel en 2018 ya apuntaba en esa dirección al recopilar datos que demostraban que Alemania lleva invirtiendo menos que el resto de grandes países europeos desde los años 90. “Una calidad decreciente de las infraestructuras públicas -como la educación y los servicios digitales, pero también las carreteras- tendrá obviamente implicaciones negativas para la actividad económica privada y podría, a su vez, reducir aún más la inversión empresarial”, advertían los autores, Guntram B. Wolff y Alexander Roth.
Alemania ha vivido, por tanto, de las rentas y ahora empieza a ver los problemas. Las empresas alemanas “han reducido significativamente sus planes de inversión", según una encuesta realizada por el Instituto Ifo de Múnich a 5.000 compañías en el país. El índice de planes netos de inversión del instituto ha caído de 14,7 en marzo, cuando realizó su última encuesta, a 2,2 en el sondeo realizado en las tres primeras semanas de noviembre, en plena crisis por el fallo del Constitucional, según recoge Financial Times.
“Hay empresas alemanas que están pensando en deslocalizarse a otros países europeos en buena medida por los problemas energéticos. El temor que tienen es que Alemania no va a poder producir energía verde, abundante y barata. España sí va a poder y si a eso añades un entorno laboral poco conflictivo y con salarios competitivos, España y otros países del sur de Europa pueden ser el destino de deslocalización alemana. Es un escenario realista”, argumenta Fuentes.
El recrudecimiento de la crisis política alemana pone aún más cuesta arriba la ya de por sí complicada negociación del Marco Financiero Plurianual de la UE para el periodo 2021-2027. La Comisión Europea pidió una inyección extra de 66.000 millones de euros para hacer frente a los gastos de Ucrania, el incremento de los flujos migratorios y también de los gastos financieros derivados de las subidas de tipos de interés.
Alemania, cuyo ministerio de Finanzas está en manos del jefe del partido liberal, Christian Lindner, estaba en el ‘no’ a esa propuesta desde el inicio, pero la necesidad de encontrar fondos propios para encarar su propia transformación le da aún más argumentos para apretar el cinturón del conjunto de la UE.
La revisión del Marco Financiero Plurianual es una de las grandes batallas previstas para los líderes en su reunión de los próximos 14 y 15 de diciembre. España, a quien le corresponde pilotar la negociación como presidencia rotatoria del Consejo de la UE, ha puesto sobre la mesa propuestas para intentar acercar posiciones a través de la reducción de las nuevas aportaciones. Pero hay países -Alemania y los frugales- que no quieren poner ni un euro más, salvo para Ucrania y empujan a Bruselas a hacer recortes de otras partidas, mientras otros socios, como España o Francia, rechazan de plano cualquier modificación que suponga la reducción de fondos como la PAC. Y luego está Hungría, que amenaza con bloquearlo todo.