Sin servidumbres y con mordacidad, se emplean en la lucha por la justicia social desde una perspectiva global y surrealista. Tras sus máscaras animales se despliega un colectivo anónimo de arte de guerrilla que cuida al máximo cada una de sus acciones y lanzamientos.

Nada más iniciarse la entrevista se esfuma la posibilidad de destapar sus identidades secretas: la señal de vídeo permanece desconectada. Máximo misterio. Mientras sus compañeros atienden en silencio, Da Coneho se erige en portavoz único.

Antes de nada, ¿ha habido algún debate interno sobre cómo afrontar esta entrevista, la primera que les hacen?

Debate poco, somos animales heridos que nos hemos conocido en una especie de veterinario y enseguida hemos conectado con lo que teníamos que hacer. No ha habido mucho debate porque llevamos tiempo trabajando juntos y nos conocemos. Somos como animales recién liberados de una jaula. Teníamos ganas de hablar.

¿De donde surge la idea de crear DA-CAT?

Somos animales heridos, desarraigados, que nos hemos puesto en contacto. Cada uno veníamos de mundos muy diferentes y hemos conectado para intentar sobrellevar esta época lo mejor posible. Y, afortunadamente, creo que lo estamos consiguiendo porque nos escribe muchísima gente diciéndonos que se sienten de una manera parecida y que estamos poniéndoles una banda sonora para estos momentos y eso que todavía no hemos tocado en directo. Estamos contentos de conectar con otros animales que detestan ser humanos.

Pero detrás de esos animales hay unos perfiles humanos.

Bueno, digamos que somos una especie de trans. Somos humanos que se sienten animales. O al revés. Estamos en pleno proceso de transformación. Somos seres híbridos que todavía están buscando su lugar. Nosotros estamos transformándonos en nuestros propios personajes, que no son disfraces, son personajes que nos están poco a poco devorando, de una manera bastante más honesta de lo que sucede con las estrellas del rock que les devora un personaje peor que sus personas. En nuestro caso espero que sea al contrario. Que nuestros animales sean mejores que nuestros humanos.

Decía Valle-Inclán en boca de Max Estrella en Luces de Bohemia que “el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.” ¿Es esta la base de su propuesta, combatir el esperpento desde el esperpento?

Sí, nosotros somos también un cristal deformado que, cuando decimos por ejemplo que somos clasistas, realmente lo que hacemos es poner un espejo al resto de la gente, que la manera de superar que somos clasistas o racistas o lo que seamos, es reconocerlo. Muchas veces miramos a través de un cristal equivocado, el cristal humano es el menos sincero de todos los que hay, engaña constantemente, por eso la gente se refugia en las drogas, en los psicólogos, en el running [risas], en los festivales, en las series de televisión... para tratar de verse constantemente con un espejo deformado.

Nosotros intentamos poner ese espejo, tratamos de mirarnos a nosotros y superarnos y ese es el sentido de lo que hacemos con nuestras canciones, de poner un reflejo ultrasincero frente a nosotros y más que deformado, ponemos un cristal muy plano para vernos como somos. Sin el sentido trágico que tenía Valle-Inclán, nuestro sentido es más bien celebratorio. No es una cuestión tan finisecular, con una España que no va hacia ningún lugar, es más bien al contrario, es la pretensión de unirnos en una gran manada positiva.

Echando un vistazo a la campaña que inician a principios de este año se constata que lo suyo es un proyecto calculado.

Sí, llevábamos tiempo refugiados en nuestras madrigueras, primero dándonos calor, incubándonos entre nosotros, comiendo pienso juntos (risas), comiendo hierba, pastando en los mejores prados posibles hasta que decidimos enfrentarnos al mundo humano que es bastante más complicado que el animal.

No parece que hayan dejado nada a la improvisación. Han enviado ratoneras de presentación a compañeros de profesión, hecho campaña electoral con su programa político y hasta tienen sus diez mandamientos, ¿estrategia de marketing o activismo?

Nosotros siempre nos hemos sentido mucho más que un grupo, nos sentimos más como un colectivo. Un colectivo que tiene varias patas. Nosotros damos la cara, nuestra cara real que es la animal, pero hay mucha más gente implicada y nos apetece, no solamente tocar la parte sonora sino también la estética, la parte comprometida, la parte más lúdica y tener varias ramificaciones.

