Y lo hacen desde un equilibrio complicadísimo entre rigor y humor, cuyo mejor ejemplo sería El trap: filosofía millennial para la crisis en España (Errata Naturae, 2019), su gran éxito que estuvo a un paso de ser también gran disgusto si Yung Beef hubiese conseguido llevar adelante el secuestro de la publicación que pedía, á la Fariña.

"El objetivo de mi escritura ensayística nunca ha sido exponer lo que yo pienso o dejo de pensar, sino lo que resulta contraintuitivo pero fascinante de argumentar dado un cierto sistema de pensamiento", afirma Castro en el prólogo —que él llama proemio porque por qué no— de su nuevo libro Ética, estética y política: ensayos (y errores) de un metaindignado, publicado por arpa editorial. Una lectura estimulante por situar al lector ante razonamientos del todo inesperados, como pensar el aborto desde un enfoque antiespecista o el golpe de Estado del 23F como una ciencia ficción política.

El libro no es un ensayo unitario sino una colección de artículos y micro-ensayos realizados estos últimos años. Algunos tienen más de una década. ¿Cómo ha sido enfrentarse a tus propios textos en la actualidad?

Hay un detalle que me parece importante señalar que es que el libro lleva como subtítulo 'Ensayos (y errores) de un metaindignado', haciendo referencia al 15M y al libro que publiqué en aquella época, Contra la postmodernidad (Alpha Decay, 2011) que se va a reeditar en arpa con motivo de los diez años del movimiento. Y claro, muchos textos tienen ya su tiempo.

Pero en todos los casos he procurado mantenerme fiel a lo que pensaba en aquel momento y lo que quería argumentar. Entre otras cosas porque mis ensayos nunca fueron una declaración autobiográfica de creencias, convicciones o fe. Eran el desarrollo de una serie de argumentos en ocasiones incómodos para el propio autor. Es como ponerse en las ideas de otro, como ponerse las zapatillas de otro. Lo único que he tenido que hacer al reeditarlos es incluir alguna bibliografía o alguna nota a pie de página.

Contra la postmodernidad, cuentas, nació al calor del 15M y ahora se reeditará. Justo ahora, Anagrama reedita también Los Combatientes, la novela de Cristina Morales que Constantino Bértolo dijo que recogía el 'espíritu de los indignados'. En la actual edición, el prólogo de Elvira Navarro lo desmiente. ¿Ha pasado lo mismo con tu libro? ¿Cómo valoras estos diez años del movimiento y lo que significó intelectualmente para España?

Los combatientes, según me ha contado Cristina, no está ni a favor ni en contra del 15M, simplemente tuvo la suerte de publicarse entonces. Igual que ahora solo de habla del covid o las revueltas en Estados Unidos, entonces solo se hablaba de aquello. Incluso libros como Ejército enemigo, de Alberto Olmos (Literatura Random House, 2011) se interpretaron en esas coordenadas.

Una cosa es de lo que tratan los libros y otra lo que interpretan los periodistas con el conocimiento de la solapa, que yo llamo 'conocimiento solapado'. No obstante, no sé si fue así para Morales o para Olmos, pero el 15M sí fue importante para mí. Recuerdo perfectamente el asunto. Entonces conocí a gente que llegaría a estar en política, llegué incluso a estar involucrado con Juventud sin Futuro. Todo aquello me obligó a releer a Marx, y tuvo una influencia importante. Me llegué a matricular en economía por la UNED para estudiar cosas sobre economía política. Y durante dos años hice un Master en Barcelona de Filosofía analítico muy influido por el marxismo... Este libro, sin ir más lejos, está muy influido por el marco de debate de autores como Laclau o Polanyi, hoy de primer orden en política nacional.

Yo mismo lo acabo de hacer en la anterior pregunta: os he englobado a Cristina y a ti en el mismo saco. Ella, en la entrevista que le realizaste, ponía en duda lo 'generacional' por aquello de que es un concepto que no tiene en cuenta otros conceptos como el de raza, género o clase social. ¿Qué opinas tú?

Sobre este tema de las generaciones di una charla en Mallorca hace unos años precisamente cuestionando la propia idea. Como el propio término indica, para hablar de generación habría que revisar la cuestión de los géneros: literarios, sexuales, biológicos. Hablaríamos de ontología, habría que meterse con Aristóteles, Porfirio y Darwin... y es un tema de primer orden en lo filosófico. No lo niego. Pero tal y como se utiliza la categoría a nivel sociológico o periodístico, una 'generación' es una herramienta de marketing. 

