Jonathan Powell, mediador clave en Irlanda del Norte: “Los acuerdos de paz no resuelven todo, sólo detienen la guerra”

Este 10 de abril se cumplen 25 años del acuerdo paz en Irlanda del Norte. Los republicanos, católicos y partidarios de la reunificación con Irlanda, lo llaman el Acuerdo de Viernes Santo, el nombre más común. Los unionistas, protestantes y partidarios de quedarse en Reino Unido, se refieren a él como el Acuerdo de Belfast. La ironía es que ahora hay más debate sobre el nombre que en 1998, como explica a elDiario.es Jonathan Powell, que fue jefe de gabinete de Tony Blair y el mediador clave para Irlanda del Norte entre 1997 y 2007.

Powell también participó en las negociaciones para la devolución de Hong Kong a China y la reunificación de Alemania. Después de dejar el Gobierno británico, fundó Inter Mediate, una organización dedicada a la mediación y que ha participado en procesos de paz en Colombia, Nigeria, Venezuela, Mozambique y Tailandia. Fue miembro de foros de diálogo sobre el País Vasco y ahora está enfrascado en el proceso de paz en Haití. En unos días, estará en Belfast para recordar la negociación más personal e intensa que, en realidad, duró casi una década más.

Su libro sobre las negociaciones en Irlanda del Norte se llama Great Hatred, Little Room (“gran odio, habitación pequeña”), un verso sacado de un poema de tono lúgubre del irlandés William Butler Yeats y que es “buena manera de capturar cómo era Irlanda del Norte”, según Powell. “Se trata de un poema y una idea muy oscuras. Pero Irlanda del Norte era un lugar muy, muy oscuro”, explica ahora.

¿Se ha logrado plenamente la paz?

Cuando firmamos el acuerdo de paz no entendí cuánto tiempo tardaría la aplicación o cómo de importante era ese proceso. Ahora trabajo en negociaciones en todo el mundo y me he dado cuenta de que, en cierto modo, el acuerdo de paz es sólo una hoja de papel. Firmas un papel porque hay dos lados que no confían el uno en el otro, pero firmarlo no hace que confíen más. Lo hacen cuando empiezan a dar los pasos que querían. Los unionistas sólo llegaron a confiar en los republicanos una vez que el IRA entregó sus armas. Los republicanos sólo confiaron en los unionistas una vez que comenzaron a compartir el poder. Cuando escribí el libro tenía la sensación de que esos ocho o nueve años de implementación fueron una pérdida de tiempo, pero en realidad fueron cruciales. La negociación en el papel es algo importante, pero lo esencial es construir la confianza y para eso la clave es la aplicación.

Todos celebraron los Acuerdos de Oslo para Oriente Próximo, pero luego nadie intentó aplicarlos en ninguno de los lados, y todo cayó en la segunda intifada. La situación empeoró en lugar de mejorar. Y eso es lo que pasa si no aplicas un acuerdo. Lo importante es aplicarlo, no sólo crear una hoja de papel que puede verse muy bonita pero que no cambia mucho en el terreno. 

Con la perspectiva de ahora, ¿se ha logrado la paz?

Creo que tenía una visión ligeramente idealista de lo que significaba un acuerdo de paz, que todos vivirían felices para siempre, como en un cuento de hadas. En realidad, un acuerdo de paz resuelve una cosa: detiene la guerra, no detiene todo lo demás. Así que todavía hay violencia en Irlanda del Norte, todavía hay crisis políticas como la actual, y todavía hay sectarismo. Hay más muros entre las dos comunidades en Belfast ahora que cuando firmamos el Acuerdo de Viernes Santo. Y eso es porque el sectarismo, una vez que se instala, es realmente difícil de eliminar. Se necesitan generaciones. Tratar de sacar el sectarismo de Irlanda del Norte llevará mucho tiempo y un acuerdo de paz no lo hace por sí solo. Uno debe tener expectativas limitadas sobre un acuerdo de paz. No soluciona todo. Sólo resuelve el problema, sólo detiene la guerra. Eso es bastante importante porque no puedes hacer ninguna de las otras cosas a menos que termine la guerra.