Nos parecería muy aburrido volver al concepto de banda de rock porque es reducir lo que somos: lo que es ser un rinoceronte, un ciervo… De esta manera lo amplificamos mucho más. Nos parece más divertido e incluso más político o más posrevolucionario o una rebelión de la rebelión. Algo así. Hacerlo de una manera más global. No nos sentimos exclusivamente una banda de música. Son tan importantes los diez mandamientos como el próximo sencillo.

Y cuidan mucho la imagen, no me refiero exclusivamente a sus personajes, aquí hay mucho branding. No hay ética sin estética, ¿no?

Sí, van íntimamente ligadas. El ser y el estar en nuestro caso están completamente unidos. Nosotros somos los reyes de la máscara sincera. Nuestra máscara es real. Una cosa de la que nos hemos cansado, que veíamos constantemente en el resto de la escena, es esa supuesta sinceridad con la que se muestran los artistas y que, normalmente, es mucho más máscara que las nuestras. Hay ahí un ultrapersonalismo, una primera persona constante a la que se apela de una manera falsamente sincera. Nosotros como buenos animales que somos hemos decidido utilizar máscaras pero de la manera más sincera posible. Que parece un oxímoron, pero no lo es.

Sus tres sencillos son trallazos de rock industrial y punk con trazas electrónicas que pueden recordar a los noventas, ¿va a ser este el sonido que les defina como banda?

Todos los temas tienen una base común pero aún así, los tres que hemos presentado son muy diferentes. El resto que tenemos preparados son bastante variados e invitamos a la gente a escucharlos. Por ejemplo, Pijos ahorcados es un tema ideal para gente hiperactiva, Soy clasista es para el mortal común que va a veranear al Mediterráneo o se va de festival y el que fue nuestro primer tema, Salta la valla, puede apelar a gente más tranquila con turbulencias internas.

¿Está su música al servicio exclusivo del mensaje?

Va todo completamente unido. Sería imposible ese tipo de textos sin el poder de la música que los acompaña. Uno de los errores que cometemos es leer las letras por separado. Una letra no es un poema ni un texto. Si lees nuestras letras significan una cosa y si las oyes cantadas, con la masa sonora que nos acompaña o con el tipo de voz, significan otras muy distintas. Es decir, si lees la lista de la compra con la voz de Tom Waits seguramente significa una cosa muy diferente a “lejía”, “champú”, etc. En nuestro caso es lo mismo. No creo que esté disociado. Igual que la ética y la estética, no separamos las letras de la música. Somos una especie de ecosistema ético-estético.

Han acuñado la expresión “dacatiano/a” y la emplean en sus redes sociales, ¿qué significa?

Es algo extraño. Algo que está en la frontera entre lo animal y lo humano. Algo propio de una banda que no tiene ni management ni sello, de una banda que se muestra esquiva pero a la vez se exhibe. Es una mezcla de muchísimas cosas que expresan paradoja frente al mundo que nos rodea y exhiben soluciones animales. Podría ser algo valleinclanesco pero desde un punto de vista positivo.

También desde sus redes lanzaban recientemente una pregunta a sus seguidores, “¿qué es lo que más asco les da de la vida moderna?”, ¿qué contestarían ustedes?

Lo que más asco nos da, en general, es la crueldad. La crueldad de unos contra otros. Me parece que los animales somos bastante más empáticos. Dentro de lo cruel que es el mundo animal, nunca hay una crueldad innecesaria, tendemos puentes entre nosotros, seamos de la misma especie o no. Fíjate que en esta banda convivimos conejos, ciervos y rinocerontes y lo hacemos muy bien. Lo que más asco nos da es esa crueldad constante e innecesaria que hace que las vidas de los humanos estén mutiladas.

Desde un punto de vista emocional hay un robo constante del tiempo, a la gente no solo se lo roban sino que le colonizan el tiempo de ocio también. Lo que antes era un espacio de ocio ahora lo es de actividad. Y este tipo de cosas hacen que los seres humanos sean terriblemente infelices, y cuanto más infelices, más crueles son. Nuestra música es un antídoto, un antibiótico contra ese tipo de crueldad. Es un bálsamo, digamos.

