A ojos de los miembros del jurado, todos ellos han resignificado la lengua de Cervantes en sus últimas obras, muchas llegadas al mundo desde pequeños sellos editoriales.

La ecuatoriana Mónica Ojeda, o Carlos Fonseca desde Costa Rica, el cubano Carlos Manuel Álvarez, los españoles David Aliaga, Cristina Morales, Andrea Abreu, Irene Reyes Noguerol y Alejandro Morellón. Paulina Flores desde Chile, José Ardila desde Colombia. La diversidad ha marcado esta segunda edición de los Granta, y no solo por la distribución de los autores en el globo al uno y otro lado del Atlántico, sino también por el perfil de los postulantes y su posición dentro de sus entornos de origen. Tal y como ha señalado el editor Aurelio Major durante la presentación este miércoles en el Instituto Cervantes, los escritores de la primera edición, hace una década, provenían de “las metrópolis, tenían que tener cierta educación, vivir en cierto lugar, tener cerca a un editor…" Pero ahora no. "Están emergiendo escritores en lugares mucho menos habituales, salen de pueblos y pequeñas ciudades que no son capitales de ningún país”.

Han roto las formalidades, en opinión de la editora y directora Valerie Miles, y han introducido el localismo en la propia lengua, a diferencia de sus predecesores, sin llegar a mencionar explícitamente en qué contexto se enmarca la historia o el personaje. “Han perdido los complejos y no utilizan el español neutro, no quieren ponerse una máscara para sonar así, sino que se dejan escribir en el español que usan y escuchan todo el tiempo”. Otros, dice Miles, son muy poéticos, y algunos han decidido abrir el relato al humor, como los cubanos, o a la ciencia ficción, como los cuentos del mexicano Mateo García Elizondo.

“Hay mucha originalidad en esta segunda tanda”, se reafirma la directora. Major añade que además hay una especie de ‘destete’ de los nuevos autores con sus propios antepasados, con las generaciones que les precedieron y con las que candidatos de otros años se esforzaban por “mantener un diálogo, incluso para, por así decirlo ‘matar al padre’, algo que en esta generación se ha notado muchísimo menos”. En el centro de las obras: nuevas identidades de género y preocupación por la materialidad del lenguaje. "Las ambiciones formales de la anterior edición eran más acusadas que en esta, en todos los sentidos".

Uno de los seleccionados, el colombiano José Ardila, ha resumido con acierto en su intervención la esencia de la última lista de Granta a través de una vivencia personal: "Crecí en la región bananera del norte de Colombia, con gente de muy diversos orígenes, del Caribe, de interior, y esa suerte de mezcla de todo, de tonos de piel, de acentos y de culturas ha definido en buena medida cómo veo el mundo y cómo entiendo la lengua y la literatura. Sé lo que quiero hacer con ella y que una mínima parte de esa diversidad esté presente en lo que escribo".

Justo antes de desencadenarse la pandemia, en febrero de 2020, Granta inició el proceso de selección de candidaturas, que estaban abiertas a todos los escritores menores de 35 años con un libro publicado. La deliberación del jurado de Granta, compuesto por seis profesionales de la lengua, entre ellos la escritora mexicana Chloe Arisjis, o el periodista y autor salvadoreño Horacio Castellanos, se prolongó hasta el mes de junio, cuando cada miembro propuso una lista de nombres de los que salieron los 25 elegidos. “Todos renunciamos a predilecciones, inclinaciones estéticas e intelectuales y estuvimos dispuestos a que los demás nos persuadieran”, explica Major sobre el proceso.

Después de haber pasado por las páginas de los textos de cientos de postulantes, Horacio Castellanos destaca de esta nueva hornada de jóvenes escritores su capacidad para dotar a la lengua de nuevos registros. Como si este poder innovador brotara de la necesidad de cambio de una generación envuelta en crisis de todo pelaje, económicas, políticas, sanitarias, y a las cuales los jóvenes narradores responden con la búsqueda de nuevas formas expresivas.

El carácter revolucionario ha sido el alma de Granta desde que cien años después de su fundación, como revista literaria estudiantil de Cambridge (1879), pasase a estar dirigida por dos jóvenes editores estadounidenses y destinada, desde que cayó en sus manos, a romper con el modelo anticuado, formal y complaciente de la novela inglesa, que venía rigiendo también la línea editorial de sus números. El primer ejemplar de la nueva era de Granta se tituló ‘La nueva escritura de los Estados Unidos’, y desde entonces, a lo largo de numerosas ediciones ha publicado los textos de grandes escritores, desde William Gass a Susan Sontag, viajando después al sur con Vargas Llosa o García Márquez, Sergio Ramírez o Carlos Fuentes.

El dominio de nombres masculinos hasta el día de hoy era indiscutible, tal y como ha reconocido la directora de Granta España Valerie Miles. Pero la emergencia de grandes títulos escritos por mujeres, que por su calidad no han podido pasar desapercibidos a ojos de los editores, está generando “una ola de nombres femeninos” en los reconocimientos literarios. En la segunda convocatoria de los tradicionales Granta, dice Miles, “hay más hombres que mujeres, pero desde la década de los 90 en adelante se percibe una explosión de ellas". Ellas son, entre otras, las españolas Andrea Abreu, y Cristina Morales, las mexicanas Andrea Chapela y Aura Garcia-Junco, Camila Fabbri en Argentina, Paulina Flores en Chile, la cubana residente en Miami Dayneris Machado Vento, la ecuatoriana Mónica Ojeda.

A veces la literatura toma su tiempo y necesita espacio para reaccionar”. Por delante queda una larga década para que la histórica revista salga otra vez a la búsqueda de la nueva hornada de escritores y, sobre todo, vaticina la directora en España, escritoras. “Eso es lo que viene, está clarísimo”.