Las palabras y sentimiento de Márquez no se las llevó el viento en esa orilla atlántica que ve a tantos hijos ahogarse en sus cayucos pesqueros por alcanzar en Canarias una vida con los mismos derechos que los europeos. Quedaron en la emoción del público y en la grabación del documental de Rocío Márquez y Birane Wane Senegal: un sueño de ida y vuelta, ideado y producido por la Diputación de Huelva, cuyo rodaje han terminado estas semanas.

La película reflejará el concierto donde la cantaora y Canito actuaron solos y luego con la incorporación de Wane –colíder con José Gómez de One Pac & Fellows– en los dos temas creados para la película. Se trata de Yilma, compuesta por Márquez, Wane y Canito con fragmentos de canciones populares y Guajira que empezaron a componer Rocío Márquez y Mame Diarra Lo, senegalesa que trabaja en la oficina de Huelva de la oenegé CEPAIM, y luego ha ido creciendo como tema durante el rodaje al ser cantada con Birane, junto a alumnas de una escuela.

Pero la cinta también mostrará el intercambio de la artista onubense con un chiquillo que tocaba la kora en la región sur de Casamance, o con una bebé de la localidad interior de Louga a la que durmió acunándola con una nana afrocubana.

Instante de alto voltaje artístico y emocional se vivió en el rodaje por la conexión de voces y desgarro de Rocío Márquez con Index Ñuul Kukk. El famoso rapero saint-louisien, tan contestatario como lírico, impactó a Rocío Márquez, Canito y los privilegiados asistentes al workshop en la residencia artística Dëkandoo, de la organización Hahatay, en la aldea de Gandiol.

Todo ocurrió a instancia de la sevillana Ángela Rodríguez, responsable de Dëkandoo, institución dedicada a promover la cultura en la zona y profesionalizar e internacionalizar a sus artistas así como de Mamadou Dia, senegalés que migró a Murcia pero ha retornado y puesto en marcha Hahatay junto a su compañera de vida, la periodista gallega Laura Feal. Ellos crearon las condiciones para que Rocío Márquez e Index se explicaran sus estilos. Márquez resumió la historia del flamenco y esa amplitud que abarca de la mayor alegría y fiesta a la pena más desconsolada; desgranó la variedad "de colores, estilos, de palos", los explicó "a partir de los compases y ritmos" apoyándose en las palmas. Index que, como Mamadou Dia, forma parte del movimiento de vuelta desde la diáspora, en su caso francesa, para impulsar el desarrollo de Senegal, expuso su evolución del reggae al rap hasta su actual estilo a capela nacido de hacer de la necesidad virtud cuando el confinamiento por la COVID-19 en París le mantuvo alejado de sus músicos.

Acto seguido, se lanzaron a una improvisación donde brilló el pellizco afroflamenco del senegalés. Se arrancó Rocío Márquez con la vibrante seguiriya, habitual en su repertorio, basada en el poema de Isabel Escudero, que dice: “Lo peor de la condena, es cogerle gusto a la cadena, a la cadena”. Frase que fue repitiendo, con variantes, como un mantra envolvente. Entonces Index, aún sin comprender una letra cargada aún más de significado dado el contexto africano, aceptó la invitación gestual de la indagadora Rocío a sumarse al canto, haciéndolo con una hondura y un quejío tremendos que impulsaron a una y otro, juntos, a volar más y más alto.

Fue una comunión musical tan de raíz y extraordinaria que hizo llorar a la cámara Caren Ruciero mientras rodaba. Segundos de arte con mayúscula a los que contribuyeron Canito, el intérprete de kora Younoussa Cissoko y los percusionistas del grupo Geuwalgi ("familia" en wólof): Khadi Niang a la tama y el tole, Mohamed Niang al tougoné y Atoumana Fall al mbeumbé. Todos removieron las entrañas de la gente de Dëkandoo y Hahatay, sus niños que ese día estaban sin cole por ser festivo local, e incluso del director Marcos Gualda, el productor Javier Moya y el cámara y montador Jesús García Serrano pese a venir ya de muchos días de rodaje sobrecogedor.