He constatado que cuando unos autores cumplen la treintena, que es la edad que más o menos tienen los millennials ahora, pues surgen este tipo de etiquetas o membretes para irlos envasando al vacío y comercializándolos. Del mismo modo que la generación Kronen tenía treinta años cuando se les echó ese fardo por encima y ya nadie se acuerda de que Luis Mangriyá o Juan Manuel de Prada eran 'kronens'. Lo mismo pasó en los setenta con la Generación Nocilla de la que nadie se acuerda hasta el punto de que mis alumnos se ríen cuando lo cuento porque piensan que me lo he inventado yo.

La generación de los millennial ya ha tenido muchos intentos fallidos de bautizo. Y es posible que sí, que haya una serie de temas sobre los que uno se tiene que ir pronunciando. Qué diantres, sin ir más lejos el propio covid hay que abordarlo. Incluso no hablar de él es una forma de pronunciarse acerca de él, porque los que no escriban un libro sobre el coronavirus estarán lanzando un mensaje sobre el oportunismo literario o las escrituras apresuradas. Quiero decir, que en cada generación hay temas sobre los que uno habla incluso cuando calla. Es inevitable.

Hablando de los temas que sobre los que hay que pronunciarse: estas semanas se han publicado ya varios libros como el Pandemocracia de Innerarity (Galaxia Gutemberg, 2020) o Pandemia de Zizek (Anagrama, 2020). ¿Qué opinas de la filosofía de la urgencia o de la urgencia por interpretar filosóficamente todo lo que nos está ocurriendo?

Es la última trinchera de la sociedad del espectáculo: sacar a los catedráticos a dar peroratas sobre filosofía, ética, moral y ontología en el telediario. Bueno, es cierto que cuando empezó el asunto del confinamiento hubo una urgencia y una exigencia por parte de los medios y la sociedad para que los filósofos se pronunciaran. Y muchos salieron con grandes máximas sobre cómo vivir en felicidad, la vida ante la muerte... todos esos temas que han obsesionado a la filosofía.

Lo que se ha mostrado en libros como el de Zizek, la compilación Sopa de Wuhan (ASPO, 2020) que ha sido muy emblemática, y en Paidós se ha publicado un libro en el que he colaborado que se llama Covidosofía (Paidós, 2020), que es un título horrible pero también da una una serie de claves de autores españoles que han podido reflexionar sobre la pandemia... Se ha mostrado que la filosofía mainstream es la política de inspiración foucaultiana, que pasa necesariamente por Roberto Expósito. Especialmente teniendo en cuenta que este hizo una reflexión etimológica muy importante sobre 'comunidad', demostrando que es un compuesto etimológico de 'munus', término latino que expresa el deber del individuo respecto a la comunidad. Lo opuesto a la comunidad no es la soledad sino la inmunidad. Los que están fuera de la comunidad están demunidos o son inmunes porque no se someten a las normas de lo común. Los Dioses son inmunes. Los animales son demunes. Este asunto de lo común lo han hecho casi todos los filósofos. En Sopa de Wuhan, de hecho, todos los autores tiran de este mantra.

Y ya se ha mostrado las fortalezas y debilidades de este enfoque. Hay autores como Zizek que tienen un trasfondo filosófico un poco más interesante porque son gente que tiene un largo recorrido. Pero luego hay quienes no tienen la capacidad de juntar diez folios sin volver otra vez a ese juego de palabras sobre lo común.

Cuando hablas de filosofía mainstream, hablas también de la búsqueda de la felicidad o la vida en la muerte. Son conceptos que a uno le vienen a la cabeza como términos u etiquetas propias de libros de autoayuda. ¿La filosofía de la urgencia linda con la autoayuda?

Hombre, la filosofía, desde luego, para ligar no va a servir (se ríe). Ni tampoco como arma arrojadiza, aunque bueno, si tiene tapa dura puede hacerte daño. Pero más allá de eso, si la filosofía sirve para algo es para comprender la realidad. Otra cosa es que la filosofía más útil para entender el presente no tenga que producirse exactamente al calor de lo que sucede en el presente, o con las opiniones sesgadas del común de los mortales hoy en día. A lo mejor una cierta distancia te permite ofrecer una lectura más interesante.

