La situación vuelve a poner en peligro la subsistencia de un sector muy amplio. 

Alerta Roja, el movimiento que aglutina asociaciones, empresas y profesionales del sector del espectáculo y los eventos culturales para alertar sobre la situación de este sector, estima que más de 700.000 personas se encuentran paradas y en riesgo de exclusión. No solo se resiente la programación de centenares de agentes culturales. Hablamos con cinco personas que están viviendo la crisis en sus propias carnes. 

"Nosotros estamos luchando por mantener funciones y seguir trabajando, pero nos sentimos desprotegidos", explica Rosario Pardo. Lleva casi cuarenta años trabajando en teatro y televisión, y nunca había vivido algo como lo de ahora. "Cualquier situación de crisis a nosotros nos afecta poderosamente por algo que arrastramos de siempre: en nuestro sector vivimos una auténtica desprotección, que ahora no ha hecho más que agravarse". 

"Tendríamos que intentar que se nos considerara trabajadores como al resto, no 'artistas' ni tener ningún régimen especial: somos trabajadores de la cultura y tenemos que estar igualados en derechos a un trabajador normal", opina la actriz. "Yo, por ejemplo, soy autónoma con mi compañía de teatro. En este país eso quiere decir que aunque no he tenido trabajo durante meses, he seguido pagando mis impuestos como si estuviera trabajando. Y no podemos ir a un ERTE, ni tenemos paro". 

A Rosario Pardo la hemos visto como Nieves en Cuéntame cómo pasó, pero también en Doctor Mateo, Velvet y más recientemente en Madres. Ella afirma que la televisión es, ahora mismo, uno de los pocos agentes culturales en los que las cosas van más o menos bien: "Lo único que está funcionando son las series. Pero en televisión trabajamos muy muy pocos. La inmensa mayoría está pasando por una situación de llorar: son camareros, son floristas o son repartidores, pero no viven de esto porque no se puede vivir así". Y añade que a su parecer "la población, en general, no sabe que los trabajadores culturales vivimos esta situación de absoluta precariedad, nos tienen por unos privilegiados".

"Además yo no veo que el Ministerio diga absolutamente nada. Es como si no existiera. Pero para que te tengan en cuenta hay que luchárselo. Los restauradores, por ejemplo, se lo están peleando y salen todos los días en televisión. No veo que nosotros estemos saliendo a la calle a protestar. ¿Por qué? Porque estamos tan acojonados que no hacemos nada. Eso no puede ser: tenemos que ser mucho más valientes de lo que estamos siendo". 

Su situación, de cara al año que viene, sigue siendo de incertidumbre total: "No sé qué va a pasar en los próximos meses porque no puedo invertir ni un duro en proyectos nuevos. Y tampoco tengo dónde venderlos. Con suerte haré cinco o seis bolos hasta diciembre. Pero a partir de enero no sé qué voy a hacer. Si no tengo la suerte de volver a la tele, de verdad que no sé que voy a hacer". 

"La situación actual es dramática", en palabras de la directora de la agencia La Trinchera Comunicación, Lorena Jiménez. Ella ha vivido de primera mano cómo una parte esencial de la industria musical española, la música en vivo y los festivales, ha frenado en seco su actividad. "Desde el sector se ha hecho todo lo humanamente posible para que sea cultura segura. Todo lo que se ha implementado para que se celebren conciertos y actos culturales ha partido de la propia industria. Y se ha demostrado que hay pocos espacios tan seguros como un acto cultural o un concierto", defiende, aunque afirma que siguen desamparados institucionalmente. 

Su trabajo no se limitaba a la comunicación y lanzamiento de álbumes de artistas independientes, sino que la involucraba en distintas etapas de la vida musical, incluida la planificación de giras nacionales y la gestión de festivales de medio y gran formato. Todo eso se ha venido abajo y no parece que las perspectivas sean halagüeñas en un futuro próximo. "Mucha gente ha visto cómo se derrumbaban como un castillo de naipes sus ingresos previstos para todo el año. En nuestra agencia durante el confinamiento estuvimos muy activos online, y mantuvimos casi todos los lanzamientos", afirma. "Ahora mismo, de hecho, muchos artistas es lo único que están haciendo: mantener viva toda la parte de lanzamientos online. Es lo único que les da de comer ahora". 