“Una unión así, una comunicación tan fuerte como esta con Index es excepcional”, reflexionaba Rocío Márquez justo antes de almorzar yassa poisson, pescado con arroz, todos juntos sentados en el suelo y compartiendo plato. “Yo no he necesitado comprender la letra”, explicaba él, “para notar que Rocío canta con las tripas, para que el sufrimiento que transmitía me traspasara”. Ambos coincidieron en la cercanía del flamenco con los estilos senegaleses del sabar y el tassu. Para Márquez, la simbiosis tan natural lograda entre ellos “revela que hay códigos comunes, armonías y ritmos hermanos. Lo que prueba más todavía qué pertinente es este documental. Y a mí me llena de ganas de seguir explorando”. Anhelo de fusión compartido por Index Ñuul Kukk que se define como “escritor que canta”, “centrado en letra y voz”, con "una relación espiritual con la escritura" y que, llamándose Al-Hassane Salam Seck, ha elegido con toda precisión su nombre artístico pues “Index” significa “índice, el dedo que apunta y señala”, con voluntad de "poner el dedo en la llaga" a lo que él suma el nombre de su banda “Ñuul Kukk” que significa “más negro que negro”.

La idea de este documental nace en la Diputación de Huelva, de la sinergia entre los técnicos de Cooperación Internacional, Javier Moya, y de Cultura, Marcos Gualda. “El año pasado la Diputación invirtió un millón de euros en cooperación en todo el mundo”, detalla Moya. "Y para ayudar a sensibilizar en España, pensamos que una figura con repercusión recorriera nuestros proyectos en Senegal”, cuenta.

De las tres líneas de cooperación que tiene en marcha en Senegal la Diputación onubense, una la realizan con CEPAIM en el pueblo de Louga e incluye una escuela, apoyo a la salud reproductiva de las mujeres, seguridad alimentaria y abastecimiento de agua, y dos se hacen con el Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional (FAMSI), una en la zona de Podor también sobre agua y desarrollo productivo y otra, que recibe financiación europea, impulsa la gestión medioambiental en las orillas mauritana y senegalesa del río Senegal, a partir de la experiencia fronteriza entre Huelva y Portugal.

En Cultura, Marcos Gualda ya había trabajado con Rocío Márquez cuyo espíritu comprometido la llevó en 2017 a los campamentos de refugiados en Lesbos. Cuando la artista dio el sí al documental, lo hizo pensando inmediatamente en el cantante senegalés afincado en Sevilla Birane Wane de quien una amiga común, trabajadora de FAMSI, Carolina Damiá, llevaba tiempo hablándole. “Y a mí que también seguía la música de Birane”, especifica Gualda “me pareció de lo más pertinente incorporarle al proyecto”.

“Todo arranca de una amiga común”, corrobora Wane cuyo último disco es Bes Bou Bés (en wólof, un nuevo día). “Ya cuando me exponen los proyectos que lleva adelante en Senegal la Diputación de Huelva doy el paso y desde entonces colaborar con Rocío está siendo un gran descubrimiento artístico porque me está posibilitando conocer el flamenco y experimentar con mi voz en ciertos palos, con complicidad y total libertad creativa”, apunta. 

El rodaje del largometraje, “concebido como una road movie”, según su guionista y director, ha constado de dos etapas: una primera, este enero de 2023 en que Rocío no pudo viajar a Senegal por enfermedad de última hora “así que Birane cobró el protagonismo en su papel de cicerone”, explica Gualda, y los quince días actuales en que, ahora sí, Rocío y el guitarrista Canito han recorrido de sur a norte el país. “Gracias al primer rodaje, con Birane in situ y Rocío anhelando venir desde Huelva, hemos montado ya tráiler, teaser, videoclip e incluso un cortometraje que ya está sirviendo para sensibilizar”, explica Gualda citando una reciente proyección en la Redondela, cerca de Lepe y sus asentamientos chabolistas, “donde una migrante senegalesa le decía a su hija española: “Mira, así es Senegal, así vivimos allí”.

