Sin estrellas con las que hacer promoción, los productores temían que las películas perdieran empuje económico. “Así que fui a hablar con Disney y propuse retrasarla al año que viene”, dice.

Disney distribuye The Creator al haber absorbido en 2019 a su productora, 20th Century Fox, renombrada 20th Century Studios. Edwards recuerda de aquella reunión que “había un calendario en la pared con todos los estrenos del verano y el otoño, y me dijeron: 'La tuya es la única película que no pertenece a una franquicia, ni es una secuela, ni se basa en un libro o cómic’. ‘Si tu película se retrasa, no tenemos nada’”. Para el director de Rogue One: Una historia de Star Wars, fue un momento “extraño” y, cuando salió de la oficina, le dijo a un amigo: “¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Cómo puede ser nuestra película la única original?”.

The Creator no se basa en ninguna obra previa. Es una película de ciencia ficción 100% original, que ha costado 80 millones de dólares. No es mucho comparado con la media actual de blockbusters, que oscila entre los 200 y los 300 millones —y ha provocado una racha de fiascos en taquilla este año, encabezada por la última Indiana Jones—, pero es suficiente como para que la película tenga un acabado sofisticado. “Cuando era niño, cada semana había una película original así en cines, y todas se convertían en clásicos. Quizá esté sonando como un viejo, pero era una gran época para ver y hacer películas”, sostiene Edwards. The Creator, en efecto y aunque se ambiente en 2070, quiere transportarnos a una época anterior. Una donde películas como esta no eran una rareza.

The Creator nos presenta un mundo donde las distintas formas de relacionarse con la Inteligencia Artificial han derivado en una guerra de bloques: EEUU está en lucha con Nueva Asia por cómo las máquinas más avanzadas han sido aceptadas por su sociedad, y ahora amenaza una hegemonía humana que, en realidad, no es más que occidental. Tiene como protagonista a John David Washington (Tenet) como Joshua, enviado por el ejército estadounidense a Nueva Asia para encontrar a alguien que se hace llamar el Creador y, al parecer, acaba de diseñar un arma (¿o un ser?) capaz de decantar la guerra a su favor.

Una vez Joshua conoce a Alphie (Madeleine Yuna Voyles), una niña robot estrechamente relacionada con el Creador, sus lealtades empezarán a tambalearse. The Creator, como ilustra su mera sinopsis, bebe de numerosas obras consagradas a la que Edwards en tanto a director y guionista no busca equipararse: “Solo dedicarles una carta de amor”. La película se hace preguntas sobre la humanidad desde la coexistencia con una Inteligencia Artificial tan avanzada como para que nos replanteemos qué nos hace humanos. Incluso retoma el eslogan de Blade Runner con el que se vendían los replicantes “más humanos que los humanos”.

“La película es un crisol de títulos como Blade Runner y Apocalypse Now”, admite Edwards, asociándose con la famosa película de Francis Ford Coppola en tanto al conflicto bélico y su ambientación en parajes remotos, que tendemos a identificar con lo asiático. “Hay quien también me ha sugerido Terminator, pero yo pienso más en Aliens o en todo el cine de James Cameron. También hay mucho de Spielberg y de películas anime estilo Akira”, recita el director, con tanto entusiasmo como para asumir que no le importa que The Creator sea considerada un pastiche, y podamos cuestionar la tan laureada originalidad.

Pero tampoco sería de recibo. Los hallazgos de The Creator no se divisan en unas preguntas existenciales algo sobadas, sino en la construcción de su mundo. El futuro que presenta está plagado de detalles con un background trabajadísimo detrás, que brillan al retratar a EEUU como un país convaleciente tras el estallido de una bomba nuclear o una Nueva Asia que, aunque plagada de tópicos exotistas, presenta una integración de las máquinas en la vida cotidiana muy estimulante. Los vehículos, las armas, el vestuario… todo trasluce una gran imaginación, y un gozo a la hora de materializarla ante el que es difícil no sentir simpatía.

No sorprende viniendo de Gareth Edwards, por otra parte. Este realizador británico debutó en 2010 con Monsters, una aproximación a los enfrentamientos contra alienígenas que ponía el foco en las consecuencias de los mismos, en tanto a una Tierra llena de zonas arrasadas ahí donde se hubiera producido la lucha. El núcleo, como en The Creator, era el viaje de dos personajes a través de las ruinas, desarrollando lazos afectivos con el telón de fondo de una humanidad colapsando. Edwards rodó esta película con apenas medio millón de dólares, y aún así se las apañó para desarrollar una ambientación tan evocadora como espectacular.

