Recientemente se ha anunciado la tercera edición de una obra en la que Sánchez López “nos invita a pensar qué puede suponer el amor en un marco contemporáneo, aceptando que este es un concepto histórico, movido y movible por los contextos, las disposiciones de género, clase, racialidad, discapacidad y orientación sexoafectiva, entre otras”, según narra la sinopsis.

Juanpe Sánchez López (Alicante, 1994) es escritor e investigador universitario. Ha estudiado Teoría de la Literatura y Teoría y Crítica de la Cultura. Ha participado en los volúmenes colectivos (h)amor7 roto (2022, Continta Me Tienes) y De qué hablamos cuando hablamos de amor (2023, Editorial Cántico). Sus poemas han sido publicados en revistas y en catálogos de exposiciones artísticas. En 2021 publicó el poemario Desde las gradas (Letraversal), la primera entrega de una trilogía sobre el amor, cuya segunda vio la luz la pasada primavera con el ensayo Superemocional. Una defensa del amor (Continta Me Tienes).

La escritora Belén Gopegui advierte en el prólogo que “aunque [Juanpe] diga ‘el amor’, hace con esas dos palabras un sintagma nuevo, no patético, no cerrado, no igual a sí mismo, no carente de movimiento y vida. El amor en este ensayo está, en expresión suya, precisa, ‘cedido a la apertura’”. Y es que nos encontramos ante un meticuloso análisis del amor apoyado en fragmentos de Tamara Tenenbaum, Remedios Zafra, Byung-Chul Han, Rolan Barthes o Judith Butler, pero también en las canciones de Charli XCX, Caroline Polachek, Julieta Venegas, Mitski o Lana del Rey (a la que agradece haber escrito la impecable Venice Bitch) para poder mirar al futuro, pero sobre todo al presente. Juanpe explica cómo el feminismo interseccional juega un papel crucial en este recorrido. “Ver a gente de tu alrededor, que no forma parte de las estructuras académicas o de pensamiento, establecer razonamientos feministas en el ámbito popular porque estos se han insertado favorablemente es optimista, algo que está cambiando”, relata a elDiario.es por videollamada.

Pero hay algo más; la idea de cómo la forma de compartir el amor por y junto a las amigas es una base sólida de deconstrucción del amor romántico y de asomarse a la colectivización de los cuidados. “Ese es el motor de mi vida, pensar que quiero pasar tiempo con mis amigas me da el marco de querer vivir en esto. Y darle importancia a ese vínculo es primordial. Una amiga sabe todo”, detalla con entusiasmo. El autor narra cómo en 2008 al estrenarse la saga de filmes Crepúsculo nacieron conversaciones con sus amigas sobre el amor y los temas que les interesaban; poder pensar en conjunto con ellas fue clave en su crecimiento. “Poder darle importancia a la idea de ‘nosotras’, yo siempre he tenido mayoritariamente amigas, fue esencial para mí. Empezando con la noción de las cosas de chicas, hablando de lo que se consideran 'nuestras cosas', que se ha convertido un aprendizaje enorme, de índole filosófica. Las amigas son el lugar donde quiero estar siempre”.

Hablando sobre el revival que viven series como Sexo en Nuevo York, o Girls, y que ya en su momento fueron artefactos culturales con los que empezar a desmantelar las ideas del amor romántico en el siglo XXI, manifiesta: “En cuanto hay una mujer que está hablando de sus experiencias en la vida, se considera algo que está apartado de los grandes problemas, que son los masculinos. Esto ya lo decía Virginia Woolf hace más de 100 años. Y aun así, sigue pasando. Lo considerado femenino se ha tratado históricamente como algo de segundo grado; lo confesional, lo que habla de los sentimientos, el grupito de amigas o amigues que habla de 'sus cosas'. Pero la gran problemática siempre ha sido la guerra o el deporte, en los grandes temas de nuestra sociedad”. Hilando con respecto a cómo los asuntos de 'chicas y maricas' han sido negados de valor cultural, Sánchez comenta que “hay cierta masculinidad muy normativa que está fijada en la indisponibilidad emocional y lingüística de expresarse. Lo que siente, o cómo lo siente, es algo que tiene que permear en la oscuridad”.

Algo muy relevante de Superemocional es cómo sitúa la extrapolación de la cultura capitalista a nuestras relaciones, con conceptos como el emprendimiento emocional, el desapego o el individualismo. A la vez, propone un espejo sobre nuestras realidades, en las que fracasaremos y en las que sufriremos, pero estaremos más preparados para otras formas de amor y una experiencia fuera de indicadores neoliberales. “El esqueleto del libro es mi trabajo de final del Máster de Teoría Crítica de la Cultura en la Universidad Carlos III de Madrid. Antes de llegar la pandemia tenía previsto irme fuera a hacer el doctorado, finalmente no me dieron la beca y de repente me pregunté ¿Qué voy a hacer con todo esto?”, explica.