Hay desacuerdo hasta sobre el nombre del acuerdo...

Cuando lo firmamos, no fue tan importante… También vale la pena recordar que el Acuerdo del Viernes Santo fue un acuerdo para no estar de acuerdo. No resolvió el problema político. Los unionistas todavía quieren estar en el Reino Unido y los republicanos y nacionalistas quieren estar en una Irlanda unida. No solucionamos ese problema político, no pudimos resolverlo; sólo le quitamos la violencia. Y al deshacerse de la frontera, la gente se podía sentir irlandesa, británica o lo que quisiera en Irlanda del Norte. El Brexit es una amenaza al Acuerdo del Viernes Santo por socavar esa forma de eliminar el conflicto de identidad… Esperemos que el nuevo acuerdo que ha firmado Rishi Sunak nos ayude a salir de ese problema, al menos temporalmente.

En el caso de Irlanda del Norte no hubo un resultado definitivo. Usted habla de “ambigüedad constructiva”, pero ¿es arriesgado a largo plazo? 

Me he dado cuenta de que la ambigüedad constructiva puede ser muy útil, pero también un gran peligro. Podríamos habernos sentado allí durante tres años, no tres días y tres noches, y no hubiéramos resuelto el problema de las armas del IRA y el poder compartido, que era lo primero. Así que lo fingimos. Teníamos ambigüedad constructiva: la buena noticia es que te lleva a un acuerdo; la mala es que enseguida se desmorona. Y así los unionistas empezaron a perder la fe en el Acuerdo de Viernes Santo. Sintieron que no estaba cumpliendo con lo que les habían prometido en términos de que el IRA se deshiciera de su ejército privado. En 2003, teníamos un 35 % de unionistas que apoyaban el proceso de paz. Fue un verdadero problema. Fue entonces cuando Tony Blair exigió que el IRA eligiera entre las urnas y el arsenal. Y esa fue una maniobra bastante arriesgada: no podías estar seguro de que el IRA no volvería a la guerra, pero no fue así. Gerry Adams empezó a apelar al IRA para que depusiera las armas. Y ese fue realmente el quid de cuando entramos en un proceso exitoso.

¿Habrá un referéndum sobre la unificación de Irlanda?

En 1997, justo después de ser elegido, Blair fue a Belfast y pronunció un discurso en el que dijo que no esperaba una Irlanda unida durante su vida. Esto fue para tranquilizar a los unionistas. Creo que ahora eso es menos obvio porque el equilibrio de la población ha cambiado. Ahora hay más católicos que protestantes. Pero las encuestas de opinión todavía muestran una fuerte mayoría en contra de una Irlanda unida. La mayoría de la gente no quiere la disrupción que eso causaría. Creo que habrá un referéndum sobre la unificación de Irlanda en algún momento, pero no inmediatamente. Y antes de tener una consulta, tienes que definir cuál es el problema, porque no se trata sólo de una Irlanda unida, sino de qué le sucede a la minoría protestante si está de mala gana en una Irlanda unida. ¿Cómo se protegerán sus derechos? ¿De qué tipo de unificación estamos hablando? Debe haber un debate. Tiene que haber una forma de desmitificar la unificación antes de que nos acerquemos a eso.

¿El Brexit ha empujado hacia la unificación de Irlanda?

Sí, por dos razones. Una abrumadora mayoría en Irlanda del Norte votó en contra del Brexit. Al mismo tiempo, la política económica para Irlanda del Norte se hará en Bruselas y eso significa que si la gente quiere influir en su propia política económica, será más interesante tener impacto en Dublín y en Bruselas que sólo en Londres. Algunos empresarios en Irlanda del Norte, incluso unionistas, están empezando a hablar de eso. Todavía es pronto, pero a largo plazo, esto tendrá un efecto en la forma en que las personas ven el mundo. Así que, a menos que Gran Bretaña vuelva a entrar en la UE en algún momento, tanto los unionistas como los nacionalistas querrán tener algún tipo de relación diferente con Bruselas y eso podría requerir una Irlanda unida. Pero si miras las encuestas en este momento, todavía no ha pasado.