"Piensa que hay mucha gente que lleva ocho meses sin facturar ni un euro. Y no tiene previsión de hacerlo, mínimo, hasta primavera del año que viene. Hay músicos vendiendo sus instrumentos, artistas que están repartiendo paquetes para Amazon o Glovo… la gente se busca las castañas como puede". 

En su opinión, el paquete de ayudas y deducciones fiscales que aprobó el Gobierno en mayo, en principio para que la cultura se recuperase de la crisis, es insuficiente. "De hecho, ha llegado a una parte pequeñísima del sector. Hay que tener en cuenta que la gran mayoría somos trabajadores autónomos por cuenta propia. Afrontamos la intermitencia y el grueso de nuestro trabajo acontece durante la temporada en la que hemos estado parados, en primavera-verano. Y nuestro futuro pinta muy negro porque aún no se han anunciado medidas concretas para ayudarnos", opina. "Lo que saco en claro de esta situación es la unión, por primera vez, de todo el sector a través de Alerta Roja". Y añade que "estamos hablando de que generamos, aproximadamente, un 3'8% del PIB. Y nuestra actividad es transversal: afecta a Turismo, Trabajo, Hacienda, Industria… Esto nos incumbe a todos. Pero como decía la canción, son malos tiempos para la lírica".

"La pandemia ha afectado muchísimo a la programación", explica Laia Santanach, coreógrafa y bailarina con más de 15 años de experiencia profesional. "Yo estaba empezando una gira con un espectáculo propio y se pospuso todo. Pero claro, en esos espectáculos tú tienes previsto que vengan posibles programadores". 

Es decir, que el problema es doble: no solo no actúas, sino que ningún programador acude a tu espectáculo, condenando tu propuesta antes de nacer. Según ella, "se ha perdido toda la red que se teje cuando actúas. Y eso hace que, a largo plazo, la cosa pinte bastante mal. Es muy complicado, pero lo va a ser aún más". Y cabe sumar que, previsiblemente, los ayuntamientos harán recortes en Cultura: "Yo, por ejemplo, tengo un festival en Menorca llamado Menorca en Dansa, que ya nos han dicho que el año que viene va a ser muy complicado porque la pequeña aportación que hacía el ayuntamiento se va a recortar. Esto no es algo que vaya a durar dos años, sino que se va a postergar quién sabe cuánto". 

Para Santanach, las ayudas ya concedidas "fueron muy dirigidas a compañías con una residencia estable y una estructura profesional rígida. Pero luego hay muchos artistas y bailarines que era muy difícil que accediesen a las ayudas porque no cumplían una serie de requisitos específicos que realmente me hacen pensar si esas ayudas estaban pensadas por y para artistas". 

Además, como docente en la Universidad Autónoma de Barcelona, sostiene que se está perdiendo algo esencial en la danza, no solo en los procesos de creación, también en la docencia. "La formación de los bailarines del futuro está siendo muy complicada de retomar por las limitaciones, que entiendo que son necesarias, pero los bailarines trabajamos con el cuerpo y el contacto. Es muy complicado adaptar la metodología de trabajo para que no haya ningún tipo de contacto. Y esos estudiantes de danza que aún no han salido al mundo profesional lo van a tener mucho más difícil porque hay una serie de prácticas corporales que requieren del contacto, que es difícil que ahora se puedan hacer en cualquier escuela de baile".

"Venimos de un verano en el que, los que hemos tenido suerte, hemos trabajado un 25% de lo que habríamos trabajado cualquier otro año. Hay quien no lo ha hecho desde marzo, así que imagínate. El movimiento Alerta Roja se llama así porque realmente estamos en una situación alarmante de verdad", cuenta Carlos Grimaldi. Él es técnico de sonido en PA (Public Adress) y actualmente se encuentra de gira con Fuel Fandango. En los pocos conciertos que consiguen, claro. 

"Estamos todos a la expectativa de qué va a ocurrir", explica. Los técnicos, montadores, iluminadores y demás profesionales vinculados a los eventos culturales también se encuentran en una situación complicada. "Siempre hemos estado más invisibilizados pero no creo que lo estemos pasando peor que los artistas: la mayoría de los que conozco se ganaban la música en los conciertos. Así que estamos todos igual". 

