Hacer todo lo posible para que la economía no se derrumbe, o solo enunciarlo. Apostar por una respuesta conjunta poderosa o utilizar los mecanismos que ya existen. Planificar una reconstrucción económica y social tipo Plan Marshall cuando la crisis del coronavirus se supere, o ni siquiera hablar de ello.

Son las posiciones que atenazan a una Unión Europea incapaz de dar una respuesta ambiciosa y solidaria a una crisis que afecta a todos sin distinción: a los del sur y a los del norte; a los amigos de la cohesión y a los frugales; a los expansivos y a los halcones hanseáticos; a España, Francia e Italia que piden coronabonos, y a Alemania, Holanda y Austria que los consideran poco "morales" y sólo piensan en posibles préstamos y con condiciones de rescate.

 

Este jueves se celebra una nueva cumbre de líderes de la UE por videoconferencia. 48 horas después de un Eurogrupo que fue incapaz de pactar ni una declaración final y pasó la pelota a los jefes. 

Pero los jefes tampoco están siendo capaces de cerrar nada, y España e Italia se están plantando, ha adelantado El Español, en un Consejo Europeo que arrancó a las 16.00 ante el bloqueo de Alemania y Holanda para acordar un plan europeo contra el coronavirus "ambicioso y conjunto".

Además, informa Europa Press, Madrid y Roma reclaman que se encargue un nuevo informe de los cinco presidentes (de la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, el BCE y el Eurogrupo) que sirva como hoja de ruta para la recuperación económica.

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, está redactando un nuevo documento de compromiso que puedan asumir los 27, después del rechazo de Sánchez y Conte.

Línea de crédito

Teóricamente, se llegaba con un "apoyo amplio" desde el Eurogrupo del martes que el Mecanismo de Estabilidad (el MEDE, el fondo de rescate de la UE) abriera unas líneas de crédito de hasta el 2% del PIB de los estados miembros. Es decir, España tendría derecho a recibir hasta 25.000 millones. ¿El problema? Es una cantidad insuficiente y, además, si no se cambia el procedimiento habitual de funcionamiento del MEDE, sería necesario un memorando de entendimiento –MoU–. Es decir, de una suerte de rescate con condiciones fiscales y reformas estructurales.

La clave, para España, es que se reformulara como algo no condicionado a un MoU, sino al coronavirus, que tuviera un carácter específico, de contención, una red que quizá nunca llegara a usarse. Por eso, España, y otros ocho países firmantes de una carta, entre ellos Francia e Italia, prefieren los bonos europeos. Como Christine Lagarde, presidenta del BCE que está movilizando casi un billón de euros, y la Comisión Europea o el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli.

"La idea es obtener fondos en el mercado sobre la misma base y en beneficio de todos los Estados miembros, garantizando así una estabilidad a largo plazo en la financiación. Este instrumento de deuda común debe tener un tamaño suficiente y largos periodos de amortización para ser totalmente eficiente y evitar riesgos de financiación ahora y en el futuro", pedían Sánchez y los otros ocho líderes europeos en su carta, que quieren cambiar el paradigma vigente desde la crisis pasada.

En aquellos años, el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem –del mismo partido socialdemócrata que el actual vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans–, calvinista, halcón en asuntos presupuestarios y fiscales, dijo en una entrevista al periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en 2017: "En la crisis del euro, los países del Norte se han mostrado solidarios con los países afectados por la crisis. Como socialdemócrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude". 

Y pareciera que aquella concepción del mundo sigue vigente en el norte de Europa.