Habla mucho en el libro de lo importante que fueron los líderes de hace 25 años. ¿Los de ahora están a la altura?

Recuerdo a Blair después de una sesión de preguntas y respuestas en la televisión con jóvenes unionistas y republicanos. Me encontré con él justo cuando salía de grabar y me dijo: “Es mejor que nos rindamos, Jonathan. La nueva generación es peor que la anterior”. Así que no es obvio que la nueva generación sea menos sectaria que la anterior. Es paradójico que Ian Paisley y Martin McGuinness, que ayudaron a empezar la guerra en Irlanda del Norte, pudieran convertirse en un dúo de amigos y gobernar juntos, y que, sin embargo, Arlene Foster [líder unionista y jefa del Gobierno de Irlanda del Norte hasta 2021], que no participó en la guerra porque era demasiado joven, y la nueva generación del Sinn Féin no puedan llevarse bien. Las personas que lucharon entre sí lograron gobernar de manera estable. Pero aquellos que no tuvieron nada que ver con la guerra parecen no poder hacerlo. Tal vez porque hay menos en juego. Esto no conduce a la muerte de personas, pero hay un problema con la nueva generación para cerrar la brecha.

¿Cómo eran los de hace 25 años?

Blair suele decir que tuvimos suerte con los líderes. Adams y McGuinness arriesgaron sus vidas en el liderazgo que asumieron tratando de ir hacia la paz. Y David Trimble y Paisley también asumieron grandes riesgos con su partido. Necesitas líderes así para tener éxito. También tuvimos la suerte de tener a Blair y Bertie Ahern juntos en el poder durante un largo período de tiempo. Adams y McGuinness habían visto ir y venir a nueve primeros ministros británicos. El hecho de que Blair y Ahern trabajaran juntos durante ese tiempo hizo posible el acuerdo. Si hubiéramos estado cambiando de líderes cada dos años como ahora, no hubiera sido posible.

¿Había menos peso de la historia?

Esa fue la clave para Blair y Ahern. No tenían el peso de la historia que habían tenido sus antecesores. Incluso John Major y Albert Reynolds, que tenían una buena relación, todavía tenían mucho bagaje de cada lado. Y era difícil escapar de eso. Blair y Ahern lo lograron.

Pero uno de los problemas clave ahora con Irlanda del Norte es que sigue arrastrada por el pasado porque nunca hemos encontrado una manera de llegar a la reconciliación, de dejar atrás la historia. En Colombia, hicimos todo lo posible para un acuerdo sobre la historia y un sistema de justicia transicional; el proceso de perdón y reconciliación tuvo un gran impacto. Nunca hemos tenido eso en Irlanda del Norte y parece que no podemos lograrlo. Y el último intento del Gobierno a través de un proyecto de ley de amnistía no lo va a lograr.

¿Cómo se logra el equilibrio entre paz y justicia? Usted es escéptico sobre investigaciones como la del Domingo Sangriento o la del atentado de Omagh. 

Es un equilibrio muy difícil. Pero no creo que se haga en los tribunales, especialmente ahora porque ha pasado tanto tiempo desde el delito. Después de 30 ó 40 años, es muy difícil encontrar pruebas por las que puedas condenar a la gente. A menos que encuentres nueva evidencia forense, es muy aleatorio si un caso tendrá éxito o no. Lo que se necesita es un proceso de verdad y reconciliación que permita a la gente saber qué pasó y reconciliarse sin que haya penas de cárcel. Y eso es difícil para las víctimas. El Gobierno británico puede empeorar las cosas si lo impone sin acordarlo antes con el Gobierno irlandés, los partidos políticos y las víctimas y sus organizaciones. Pero hay un problema que abordar. 

¿Qué lecciones se pueden sacar del proceso de paz de Irlanda del Norte?

Mi libro Dialogar con terroristas trata sobre las lecciones no sólo de Irlanda del Norte sino de otros lugares. Lo estoy haciendo en este momento en Haití y Nigeria y el sur de Tailandia y Mozambique.