Pero bueno, Zizek hace filosofía al calor del presente y lo hace como un filósofo clásico, ¿eh? Al margen de que en la tradición anglosajona, un poco racista, se le tenga como una figura extravagante: Slavoj Zizek no está haciendo nada que no hiciese Platón, que escribía sobre figuras políticas equivalentes del siglo IV a gente como Errejón, Abascal, Franco o Adolfo Suárez.

Y, asumiendo que la filosofía nos ayuda a comprender el presente, ¿cómo diferenciar la filosofía urgente de la autoayuda? Es más, ¿es necesaria la distinción?

Mira, si tú cogieses un libro de Séneca y lo publicases con el nombre en la portada de Paulo Coelho, la gente se podría sorprender de que Paulo Coehlo hubiese aprendido a escribir al fin, pero el contenido sería tan de autoayuda como cualquier otro. Me refiero a que si uno coge los libros de ética clásicos, sobretodo del período helenístico, son todo admoniciones.

Plutarco, uno de los mesoplatónicos más importantes, tiene obras sobre cómo aprovecharse de los enemigos, como defenderse de la envidia... son tratados de autoayuda. Pero como están escritos en griego y para un público que no es el nuestro, pues están revestidos de cierta aura y publicados en tapa dura. Sin embargo, la faceta práctica de la filosofía habla de cómo vivir, y eso ha sido un tema de reflexión clásica.

Es más, los autores de libros de autoayuda no hacen necesariamente mala filosofía. El asunto es que la alternativa a no trabajar y reflexionar las cuestiones filosóficas es entregarse a la primera filosofía que te venga por los medios de comunicación, la familia o los mitos de la época. Pero la filosofía juega un papel entre la literatura y la ciencia que ofrece formas de vida, por supuesto.

Dices que Platón ya hablaba de figuras políticas que le eran coetáneas. De hecho, tú también lo haces cuando hablas del 23F a partir del programa Operación Palace de Salvados. Hace unos días el vicepresidente le decía a la ultraderecha que 'les gustaría dar un golpe de Estado' como aquel. ¿Qué opinas?

A mí me parece una salida de tono: este no es el contexto que teníamos, ni mucho menos, en el 81. Igual que me parece una salida de tono lo del 'pequeño 23F' que defendía Jiménez Losantos. Es lo de siempre: la historia se repite primero como tragedia y después como farsa. Si el 23F ya fue una farsa del golpe de Estado del 36, ahora vivimos la farsa de la farsa, con Jimenez Losantos hablando de los pequeños 23F. Pero bueno, la historia también es impredecible y quién sabe lo que puede pasar. Quien nos iba a decir que nos ibamos a pasar cuatro meses en nuestra casa por una pandemia surgida en China.

Hablando de esa extrema derecha, en el libro pones en duda la influencia de Laclau para explicar concepto de populismo tal y como lo entendemos en la actualidad. ¿Hemos confiado demasiado en Laclau para explicar el fin del bipartidismo?

Laclau, más que servir para comprender el auge de la extrema derecha, sirvió como programa político de construcción de una alternativa al bipartidismo por parte de Podemos. Es decir, recuerdo perfectamente las reuniones previas y posteriores al 15M, y luego previas y posteriores a la fundación de Podemos donde prácticamente se hablaba 'laclaunés'. ¡Era el idioma común! "La lógica y la equivalencia de las demanadas insatisfechas" y todo eso era la terminología que se utilizaba entonces. Y salieron un buen puñado de libros sobre el tema, como el Populismo de Villacañas (La huerta grande, 2015), o En defensa del populismo de Carlos Fernández Líria (Catarata, 2016). Así que más que para analizar el auge de la extrema derecha sirvió como modelo para crear un partido político desde cero como Podemos.

Si el 'laclaunés' es el idioma que se hablaba en las asambleas de las que surgió Podemos, ¿qué idioma hablaba la ultraderecha y qué filósofos pueden remitir a su auge para que lo comprendamos mejor?

Pues habría mil escuelas. Algunos vienen de la alt-right norteamericana, otras fuentes vienen de la nueva derecha de Alain de Benoist, que son los llamados gramscianos de derechas... hay escuelas por todas partes. Evidentemente, en España, el filósofo de cabecera de la cúpula de Vox es Gustavo Bueno. Al final, el hijo de Gustavo Bueno tiene un libro escrito —o firmado por lo menos— con Abascal. Y ese libro es capital para la Fundación DENAES, de la cual son miembros ambos, o por lo menos lo eran. Así que muchos de los discípulos de Gustavo Bueno son hoy diputados de Vox.

