Por entonces, en plena Guerra Civil, el centro funcionaba como depósito de obras de arte. El Museo del Prado, también.

En el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) se conserva una foto de aquel verano de 1937, en la que la torre del campanario vallecano aparece mordida por el impacto de un obús. Nada estaba a salvo, pero la República trató de salvar todo lo que pudo. 

El 13 de agosto los funcionarios Alejandro Ferrant y Luis Feduchi vaciaron el contenido de la parroquia. Entre los once lienzos que cargaron en el camión figuraba La liberación de San Pedro. El más importante de la decoración del interior de la iglesia y la primera referencia en la lista escrita a mano por Ferrant. Salvaron el magistral lienzo, pero le causaron daños en el desmontaje, enrollado y almacenamiento. 

Fueron “poco apropiados”, escribe Cristina Salas Almela, conservadora-restauradora del IPCE, en el informe sobre la restauración de la obra que pintó en 1669 el artista barroco madrileño Francisco Rizi, y al que ha tenido acceso este periódico. La pintura, propiedad de la iglesia parroquial de Vallecas, va a ser restaurada con una inversión de 215.265 euros que hará el Ministerio de Cultura. 

El 13 de julio de 1940 la Guerra Civil ya había terminado y los responsables de la parroquia llevaban tres meses recuperando las decenas de lotes de bienes artísticos y litúrgicos que fueron encontrando por los diferentes depósitos. Ese día un tal Abundio entró en el Arqueológico y encontró el cuadro de Francisco Rizi. Y se lo entregaron. Los albaranes que se conservan en el IPCE descubren que a lo largo de esos meses los responsables de la parroquia vallecana se llevaron un total de 16 cuadros, unos cuantos más de los que salvó la Junta republicana de la iglesia. 

El franquismo hizo posible el expolio de bienes patrimoniales incluso entre iglesias. El 9 de noviembre de 1940, el comisario de la quinta zona del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN) franquista citó al representante de la iglesia de Vallecas para que presentara y devolviera un incensario que se había llevado. Había otros dos centros que lo reclamaban de su propiedad. “Para en unión de los demás solicitantes ponerse de acuerdo sobre su pertenencia”, le escribió. Y cuatro días después, en el despacho del comisario, compadeció Pablo Vargas, sacristán de la parroquia. Pero las hermanas de la doctrina cristiana de Tetuán y de las agustinas del Beato Orozco, solicitantes del objeto, no se presentaron. 

“Se adjudica el mencionado objeto en calidad de depósito a la expresada parroquia de Vallecas con la advertencia de que en caso de comparecer posteriormente alguno de los licitadores se dará cuenta”, apuntó el comisario, cuya responsabilidad era que los bienes llegaran a sus legítimos dueños. Además, el comisario señaló que de haber conflicto entre varios sería el obispo de la diócesis quien debería decidir la propiedad del mismo. El incensario gótico de plata dorada en disputa tenía una inscripción en la copa que aclaraba su propietario real: “Propiedad de don Juan Bautista Sala y Sala”. Este periódico ha desvelado el gran expolio de los represaliados republicanos. 

El recorrido del traslado del lienzo y las fechas está perfectamente datado, pero eso no quita para que la leyenda y los rumores inventen otra memoria de lo ocurrido. El párroco Alfredo Perea nos atiende por teléfono en uno de los dos días a la semana que atiende y cuenta una historia alternativa. “Este lienzo se conservó durante la persecución religiosa del siglo XX, yo no hablo de Guerra Civil”, apunta. A la contienda prefiere decirle así. 

Pues en esa “persecución religiosa” de la que habla el responsable de la parroquia vallecana, “unos vecinos lo descolgaron y lo enrollaron, lo sacaron del templo y lo escondieron”. ¿Dónde? “No sé, esto es según la tradición oral”, se excusa don Alfredo. “Dicen que lo ocultaron en la casa de alguno de los vecinos y que una vez pasada la persecución religiosa lo devolvieron a la parroquia y lo colocaron en su lugar. Esta restauración de ahora es la continuidad de la tradición de la fe de Vallecas”, relata el párroco que no duda de las habilidades de aquellos feligreses que, según su historia, primero desmontaron el retablo del altar, luego desclavaron el lienzo del bastidor y lo enrollaron. Para volverlo a clavar, tensar y colocar... 