“Para mí”, indica el guitarrista Canito, “la peculiaridad del proyecto es que no implica solo tocar en África, que ya sería fantástico, sino hacerlo con artistas senegaleses, con su arte, sus instrumentos”. Algo que, “como vivimos el día que Rocío e Index improvisaron las seguiriyas, genera conexiones especiales, puntos de acuerdo y mensaje compartido en el lenguaje más cercano a la divinidad: el musical”.

Yonoussa Cissoko, griot [músico] e intérprete de kora que ha participado en el workshop de Gandiol y en el concierto de Saint-Louis con Birane Wane dice con otras palabras algo parecido: “La música es grande como el mar, dentro cabe todo”. Él que ha tocado en Oriente Medio, en Francia y las islas Canarias, que es miembro de la extensa estirpe de los Cissoko, griots de kora, como su primo Sirifo, afincado hace décadas en Sevilla, también espera ahondar más en el flamenco. E igual los ya citados percusionistas del grupo Geuwalgi, impulsores en Saint-Louis de la escuela Diameugeun ("la paz es lo mejor", en wólof) donde se enseña música y teatro a chavales de ocho a 15 años.

Cualquier rodaje, probablemente todo proyecto, se conforma de luces y sombras. Más aún en un contexto tan complejo como el de Senegal que Rocío Márquez y su equipo han conocido de cerca estos días franqueando las puertas de casas que familias senegalesas les han abierto con su proverbial teranga (en wólof “hospitalidad”) o recorriendo lugares como el populoso y degradado Guet Ndar, barrio de los pescadores de Saint-Louis, donde más de 45.000 personas, muchísimos niños, viven hacinados entre carneros, pelícanos y desperdicios orgánicos y plásticos, sobre una lengua de arena que mengua por el desastre climático y la subida del nivel del mar aparejada, dedicados, en 4.000 tripulaciones, a faenar y pescar.

Todo, lo hermoso y lo lamentable, lo vivido en encuentros íntimos o en el nutrido concierto final del Back to the Roots, lo han compartido artistas y equipo de rodaje con la contraparte que el departamento de Cooperación Internacional de la Diputación de Huelva tiene sobre el terreno. Gente como María José Martín de FAMSI en Senegal, Nabil Mesli Azzouz, Mame Mbargane y Javier Pérez de CEPAIM o Mamadou Abdoulaye Mbengue de Enda Viapol. Trenzando sinergia también con la banda de Birane Wane –el ya citado productor y batería José Gómez, Jorge Corbacho (guitarra), David González Moreira (bajo) y José María Díaz (teclados)– y con la especie de Little Spain que, al estilo de barrio hispano que hubo en Manhattan en los años 20, se forma en Saint-Louis con los participantes españoles en el festival Back to the Roots en torno al hotel y restaurante Siki, frente al icónico puente Faidherbe, con sus tapas de tortilla o croquetas, y la impronta cosmopolita y hogareña del empresario y dinamizador español Jay Hernández.

Rocío Márquez, preguntada por el controvertido aspecto de impulsar un documental tan estimulante ahí de donde salen los cayucos mientras en Huelva malviven tantos migrantes, muchos de ellos senegaleses usados como jornaleros baratos, contesta: “Sé que usaremos el documental para influir en Huelva, Andalucía, España que es donde vivo y donde puedo contribuir de forma más constante y sólida al objetivo de fondo que me mueve por encima de lo artístico, que es la igualdad”.

Con ese propósito como brújula es como, justo antes del concierto en los jardines del Instituto Francés de Saint-Louis, Márquez compuso una guajira-rap que ahora en Huelva volverán a grabar en la popular asociación de vecinos del Lazareto lugar donde han venido interactuando con la senegalesa Mame Diarra Lo: Desde Huelva a Saint-Louis / Voy cantando por guajiras / No pienses que se me olvida / Que este viaje empezó aquí / Este son viene a pedir / Que despleguemos las velas / Como aquel barco que rema / Buscando la libertad / Derramando por el mar / Estos cantos de ida y vuelta.

Igualdad y libertad a las que alude y canta Rocío Márquez con una fraternidad también aún por llegar, todavía hoy revolucionaria.