Evidentemente la herencia de Bueno no se reduce a Vox. Igual que la herencia de Ortega y Gasset no se reduce a Ledesma Ramos, que era discípulo electo de Ortega. Pero todo el fascismo español le tiene una reverencia absoluta a Ortega y Gasset. Al final todos los grandes filósofos han tenido su izquierda y su derecha: Hegel, Platón, Aristóteles... Pero es innegable que la cúpula de Vox está claramente influida por los planteamientos de España frente a Europa (Alba editorial, 1999) o España no es un mito (Temas de hoy, 2005) de Gustavo Bueno.

Hablando de esos mitos fundacionales de la derecha española, en el libro también tratas la tauromaquia y repasas seis postulados filosóficos según los cuales podemos estar a favor o en contra por distintos motivos políticos, ético-morales y estético-religiosos. ¿Tu posición estaría más cerca de Fernando Savater o de Jesús Mosterín?

[Se ríe] A ver, lo que hago en ese capítulo es algo meramente clasificatorio para exponer pros y contras. Yo creo que estaría más cerca de Jesús Mosterín [autor que el libro sitúa en contra de la tauromaquia por motivos ético-morales] que otra cosa. Me parece que el argumento principal en contra de la tauromaquia es un argumento ético que tiene que ver con el sufrimiento animal, y no tanto con la política. En fin, todo esto que se ha debatido siempre de que si los toros son algo muy español o poco español, o si los toros son de izquierdas o de derechas... más que ese asunto político yo me posiciono cercano a Mosterín porque creo que es una cuestión ética lo que termina primando en contra de los toros.

Este ejemplo es uno de los más interesantes para ver esa contradicción entre la ética y la estética que trato en el libro. Uno de los objetivos del libro es mostrar que lo que es bello no tiene por qué ser bueno. Puede haber espectáculos sublimes que no por ello son buenos. La tauromaquia es al mismo tiempo un acto de cultura y de tortura, no es incompatible. Di una conferencia hace unos años sobre esto y la conclusión a la que llegué es que sí, porque la cultura entendida como una serie de dispositivos objetivos que nos trascienden, marcan nuestros valores y demás, pueden provenir de la tortura. Elementos de tortura como el cepo, el garrote vil, son productos culturales, no van a ser naturales, ¿no?

Creo que la verdadera franja surge cuando no lo planteamos en los términos de cultura contra tortura, sino cuando hablamos de ética y estética. Y ahí se ve claramente que, aunque la ética esté en contra de los toros, la estética puede estar perfectamente a favor de ellos como un gran espectáculo plástico.

Como docente, habrás vivido durante el confinamiento esta digitalización forzada de la enseñanza en nuestro país. Tú siempre has sido partidario de colgar tus vídeos en Youtube y compartir digitalmente ese conocimiento. ¿Cómo has vivido este paso forzado a la digitalización del sistema educativo español?

No se ha inventado nada nuevo en esta materia desde el siglo XIII. Al final hay tres formas de impartir docencia: la Lectio —que es que uno habla y muchos escuchan—, la Disputatio —que dos o más discuten y el resto escucha—, y la Quaestio —todos hablan y escuchan al mismo tiempo—. Esas son las tres formas que tenemos de docencia, que vendrían a ser la clase magistral, la tutoría y el seminario. Otra cosa es que esas formas de docencia tengan diferentes plasmaciones materiales, que se puedan hacer clases en el aula o digitalmente.

Era algo que era viable tecnológicamente, pero hasta que no ha habido condiciones sociales que obliguen a su implantación, pues no se ha implantado. Y esto ha pasado desde siempre: los griegos conocían la tecnología a vapor pero la utilizaban para mover estatuas de dioses en los templos. Hasta que no se dieron una serie de condiciones sociales, la máquina de vapor no se impuso ni se convirtió en una herramienta esencial de la revolución industrial. Esto es igual: puede existir la tecnología para dar clases online, pero si no hay unas condiciones sociales que promuevan ese uso tecnológico, no se hace. Y ahora, por razones circunstanciales mucho más acuciantes, se va a ir poco a poco digitalizando todo esto.