Al salir de la iglesia más de ocho décadas después, con el campanario reconstruido y los muros de ladrillo impecables, se escucha a una vecina hablar por teléfono en su casa. Los gorriones y vencejos también rompen el silencio de la plaza que antecede a la iglesia (repleta de elementos mudéjares, góticos, renacentistas, barrocos y neoclásicos) es inmune al veneno de la metrópoli, a diez paradas de metro. Dentro de la parroquia hay un par de feligreses en los bancos, que miran hacia el altar pero no pueden ver lo que ocurre en la escena pintada por Rizi hace tres siglos y medio. 

Un ángel salva milagrosamente del calabozo al príncipe de los apóstoles y primer papa, mientras los guardias yacen dormidos. La suciedad y el barniz alterado muy oscurecidos han llevado la historia al silencio más absoluto. Apenas se atisban los protagonistas. “Es un mensaje de esperanza”, dice el párroco. “Transmite cómo hoy existen tantos ángeles que traen una buena noticia para liberar al hombre de tantas ataduras y de tantas esclavitudes y de tantos sufrimientos. El hombre moderno no puede liberarse solo. Necesita de un ángel que lo libere de sus cadenas. Esa palabra es actual y es viva. Con la restauración va a poder percibirse mucho mejor el mensaje que esta imagen quiere transmitir al hombre”, sentencia Alfredo Perea.

“Además, se puede ver una deformación del lienzo provocada por el bastidor en la parte central, donde se hace más visible la acumulación del polvo en superficie. Como consecuencia de estos deterioros la imagen se encuentra alterada y no permite apreciar la calidad de la obra”, explica la conservadora Cristina Salas. El marco, aunque sucio también, se encuentra en mejor estado de conservación. Está formado por elementos del antiguo retablo que enmarcaba la obra en origen. Es madera tallada y dorada con oro fino sobre bol y algunos de los elementos de la parte inferior no encajan bien.

Los casi 10 metros de altura con el marco incluido obligan a trabajar en la propia iglesia (permanecerá abierta al público). El lienzo será desmontado del marco y trasladado a una zona de trabajo que el equipo de restauración montará en el coro de la parroquia. Una vez sea descolgado del altar, los seis especialistas moverán la monumental pieza sobre un rulo. Cruzarán con la pintura de Rizi la nave central de la iglesia hasta llegar al lado opuesto al altar. En el coro (cerrado al paso del público e invisible), prepararán una superficie con tableros para intervenirlo y un andamio (forrado con una lona serigrafiada con la imagen de la obra) desde el que trabajar. 

Entonces los especialistas estudiarán el reverso del lienzo y se plantearán si necesitan desmontarlo del bastidor. Después procederán a fotografiar cada uno de los detalles detectados con la luz rasante. Fijarán la película pictórica, aplicarán un tratamiento antixilófagos en el bastidor, asentarán el lienzo y procederán a limpiar la superficie de barnices y repintes, además de reintegrar las faltas de pintura. La operación, que realizarán los seis conservadores durante medio año, terminará con la aplicación del barniz que proteja la obra y devuelva el brillo barroco, que pudo tener en algún momento de su ajetreada historia. 

En poco tiempo el barrio recuperará La liberación de san Pedro, un cuadro que no puede salir de Vallecas si no es para salvarse de las bombas, pintado por un artista al que se le ha llamado el “Rubens español”. Gracias a su influencia y a su relación en la corte tuvo acceso a las colecciones reales y allí descubrió la particular forma de mirar del artista flamenco. Miró a la cara obras de Rubens y Tiziano, y allí fue, en el destruido Alcázar, donde nació la voz de Francisco, hijo del artista Antonio Rizzi, que había venido de Italia a trabajar en la decoración del Monasterio del Escorial. Mirando a Rubens, Francisco “renovó desde dentro la tradición escurialense”, explica el comisario y profesor Ángel Aterido, doctor en historia del arte por la Complutense. 

