Hilarion, considerado el primer monje palestino, fundó en el siglo IV en Gaza uno de los monasterios más antiguos de Tierra Santa. Iglesias, un hostal y un amplio baño romano, hoy recuperados, muestran cómo los peregrinos hicieron de la Franja un centro de la vida monástica originada en Egipto.

"En sus paseos por el desierto del Sinaí, conoció a Antonio, quien le educó en la cristiandad y al volver a Gaza fundó este lugar donde comenzó a difundir la religión cristiana en Palestina", resume a Efe Mohamed Abdel Gawad, del Ministerio de Turismo y Antigüedades palestino, el comienzo de una vida ermitaña.

Una Gaza pagana, a diferencia de la fe en Cristo que se consolidaba en Jerusalén, fue la cuna de Hilarion que, siendo aún menor de edad, marchó a estudiar a Alejandría donde "llegó a ser muy versado en el arte de hablar", narró San Jerónimo (342-420) quien ha escrito la más documentada biografía.

Allí supo de la figura de Antonio Abad, fundador por antonomasia del movimiento eremítico, y lo buscó en su retiro por el desierto. Dos meses con él le cambiaron para siempre y, así, la historia cristiana de Palestina.

Cuando regresó a su tierra natal, con sus padres muertos, repartió todas sus pertenencias entre los pobres y en el año 306 levantó una choza cerca de Maiuma. Un lugar estratégico atravesado por la Via Maris, emblemática ruta comercial que unía Egipto con Mesopotamia, y transitaban comerciantes y peregrinos.

Su vida ermitaña atrajo a obispos, presbíteros, clérigos, monjes y hasta nobles damas, cuenta San Jerónimo.

De esta manera, la Franja a orillas del Mediterráneo, hoy controlada por el movimiento islamista Hamás y con una exigua comunidad de 900 cristianos, se convirtió en parte de la historia anacorética de Oriente Próximo.

Hoy, a diez kilómetros de Gaza capital, el yacimiento arqueológico conocido en árabe como Tell Um el Amr recupera la historia del padre de los cenobitas, que dicen llegó a estar rodeado de casi 5.000 seguidores.

Las cinco iglesias, los complejos de baños, santuarios y mosaicos geométricos desenterrados en el yacimiento de 14.500 metros cuadrados abarcan más de cuatro siglos, desde el Imperio Romano tardío hasta el Califato Abasí (IX).

Descubierto en 1999, su renovación comenzó hace tres años con un programa de restauración liderado por la ONG Premiere Urgence Internationale (PUI) que, junto a arqueólogos locales, recupera este lugar de valor histórico y turístico. Aunque hoy solo pueden visitarlos los gazatíes y los escasos extranjeros que acceden a la bloqueada Franja de Gaza.

En la prominente fuente al principio del recorrido, se situaba el sacerdote para dar la bienvenida a monjes y peregrinos que disponían de habitaciones y cocinas, como muestra el horno de piedra también conservado, explica Abdel Gawad. Hombres y mujeres descansaban en los baños que siguieron habilitados hasta el periodo Omeya (siglo VII-VIII).

El mosaico de la época bizantina da testimonio del conflicto con el emperador Juliano, apodado el Apóstata por los cristianos. Según afirma a Efe un portavoz de PUI, fue entonces cuando el monasterio fue atacado y más tarde nuevamente destruido tras la invasión de la dinastía Sasánida persa (siglo VII).

Los muros que rodeaban el monasterio y erigían los templos están siendo hoy reconstruidos para recuperar el esplendor que llegó a tener este epicentro monástico de columnas de mármol.

Paradójicamente su precursor, Hilarion, terminó escapando de la veneración que había creado y, al final de su vida, buscó de nuevo la soledad por el desierto hasta llegar a Chipre, donde murió.

"Se cree que sus discípulos trajeron el cuerpo y lo enterraron aquí. Pero, desafortunadamente, no hemos encontrado el féretro, que pudo ser robado o desapareció", lamenta Abdel Gawad.

Solo una pequeña pieza de ataúd apareció durante estas excavaciones que buscan recomponer la historia y desvelar el mayor de sus misterios: la tumba del primer monje palestino.

Laura Fernández Palomo