Obviamente el conflicto de Irlanda del Norte es muy diferente a otros conflictos. Pienso a veces en el caso vasco porque se compara demasiado Irlanda del Norte y el País Vasco. Son muy diferentes. El conflicto fue muy diferente. El proceso de paz fue muy diferente. 

Hay lecciones comunes, por ejemplo, la ambigüedad constructiva, la justicia transicional y los diálogos nacionales. Se sabe cómo abrir camino en una negociación. No hay muchos procesos de paz exitosos y se puede aprender de Irlanda del Norte y de Sudáfrica. Todas las partes de Irlanda del Norte fueron juntas a Sudáfrica y de hecho pudieron hablar allí como no podían en Irlanda del Norte. Colombia aprendió de Irlanda del Norte. Otros lugares ahora están tratando de aprender de Colombia.

Hay un elemento pedagógico en estos conflictos que ayuda a dar confianza a las personas que están negociando la paz en diferentes regiones. Una de las claves es que la gente tiende a pensar que si fallas en lograr la paz una vez entonces nunca lo vas a conseguir. Y eso es simplemente incorrecto. En Irlanda del Norte, tuvimos cuatro intentos de paz y pasamos 30 años de guerra antes. En Colombia también hubo cuatro intentos. En el País Vasco se repitieron los intentos desde Suárez en adelante.

Incluso si fallaste en el pasado, inténtalo de nuevo e intenta aprender las lecciones de las negociaciones anteriores. 

Usted ha escrito que en Ucrania no ha llegado el momento de negociar, pero que tiene que estar preparada. ¿Cuándo podría llegar ese momento? 

Ahora no es el momento, pero sabemos que llegará. No puedes terminar la guerra sin una negociación porque no vas a conquistar Moscú. 

En los procesos de paz, hay dos factores que siempre están presentes. Uno es lo que los académicos llaman un “mutuo estancamiento del daño”, que no consiste sólo en un estancamiento. Es donde ambos bandos se dan cuenta de que no pueden ganar militarmente y les duele. En Israel y Palestina están en un punto muerto, pero no está afectando particularmente a los israelíes, así que ¿por qué van a negociar? Y lo mismo en Chipre, ¿por qué vas a negociar si eres grecochipriota? Necesitas un punto muerto que se perciba como un daño mutuo. Y eso es lo que sucedió en Irlanda del Norte al final de los 70 y principios de los 80. El ejército británico se dio cuenta de que nunca iba a ganar militarmente. Y creo que Adams y McGuinness dejaron de tener la edad de pelear y se dieron cuenta de que no iban a ser derrotados, pero no podían ganar militarmente, y empezaron a tender la mano.

Eso todavía no existe en Ucrania. Ambos lados todavía están intentando progresar con sus ofensivas. Pero si esas ofensivas se estancan para el verano, tal vez ambas partes comiencen a pensar en negociar, aunque dependerá de que el público ucraniano esté preparado para hacerlo. 

¿Y el otro factor?

Líderes que estén preparados para asumir riesgos porque, como dijo Adlai Stevenson, como líder, “es más difícil hacer la paz que hacer la guerra”. Si quieres firmar la paz, tienes que correr riesgos reales y tienes que enfrentarte al pueblo, al que no le gustará hacer concesiones al enemigo. Es muy difícil.

¿Quién podría mediar?

No creo que haga falta un mediador. La mayoría de los conflictos hoy en día no tienen mediadores. Los mediadores se han vuelto cada vez más impopulares porque a los gobiernos no les gusta ceder el control. En Colombia, no hubo mediador. Noruega y Cuba eran testigos, pero no mediadores. Turquía se ha posicionado para mediar, pero dudo que eso vaya a funcionar, entre otras cosas porque Erdogan tiene elecciones. India se sugirió a sí misma y también China. En todo caso, dudo que esta negociación vaya a comenzar en público. Como en Irlanda del Norte, el País Vasco, Colombia o Mozambique, primero habrá un canal secundario secreto que iniciará el proceso y que no necesita un mediador. Puede suceder directamente, pasar por los estadounidenses u operar de diferentes maneras que luego conducirán a una negociación pública.

¿Involucraría más a los países de Europa central y del Este?