Los cascos de Daft Punk, las caretas de Slipknot, los dibujos de Gorillaz, el maquillaje de Kiss… ¿Por qué han elegido ocultarse tras máscaras de animales?

El hecho de ponernos cascos o lo que fuese, se salía de lo que éramos. Dentro del ser humano hay verdaderas muestras de animalidad, en los dos sentidos, en el sentido más instintivo y primitivo, el negativo; y en el más comunitario y glorioso, el positivo del reino animal, nada que ver con otros reinos que hay por ahí. Había una parte muy animal dentro de nosotros que queríamos sacar, igual que detectamos muchas partes humanas, en el mejor sentido, en los animales. Nos parecía un punto de vista más real y sincero que envolvernos en máscaras con las que no teníamos nada que ver, monstruos o cascos de motos. Hubiera sido artificial. La conexión entre humano y animal se da de forma muy natural.

¿Les ha servido de inspiración alguna otra banda? Es fácil pensar en The Residents, por ejemplo.

Cuando nos conocimos en la cola del veterinario sabíamos que estábamos destinados a hacer cosas juntos, no solamente tocar. Más que bandas, para nosotros es una referencia todo el mundo de Banksy, ese mundo imprevisible donde es difícil comerciar con ello y verle el rédito, donde el objetivo nunca queda claro si es de exhibición o de ocultamiento… En nuestro caso la referencia tenía más que ver con el mundo del arte callejero que con el mundo de la música cuyo proceso ya teníamos muy claro. Banksy nos ayudó a darle un marco más potente.

Para el lanzamiento de Soy clasista confeccionaron el barómetro del clasista con El Rey Emérito, Amancio Ortega, Julio Iglesias y Santiago Abascal. Dieron la vuelta al “Que te vote Txapote” por el “Que te vote Calamaro” en alusión a Andrés Calamaro, y hasta han criticado a Elon Musk por el cambio del pájaro azul a la equis. ¿Es sostenible en el tiempo tanta subversión? ¿Es el suyo un proyecto a largo plazo?

Es un proyecto a largo plazo, por supuesto. Estos no son más que los primeros cimientos de una gran edificio que queremos montar. Un conejo, un ciervo y un rinoceronte tienen un ciclo vital y apenas estamos naciendo. Y la subversión, hay diferentes formas de entenderla. La de Andrés Calamaro, por ejemplo, es subversión de “caca, culo, pedo, pis” y nos resulta muy vacía.

No tenemos intención de ser subversivos, la verdad. Pretendemos lo que dicen nuestros seguidores, ser una banda sonora a lo que está sucediendo hoy en día y reaccionar frente a ello. La subversión constante se convierte en una no subversión, el juego de la música siempre son montañas y valles y hay que dar también codazos y esquivar la propia rebelión que pueda convertirse en marca vacía. Por eso hay que tener cuidado con no vaciar este tipo de actos con actos gratuitos.

Por ejemplo, Sex Pistols en el 77 eran aparentemente rebeldes y con el tiempo nos hemos dado cuenta de que no eran tan revolucionarios y los Bee Gees, un grupo completamente denostado, su música disco empieza a verse ahora como un espacio de transgresión que durante 30 o 40 años la crítica no había puesto en valor, cuando Sex Pistols eran también “caca, culo, pedo, pis”.

¿Qué viene tras Salta la valla, Pijos ahorcados y Soy un clasista? ¿Hay previsión de álbum? ¿Y de gira?

Nos están llamando para tocar, pero queremos esperar a tener mayor repertorio. El próximo sencillo probablemente lo saquemos el Día Mundial del Lavado de Manos, entiéndase en sus dos sentidos, que es el 15 de octubre y se llamará Genocidio Deluxe. Va a ser una absoluta bomba y creemos que hay pocas bandas que tengan letras así con ese sonido. La idea del álbum será para más adelante, es un concepto que nos gusta pero hace 150 años no existía y no pasaba absolutamente nada, que a veces nos regimos por conceptos que están impuestos desde la misma industria.