El director se acordó mucho de Monsters trabajando en The Creator. “Cuando hicimos Monsters, solo éramos cinco personas en una furgoneta conduciendo por Centroamérica. Uno de los productores de entonces, Jim Spencer, también está en The Creator: quise tenerle conmigo porque sabía que él entendería el proceso”, explica Edwards. Han pasado 13 años desde Monsters, y la carrera de Edwards ha seguido un curso inesperado: “Tuve mucha suerte porque después de esta película tan pequeña di el salto a Godzilla, y luego a Rogue One”.

Rogue One, por cierto, no fue una experiencia muy agradable. Durante el rodaje de esta película de Star Wars, fueron muy publicitados los conflictos con Disney por el enfoque de Edwards —que pretendía tratar un cierto realismo y ambigüedad moral—, así como también un metraje extra que tuvo que grabar Tony Gilroy, con Edwards fuera de la producción. El director reconoce, pues, que hay ventajas y desventajas a la hora de trabajar con un gran estudio, y que “hay que encontrar una combinación feliz de ambas”. The Creator, en ese sentido, exhuma libertad: Edwards ha hecho justo lo que quería, y como tal hay que valorarlo.

The Creator presenta unos problemas bastante graves de ritmo y escritura, que lastran especialmente un tercer acto demasiado apresurado. Como la gran ficción épica que aparentemente Edwards llevaba queriendo hacer desde Monsters, su último film manifiesta una ostensible comodidad por instalarse en tópicos de la ciencia ficción sin interés por desafiarlos, así como un chapoteo en lugares comunes a la hora de describir las convicciones del protagonista —marcado por la archiconocida pérdida de una mujer amada— y su previsible relación paterno-filial con Alphie. Hay una apuesta encomiable por lo emocional y por pasar tiempo con los personajes, pero que no está a la altura del envoltorio.

Y, quizá, tampoco a la altura de su época. Con The Creator se ha dado la coincidencia que Disney publicó el primer tráiler tres días antes de que estallara la huelga de guionistas, y que se va a estrenar justo cuando esta huelga aparenta haber terminado tras un acuerdo con los productores (los actores siguen en las calles). Y es una coincidencia porque la Inteligencia Artificial, la misma en la que indaga la película, ha sido un tema muy importante en las sucesivas negociaciones entre escritores que se sienten amenazados por cómo puede afectar a su trabajo, y productores que quieren fortalecer la inversión en esta tecnología.

¿La postura de Edwards en este debate? “La IA es algo así como una trampa”, revela. “Hablando desde las estadísticas, puede haber un 90% de opciones de que eventualmente sea muy beneficiosa, y un 10% de que nos lleve al apocalipsis. Si fuera una ruleta rusa, podrías ganar millones de dólares o morir, y es cierto que es un 90/10 da mucho miedo. Pero creo que todo va a ir bien, soy optimista. A lo largo de los siglos ha habido invenciones como la electricidad, los ordenadores o internet y siempre han causado un gran impacto en las industrias. Todos se han dejado llevar por el pánico y han pensado que perderían su trabajo”.

“Pero luego no hubo desempleo masivo porque se inventara la electricidad o se construyeran ordenadores”, prosigue Edwards. Lo que suele suceder con las nuevas tecnologías, sin embargo, es que no importa tanto para qué se emplean como quién las emplea, y las huelgas de Hollywood evidencian que los estudios se resisten a reparar en el bienestar de los trabajadores a la hora de implantarlas. “Todos usamos electricidad y ordenadores, y todos usaremos la IA. Todo va a estar bien, aunque no será fácil”, insiste el director. “¿Deberíamos parar el progreso porque los trabajos vayan a cambiar?”.

Las declaraciones de Edwards encajan con el discurso de su película, abogando por una convivencia pacífica con las máquinas que además conduzca al entendimiento multicultural (EE.UU. frente a los países asiáticos). Por otro lado, la conclusión de la huelga de guionistas ha forzado un compromiso por que la IA pierda fuerza como generadora de contenido, y en su lugar se articule como una herramienta regulada de la que los escritores puedan disponer para desarrollar sus historias. Los actores y actrices, no obstante, afrontan dilemas más complejos, con IAs capaces de replicar su aspecto y voz —a Stephen Fry se la recrearon sin permiso hace pocos días—, y en definitiva de alumbrar un escenario mucho más inquietante que el que, desde la ingenuidad y las buenas intenciones, construye The Creator.