Sí. Obviamente, tendrán puntos de vista muy fuertes, en particular los países bálticos, Polonia, y hasta cierto punto, Rumanía. Son los siguientes y les importará, al igual que a Finlandia. Sería útil tener un grupo de amigos de Ucrania en las negociaciones, no personas neutrales. A Ucrania le gustaría tener a Polonia, probablemente al Reino Unido, porque la han apoyado mucho, así como Estados Unidos, Alemania y Francia. No hay que volver al formato de Normandía, donde tenías a Francia y Alemania, sino a un grupo de amigos. Y ahí es donde creo que puede estar Polonia. No me la imagino en la mesa de negociaciones. Aunque también creo que tendremos una nueva arquitectura de seguridad europea pase lo que pase y eso tendrá que ser negociado y tener en cuenta las opiniones de Finlandia, Suecia y los países de Europa del Este en particular. Probablemente haya un nuevo acuerdo de fuerzas convencionales como los de finales de los 80 y principios de los 90. Eso colapsó porque desapareció el Pacto de Varsovia. Pero necesitas tener eso entre Este y Oeste. 

Habla mucho de generar confianza a través de negociaciones. ¿Se puede generar confianza con cualquiera?

Para mí, era muy difícil hacerlo con McGuinness. Cuando conocí a Martin McGuinness y a Gerry Adams me negué a estrecharles la mano. Le dispararon a mi padre, lo hirieron. Pusieron a mi hermano en una lista de objetivos para matar durante ocho años. Pasé un año tratando de evitar que Adams consiguiera un visado en Washington. No me fiaba mucho de ellos. Sin embargo, unas semanas más tarde del primer encuentro McGuinness me llamó y me pidió que fuera de incógnito a Derry, le pregunté a Tony y me dijo: “Sí, eres prescindible. ¿Por qué no vas?” Volé a Belfast, tomé un taxi a Derry, me paré en la esquina de una calle y unos tipos me llevaron de un lado a otro durante un par de horas. Me dejaron en una casita donde me senté con McGuinness. No se lo dije a la policía ni al ejército. No logramos ningún avance, pero gradualmente logramos generar confianza. Ahí estaba alguien que literalmente había tratado de matar a mi padre y a mi hermano, y, sin embargo, pudimos generar confianza con el tiempo. 

¿Se puede hacer con Putin? 

Obviamente es extremadamente difícil con Putin. Tiene dos aspectos. ¿Confías en él después de lo que ha hecho y confías en que cumplirá su palabra? Por eso es tan importante construir un plan de aplicación muy claro. En el acuerdo de Colombia, por ejemplo, había un plan muy detallado de los pasos que se darían y la ONU vigilaba para asegurarse de que esto ocurriría. No confiaría en Putin, pero podría confiar en un acuerdo con Putin si tuviera un plan de aplicación muy claro, con una manera clara de vigilarlo y sanciones si no se cumple.

Veinticinco años después, ¿hay confianza en Irlanda del Norte?

Creo que hay más confianza entre las comunidades de la que había. Si vas a Belfast y ves el tramo desde el Europa Hotel hasta Queen’s University con todos los bares y restaurantes llenos de jóvenes católicos y protestantes mezclados como nunca antes, puedes decir que se ha construido confianza.

El problema es que Irlanda del Norte ha perdido la confianza en el Gobierno británico como resultado de Boris Johnson, Liz Truss y, algo menos, Rishi Sunak. La última encuesta que miré, antes de Sunak, mostraba que más del 80% no confía en el Gobierno británico. Eso significa que no son solo los católicos los que no confían en el Gobierno británico, es todo el mundo. Es muy inusual y es un problema.

Pero la confianza entre las comunidades es mejor de lo que era. El cambio clave en Irlanda del Norte es el crecimiento del espacio intermedio. En las últimas elecciones, el Partido de la Alianza obtuvo casi un tercio de los votos, lo cual es muy alentador. Y el censo muestra no sólo que hay más católicos y protestantes, sino que la cantidad de personas que no se identifican como ninguno de los dos ha crecido mucho. Ahí es donde está la esperanza porque el sectarismo está desapareciendo poco a poco.