“¿Cómo puedo entender esta idea sobre cómo me siento, a través de la investigación? Decidí escribir sobre el amor, porque además sentía que era lo que me obsesionaba. No solo literariamente, porque también escribo sobre el amor de otra forma en los poemarios. Pero también es algo que me ha obsesionado toda mi vida; desde que eres pequeño, un adolescente gay y todas tus amigas están teniendo sus grandes novios de la adolescencia y tú de repente no tienes acceso a eso. Eso al final obsesiona porque las ficciones y el relato de las expectativas de nuestras vidas están muy ligadas al amor romántico y a tener una familia, una pareja, y hacer un futuro con eso, ¿no? Entonces mi obsesión caminó, caminó y sigue caminando”, describe.

Otro de los puntos más potentes del libro es la crítica al emprendimiento emocional, que se nos presenta, cuestionablemente, socialmente apoyado en la terapia como única solución de control de nuestras emociones, y no solo por una cuestión de acceso al sistema público sanitario. “Esto lo intento ilustrar a través del programa de citas Mujeres y hombres y viceversa (2008-2021), y es la idea de ser tronistas [los protagonistas del programa, que se sientan en un trono] o empresarios de nosotros mismos, que intentamos entendernos como un producto que se puede mejorar, y que va eligiendo ciertos accesorios que le hacen ser mejor, como la pareja. Cómo encuentro a alguien que tenga mis mismos gustos, mismas aficiones, que comparta formas de trabajar o comparta formas de pensar. Y eso al final nos lleva a un escenario de mercantilización de nuestros afectos y de las personas”, argumenta Sanchez López.

“Eso está muy relacionado con esta introducción del ámbito de lo empresarial a nuestras relaciones, y muy ligado a la jerga psicológica usada a la hora de hablar de gestionar o trabajar nuestras emociones, y eso es absolutamente peligrosísimo. Hay un trasfondo de que tengo que dedicarle tiempo, esfuerzo, horas, dedicación a ser mejor, a relacionarme, a superar este trauma a través del propio trabajo con uno mismo, etc… Al final creo que realmente la solución pasa por crear unas redes comunitarias, una red de afectos, de amigas, de amigos, de familia tradicional o elegida que te escucha, que te valora, que sabe quién eres, cómo puedes actuar. Y para que se dé esa solución debemos tener más tiempo para nosotros, tenemos que dejar de estar tan cansados y tenemos que dejar de emprender sobre nosotros mismos”, concluye.

A menudo ocurre un fenómeno extraño cuando las personas se enfrentan al espejo que suponen acercamientos a las formas de vivir el amor en el siglo XXI: verse situado entre la espada y la pared, entre la deconstrucción de un sistema normativo y una inercia gravitatoria hacia el amor romántico. En definitiva, ¿cómo enfrentarnos a la programación que Disney ha hecho sobre nuestras identidades? Sánchez atina en ello pronunciándose sobre el espejismo de la falsa calma: “Para mí la reconciliación pasa por abrir el concepto de amor y desjerarquizar la idea de pareja como único objetivo del amor, el mismo tiempo se lo puedo dedicar a mis amigos, a mi madre u otras personas con las que quiera pasar tiempo. Poder formar núcleos que sean extraños para esas expectativas, y eso crea grietas en nuestras expectativas de futuro y en lo que entendemos por amor”.

Análisis de Los puentes de Madison o El diablo viste de Prada conviven gustosamente con fragmentos y citas de Engels o Sarah Ahmed. La música pop tiene su gran momento en el ensayo. La observación que realiza el autor sobre Melodrama (Republic Records, 2017), el disco de la neozelandesa Lorde, tiene varias y acertadas capas. Por un lado, el reconocimiento a una obra generacional pero también, incorporado como un relato de la pérdida de la inocencia. “Melodrama es un retrato increíble de cómo se pasa de la adolescencia al ser adulto, y, sobre todo, lo que me interesaba un montón, más allá de lo formal, es esta manifestación adolescente de utilizar las onomatopeyas, como formas de ritmo en las canciones. Siento que el disco recoge esa sensación de invencibilidad del adolescente, y más precisamente el momento en el que se empieza a perder”.

Eso sí, si hay una figura que supone un paradigma en los feminismos de la década de 2010 para el autor es Lana del Rey. “En las primeras críticas se tildaba a Lana del Rey de ser una mala feminista. Esto lo relaciono con algo que vivimos actualmente: las ficciones y cómo las consumimos, como si debiesen ser un modelo perfecto de moralidad o de comportamiento cuando precisamente lo que hacen las canciones es proponer mundos con problemas en los que nos podemos ver reflejados. Lana del Rey propone representaciones sobre las que canta, no las legitima”. Juanpe se muestra fanático de la artista estadounidense, sobre cuyo disco de debut Born To Die el medio Pitchfork tuvo que rectificar para mejor la puntuación que le dio originalmente a un trabajo indispensable hoy para entender la música pop y su deriva de la última década.

Superemocional supone una mirada honesta, valiente y rigurosa ante algo tan difícil y tan fantástico como el amor. Entre sus páginas se extrae un aliento mucho mayor que la posibilidad de una solución a gusto de todas las personas, en el contexto neoliberal que vivimos, y es que llegar a ella será mucho más fácil y emocionante si lo hacemos junto a nuestras amigas. Como tantas otras cosas en la vida, el proceso de búsqueda puede ser mucho más emocionante que lo que está por revelarse.