Comienza el libro re-imaginando al 'Niño de Orce', un diente de leche que es la primera evidencia de restos humanos en la península ibérica. ¿Qué hay de ficción en la historia oficial?

La prehistoria se presta muy bien a entender cómo la ficción ha servido para rellenar huecos y cómo la imaginación, la fabulación, los héroes y los mitos siempre responden a los mismos hombres blancos heterosexuales. A no ser que haya evidencias clarísimas, siempre que hablamos de la prehistoria el protagonista es un hombre pero, ¿qué hubiera pasado si convertimos en protagonista a una niña? Si en lugar del 'Niño de Orce' fuera la 'Niña de Orce' el relato hubiera cambiado completamente. ¿Por qué no podemos fabular nosotras, volver atrás y creer que quizás fue diferente? El sistema heteropatriarcal ha tenido el poder de contar, escribir y, sobre todo, hacerse protagonista de la Historia. Es importante poner en el centro del relato dos cuestiones: quiénes han tenido el privilegio de escribir la historia y qué grupos se han quedado fuera, las mujeres y los hombres o cuerpos que no respondían a la norma.

Nos remontamos a 1492, el inicio de lo que hoy podríamos llamar España con la conquista de Granada. ¿España se ha construido en contraposición a otra cosa?

Eso ocurre en todos los países, la peculiaridad aquí es que desde 1512, con la anexión de Navarra, nuestras fronteras han variado muy poco. Granada es ese último bastión en la memoria colectiva de la entrada de los musulmanes en el 711, por eso lo grupos políticos que han estado en el poder se remiten a los Reyes Católicos para defender esa idea de España unida, pero no es la realidad. Cada reino tenía sus propias administraciones y sus propias leyes. España no existía como tal. Lo que se conocía como Reino de España eran su monarquía y su religión católica, las dos cosas más determinantes para reconocer esa 'marca España' en la historia. Con el mal llamado descubrimiento de América llegaron esos adalides que convirtieron a medio continente. Ahí está la reivindicación de Isabel la Católica, como una mujer concienciada que no quería esclavismo. No quería como esclavos a los que había convertido al catolicismo, pero no le importaba tener esclavas moras.

Existe en los sectores más conservadores una defensa de España como un todo cuando, ya desde los Reyes Católicos, se ha construido como un puzle.

En el libro digo que es como un Mr. Potato al que se le van añadiendo cosas. El propio escudo de los Reyes Católicos ya lo reconoce como tal: hay una parte de Castilla, una parte de Aragón, la granada de Granada y un montón de elementos que hacen ver que somos una unión de diferentes cosas. Tras la Guerra de Sucesión, Felipe V impone, por derecho de conquista, las administraciones castellanas en el reino de Aragón, el Reino Valenciano y al final en los Países Catalanes, cuando los Austrias habían tenido un sistema distinto, en el que cada reino tenía sus propias peculiaridades y era obligatorio que el rey las respetara. De ahí viene esta lucha de siglos sobre lo que es España y el problema territorial que ha estado muy presente en todos los Gobiernos que ha habido después de 1975. La Constitución, que algunos defienden con tantísimo ahínco, ya dice que es un país plurinacional.

¿A quién y por qué le viene mejor esta idea de España como una única cosa?

La construcción del Estado moderno pedía unificar para ahorrar y poder controlar mejor a toda la población. Esto no marca una diferencia con el resto de Europa. Francia borró absolutamente todos los idiomas que no eran el francés e intentó hacer del país algo monolítico. ¿Hasta cuándo funciona todo este mito? Quizá nunca ha funcionado del todo, pero quienes han tenido el poder nos han vendido que esto era de esta forma, aunque las voces no controladas siempre han estado ahí. La cuestión es cómo queremos relacionarnos en el futuro y si podemos decir que la Transición, donde no hubo una auténtica revisión, es suficiente, y plantearnos qué es España. Para mí, España son sus gentes y yo creo que deberíamos tener derecho a decidir cómo queremos relacionarnos. Me parece el summum de la democracia. La autodeterminación en ese sentido es fundamental.

En otro capítulo plantea que la Guerra de la Independencia de 1808, un conflicto al que el discurso oficial apela con orgullo por la expulsión de los franceses, no surgió de un levantamiento simplemente patriótico. ¿Qué había detrás?

España se levanta, pero no todo el pueblo se levanta. En 1808 el pueblo tenía mucha hambre y llevaba muchísimo tiempo sufriendo. Demográficamente es una guerra horrible para España. Hay epidemias, mujeres violadas por todos los ejércitos y pueblos enteros vaciados, que se escondían en las montañas para proteger a las niñas. La victoria contra los franceses no se traduce en una reubicación de los privilegios o del progreso para todos, sino para unos pocos.

Lo que me interesa es relatar que los franceses eran muy malos en 1808, pero cuando vuelve a imponerse el absolutismo, que era lo que les interesaba a los reyes para mantener el poder, Fernando VII vuelve a contar con el ejército francés. Cuando en 1815 el Congreso de Viena dice que se vuelve al Antiguo Régimen, los franceses ya no son tan malos. Vamos viendo cómo en función de las políticas de los que gobiernan se va basculando y los que eran muy malos en 1808 y durante los siguientes cuatro años, dejan de serlo en 1823.

Menciona en este capítulo a Manuela Malasaña y a Agustina de Aragón como figuras utilizadas para sostener el relato hegemónico.

