La invasión alienígena es una constante en títulos como Ultimátum a la tierra, Vinieron del espacio o La invasión de los ladrones de cuerpos. 

No parece casualidad que Wes Anderson haya situado la acción de su nueva película, Asteroide City, en el año 1955 en un pueblo ficticio de EEUU donde cayó un meteorito y guardan un fragmento como gran reliquia. Un lugar donde cuatro de las mentes jóvenes más privilegiadas van a acudir a un campamento científico junto a sus familias y donde se quedarán encerrados durante días en una cuarentena preventiva que les hará convivir a todos en el medio de un oeste construido a las afueras de Chinchón (Madrid). Un pueblo que tiene su cowboy que canta -canciones compuestas por Jarvis Cocker-, su maestra inocente, su dining donde todos cenan y su hostal para que se queden los forasteros. Hasta una autovía a medio construir tiene.

Pero como siempre en el cine de Wes Anderson, nada es lo que parece, y en su mente todo se mezcla dentro de su personal universo. La sorpresa se desvela en el primer minuto de la película, pero Asteroid City no existe, no es más que una representación teatral que todas las noches llena un teatro con aroma a Broadway donde el dramaturgo más importante del momento y las estrellas que marcaran el futuro despliegan su talento. Anderson mezcla su homenaje a los escritores, al teatro de la época, al wéstern (que también triunfaba en ese momento) y, sobre todo, a la ciencia ficción. Lo hace con su estilo insobornable. 

Asteroid City es, para bien y para mal, una película de Wes Anderson. Sus detractores tendrán argumentos para masacrarla sin piedad; sus defensores la amarán sin ambages. Tiene su humor, su alma, su mirada del mundo y su estilo. Del blanco y negro de la representación teatral se pasa a un formato panorámico lleno de color en el que Asteroid City cobra vida como si fuera real. Los actores se duplican como el personaje que interpretan y la persona real en el universo teatral y sus tramas se interconectan; pero Anderson hace que todo fluya con naturalidad.

En Asteroid City lo que uno encuentra es un homenaje sentido y sincero a la ciencia ficción. A la de los años 50, principalmente, pero también a clásicos posteriores. Esta película podría ser el Encuentros en la tercera fase del director. Eso sí, rodado en un Chinchón que nunca parece Chinchón. No hay nada, más allá de unos créditos llenos de nombres españoles, que haga identificar al pueblo madrileño. Wes Anderson realiza este homenaje como él sabe, de la forma más artesanal posible, sustituyendo los efectos especiales por la animación por captura de movimiento (el stop motion) que tanto le gusta y los efectos digitales por un pueblo construido en medio de España. Hay en su filme un sabor añejo, a clásico antiguo, pero tamizado por la mentalidad moderna del creador. 

Consigue que dos mundos tan alejados, ese pueblo del oeste americano y los modernos dramaturgos de la costa este, se den la mano en una historia que, esta vez, intenta ir más allá del simple goce visual. Por supuesto que el principal atractivo del filme es su aspecto estético, pero Asteroid City se siente más humana que otras películas de Anderson. Hay, en su corazón, una historia emotiva sobre la pérdida que encarna el personaje de Jason Schwartzman y que llega a su cima en una escena preciosa en la que su personaje habla con el de Margot Robbie separados por un balcón. Es verdad que en el cine de Anderson a veces cuesta demasiado ver algo más allá del precioso envoltorio del caramelo, pero cuando lo logra la experiencia compensa lo demás.

En este The twilight zone 'andersoniano' cabe toda su troupe. Asteroid City habla de esos equipos que repiten durante noches la misma representación y que acaban convertidos en familia, y eso es un poco lo que ocurre con las películas del cineasta, donde siempre vemos a los mismos actores en algo que recuerda más a una compañía teatral que a una gran producción de Hollywood. Están los habituales: Schwartzman, Tilda Swinton, Fisher Stevens, Jeffrey Wright, Scarlett Johansson… y a ellos se suman Tom Hanks y Margot Robbie, que escribió una carta al director pidiendo estar en una de sus películas. Un filme lleno de encanto, que ha iluminado Cannes con su aparente ligereza y, sobre todo, con su alfombra roja que llegó, como siempre, en el autobús vintage que traslada a Wes Anderson a los sitios, ya que casi nunca coge el avión por su miedo a volar.

En las notas de producción de Asteroid City, Wes Anderson confiesa que, cuando comenzó a querer hacer películas, los años 50 fueron una de las épocas que más le inspiraron. “Sí, estaba viendo El padrino, Taxi Driver y a Brian de Palma, pero todavía más a Marlon Brando, James Dean, Montgomery Clift y Elia Kazan. La emoción de este período del cine y la relación con el teatro de este grupo de películas que, tal vez comienza con Un tranvía llamado deseo”, escribe y menciona a Tenesse Williams como gran influencia, por esa “voz de urgencia y por lo herido de sus personajes”.

Anderson ha sido preguntado en la rueda de prensa sobre si creía en los extraterrestres, como el que aparece en Asteroid City, y ha provocado las risas en la sala al poner en duda al mismísimo Stephen Hawking: “Hemos preparado este filme lo mejor posible pero no es una investigación universitaria o académica. Stephen Hawking insistía en que es matemáticamente improbable que no haya vida extraterrestre, pero yo no lo creo realmente”.

El director ha alabado a sus actores, y ellos han destacado el ambiente de rodaje que crea él, donde “no existen las jerarquías”, como decía Maya Hawke, la hija de Uma Thurman y Ethan Hawke y que debuta en el universo del director. Lo confirmaba Scarlett Johansson, que ha explicado que así no es como normalmente se trabaja en Hollywood: “Es intenso, es divertido, crea un entorno completo, que es físico y tangible, y en cierta forma es como hacer teatro, porque tienes ese espacio útil, y eso no es como el proceso normal al que estamos habituados para rodar, donde acabas la escena regresas a tu tráiler. Aquí no es así, Wes evita eso y te sientes como si estuvieras en el teatro, es emocionante”. 

Para Bryan Cranston, más que un director, Wes Anderson es “un director de orquesta”. “Nosotros, los actores, tocamos cada uno un instrumento y estamos totalmente centrados en nuestro instrumentos sin saber cómo va a ser el conjunto, pero luego Wes Anderson lo ajusta todo”, ha dicho el actor de Breaking Bad. Todos coinciden en que la personalidad afable de Anderson acaba con los egos, y que en Chinchón reinó el buen rollo que luego se ve en sus películas.