Según él, el Real Decreto Ley que el Consejo de Ministros diseñó hace unos meses para el sector cultural, que incluía 76 millones de euros en ayudas, un acceso extraordinario a la prestación por desempleo y varias líneas de crédito para garantizar la liquidez de las empresas, no tenía en cuenta a una ingente cantidad de trabajadores de la cultura. 

"Era un paquete de medidas destinado a empresas de gestión cultural y a trabajadores que se dan de alta mediante el estatuto de artistas. Pero esto quiere decir que esas ayudas no contemplan a los técnicos, como yo. Nosotros nos damos de alta en el régimen general de autónomos". Y explica que no contemplar los puestos técnicos asociados a los espectáculos y la cultura en vivo "es un grave error". "Las circunstancias de nuestro sector por la temporalidad, o por que trabajamos mucho más los fines de semana… pues considero que no somos autónomos al uso". Él cree que esas ayudas que no han llegado ni mucho menos a todo el tejido cultural "se deberían de haber hecho pensando en este sector cultural más invisibilizado". 

"Es curioso que nos sintamos privilegiadas por poder hacer nuestro trabajo, y esta percepción considero que ilustra la situación extrema que estamos viviendo", explica Elisa Forcano. Ella es artista multidisciplinar, y en las últimas semanas ha estado trabajando en procesos de creación dentro de SURGE Madrid y la Sala Cuarta Pared, y aunque cuenta que no ha podido recuperar muchas de las funciones que tenía programadas para 2020, sí ha podido actuar en teatros de Madrid, Soria, Castrillón, Móstoles y Catarroja. Por eso tiene la extraña sensación de sentirse privilegiada. "Tengo muchas compañeras que han tenido que abandonar Madrid y volver a sus ciudades a vivir con sus padres porque ya no pueden hacer frente al alquiler, porque ya ni siquiera se pueden poner copas para seguir luchando por esta profesión. Una profesión de la que ya es difícil vivir en un estado de 'normalidad' en estas circunstancias ya casi se vuelve una utopía".

"En la mayoría de los casos, las pequeñas compañías ahora están haciendo malabares económicos para pagar a sus equipos dignamente y cumplir con los espectáculos reprogramados". Nos pone como ejemplo la compañía de teatro negro Irú Teatro con la que trabaja en el espectáculo Alicia en el País de las Maravillas: "Ahora ven un futuro complicado, llegando a plantearse parar el proceso de un nuevo espectáculo de cara a la temporada que viene, ya que no se está programando nada para 2021". 

A la situación de comprometer la continuidad de muchos proyectos, como el de Irú Teatro, se suman las limitaciones sanitarias impuestas que, no por más lógicas, son menos dañinas. "Lo primero son las cuantías económicas a las que ascienden todas las pruebas que te obligan a realizar para poder seguir desarrollando un proyecto escénico", explica. Forcano cuenta que se encuentra trabajando en la pieza PEEP BOX 350º, que se podrá ver previsiblemente en los Teatros del Canal en enero de 2021: "Su directora y coreógrafa Mey-Ling Bisogno me decía que tuvo que rechazar una subvención para desarrollar una pieza porque solo con los pagos de las pruebas obligatorias se fundía casi todo el presupuesto. Obviamente que hay que hacer pruebas, pero no podemos pagar por trabajar". 

A pesar de todo, la bailarina y actriz afirma que aún queda esperanza. "El pasado sábado 24 de octubre actuamos con El Cielo Sobre Berlín de la compañía Teatro Che y Moche en Castrillón [Asturias] y durante los aplausos pasó algo simbólico. El público no paraba de aplaudir, tras saludar varias veces finalmente todo el equipo subió a escena y se nos saltaron las lágrimas. Ese aplauso no era únicamente por el espectáculo que terminaban de ver, era porque la gente necesita teatro, a pesar del miedo al contagio, de los estados de alarma, de la reducción de aforo, de no poder sentarte al lado de tu pareja o tus amigas, la gente sigue saliendo de sus casas para asistir a un ritual presencial como es el teatro".