España necesita los cuerpos de las mujeres para dar forma a España, pero nunca para dar forma a las mujeres. Se cuenta que Agustina de Aragón se puso a dar tiros porque estaba enajenada de amor, porque su marido había fallecido, pero no se cuenta que era una mujer con unas ideas distintas a las de la época y que no solo existía ella, sino que había grupos de mujeres que ya estaban saltándose las imposiciones impuestas a su condición de mujer. No se cuenta que en 1808 las mujeres actuamos así porque estábamos en una línea de autodeterminación como sujeto político que llega hasta nuestros días, sino porque España nos necesitaba. La historia de las mujeres se cuenta para la gloria de los hombres o de España.

España ha tenido dos reinas: Juana I e Isabel II. Una ha pasado a la historia como 'la loca' y la otra es conocida por su supuesta promiscuidad.

La historia de España ha sido hecha a la medida de quienes tenían el poder, que siempre han sido los mismos. Han convertido a las dos reinas de España en una loca y en una promiscua. ¿Y no ha habido reyes locos? ¿No ha habido reyes promiscuos, con lo que conocemos de Juan Carlos I?

¿Ese relato ha servido también para establecer la pauta de cómo deben comportarse las mujeres?

En los colegios se estudian unos relatos muy concretos que hablan de la historia de España y de la historia las mujeres, pero ¿qué pasa con todo lo demás? ¿Qué pasa con esas mujeres que se saltaron en cada momento de la historia los contextos y las circunstancias que las oprimían? ¿Qué pasa con las mujeres que en 1808 llevaban agua de un lado a otro para que los soldados pudieran beber y seguir luchando? ¿Con las mujeres que iban corriendo en la vanguardia y en la retaguardia para curar a los heridos? ¿Por qué no se han puesto los cuidados en el centro de la historia?

El otro día se hablaba en redes de si las mujeres en la prehistoria cazaban. ¡Claro que cazaban! Lo sabemos desde hace muchísimo tiempo. Pero lo importante no es eso, sino contar que el motor de la historia, de las sociedades, de las ciudades, también son los cuidados. En ese sentido, las mujeres no solamente tenemos que ocupar el despacio de los hombres, también como guerreras y cazadoras, sino poner en valor el cuidado de la vida, que ha sido negado durante toda la historia. Si no lo ponemos en valor estamos haciéndole el juego a toda la historia que intentamos reconstruir.

Las grandes efemérides están relacionadas con victorias en guerras o conflictos, pero ¿nos hemos olvidado de la historia emocional?

Lo emocional era lo mal llamado femenino. Se ha auspiciado una historia de la violencia, del más fuerte, del más robusto, del que se imponía a otros países, del que recorría los mares, del que descubría. Pero nunca se ha reconocido el poder que tenían la poesía, el baile, la danza, el teatro, el sufrimiento, los traumas... Toda esa historia que forma parte de las sociedades ha quedado de lado. Hay quien dice que mi libro de historia es demasiado emocional. ¡Pues claro que es emocional! Porque soy emocional. La emoción nos da recursos para entender el mundo en el que vivimos, el mundo contemporáneo. ¿Por qué no se valora la alegría como un motor? ¿Qué pasa con la historia del placer? ¿Por qué todos lo hacemos en clave de la lucha?

Se dice que la historia la escriben los ganadores. ¿Por eso hay partidos que no condenan aún la dictadura franquista?

Escribí el libro en un momento muy convulso porque había varias elecciones. Escuchaba a gente de Vox decir las mismas arengas que se escuchaban en 1930: “El ejército tiene la última palabra”, “es un Gobierno ilegítimo”. Es increíble que esto se siga permitiendo. Por eso es importante hacer uso de la Ley de Memoria Histórica, para que ningún partido celebre la muerte, como lo han estado haciendo estos últimos años, y se regodee en un discurso xenófobo y racista. Es intolerable que una sociedad del siglo XXI siga haciendo uso de símbolos franquistas, que han dejado tanto dolor.

Leyéndola, da la sensación de que la historia no es más que un relato que sirve al presente, pero que podría haber dejado muchos otros relatos. ¿Habríamos sido de otra forma si se hubiera contado la historia de manera diferente?

Sin ninguna duda. ¿Tenemos que revisar lo que hemos estado haciendo hasta ahora? Sí. ¿Hubiera cambiado algo en el siglo XV? No, porque se daba en un contexto muy concreto, pero podremos entender que aquello sigue ocultando políticas y leyes xenófobas y racistas hoy. En 1609 se expulsa a los moriscos. Eso esconde un gran racismo por parte de nuestras instituciones que, a día de hoy, siguen facilitando la españolización o la consecución de la nacionalidad española a unos países y no a otros, porque no comparten nuestra religión católica.

Ocurre lo mismo con las personas gitanas: se redactaron contra ellas unas 300 leyes en casi 400 años, lo que impide que puedan acceder a un bienestar en las mismas condiciones. Hoy, en plena pandemia, son uno de los colectivos más afectados.

Si la historia hubiera estado escrita desde otros ámbitos y hubiéramos tenido otros relatos seríamos totalmente distintas. La escritura conlleva poder y nunca hemos tenido ese poder hasta ahora. 

¿Por qué cuesta tanto revisar algo que ocurrió hace cientos de años?

Porque ese relato llega hasta hoy y conlleva poder. Que esa gente con poder diga que aquello que se hizo fue un error y estuvo mal significa descentrar el poder y dárselo a otros grupos que ahora mismo lo están pidiendo. El uso político que se hace de la historia conlleva un gran poder.