Ángel Aterido dice que cuando acabe la restauración descubriremos el cuadro que ahora está tapado por una capa de “caramelo”. “Veremos un colorido brillante y apreciaremos de qué manera lleva el teatro a la religiosidad. Pero todavía tenemos pendiente conocerlo”, añade Aterido. Cuando finalice la intervención en el cuadro surgirá la modernidad del movimiento de la escena y de unos personajes que actúan con naturalidad para el público. Francisco creó una visión dinámica y atractiva, alejada de la afectación estática de las maneras de su padre. 

Vallecas conserva una obra sobresaliente de un pintor decisivo en el gusto de la clase privilegiada del siglo XVII. Ángel Aterido recuerda que fue un pintor muy productivo y con muchos clientes. “En Vallecas contrataron a lo mejor de Madrid para hacer el retablo que fue destruido en la Guerra Civil. Vallecas entonces era una población agrícola”, sostiene Aterido. Es posible que de los trabajadores de los cultivos no saliera el pagador del lienzo como donación a la parroquia. 

Rizi trabajó para casi todas las órdenes religiosas y para la corte. Producía a un ritmo endiablado y era reconocido por ello, podía atender a todos los clientes. Tuvo habitación junto a las estancias de la familia real. Era un artista influyente. En 1653, con menos de 40 años, fue nombrado pintor de la catedral primada de Toledo. Tres años después, pintor del rey Felipe IV, con sueldo vitalicio de 27.000 maravedíes, sin contar el pago de las obras realizadas. En 1669 se le permitió vivir en el Alcázar, pero murió sin alcanzar el cargo más deseado de todos, el de pintor de Cámara. En su lugar le fue concedido a Juan Carreño de Miranda, en 1671, a pesar de que por antigüedad le correspondía a Rizi. No le gustó nada. Fue un hombre ambicioso que no pudo satisfacer todas sus ambiciones. 

Francisco Rizi —que castellanizó su Rizzi familiar— no habría sido vecino del distrito de Villa de Vallecas, donde la renta media es de 21.581 euros. Muy lejos de la del distrito Salamanca-Goya, el barrio con la renta media más alta de la ciudad: 68.333 euros. Allí están los compradores de arte y no aquí, en Villa de Vallecas. Tampoco hay turistas ni suvenires ni atascos. Las casas no suman más de tres alturas y los abuelos se cuentan sus cosas con los médicos, sentados en los bancos de la plaza antes del mediodía. Nada parece haber cambiado en siglos y, sin embargo, hace un mes la población dio un vuelco al sentido de su voto. 

El PP logró un resultado histórico en las elecciones Municipales del 28M y sumó el 33,4% (17.625 votos), cuando en 2019 apenas superó el 12% (6.265 votos). Fue la fuerza política más votada, por delante de Más Madrid, que juntó 13.283 votos (el 25,2%). El PSOE también creció y pasó de 8.623 a 10.804 (el 20,5%), pero fue insuficiente para el partido del Ministerio de Cultura, que invertirá una importante partida económica en liberar a san Pedro de la mugre. La decisión de Miquel Iceta beneficiará a la Iglesia, para que el barrio obrero disfrute de su cuadro de élite. 

Entonces emergerá esa pincelada suelta y veloz de Rizi. A veces incluso mezclaba pigmentos directamente sobre la tela y no en la paleta, como comenta el investigador Miguel Hermoso sobre el cuadro de los Desposorios místicos de Santa Catalina de Alejandría. Trabajaba alla prima, sin dibujo previo, improvisando sin temor a equivocarse en busca de escenas mucho más teatrales que los pintores de la competencia, Herrera y Carreño. Por eso se le reconocía su capacidad para crear falsas perspectivas con arquitecturas y sus escenografías para teatros. Su habilidad para esos trampantojos le llevó a la Catedral de Toledo donde realizó el famoso Ochavo o a la capilla del Milagro en las Descalzas Reales madrileñas o la cúpula de la iglesia de san Antonio de los Portugueses (hoy de los Alemanes). La firma de Francisco Rizi pasa desapercibida aunque nunca ha desaparecido.