Todo ello es capaz de reflejar José Daniel Espejo (Orihuela, 1975), escritor, librero y activista en Perro fantasma (Candaya, 2023). Un poemario coral, donde el Polígono de la Paz (Murcia), lugar donde se crio, adquiere una importancia indirecta. 

“La idea era crear como un cardumen y que no hubiese una voz, sino distintas voces que se van envolviendo”, explica en una entrevista con elDiario.es. El poemario adquiere un talante fantasmagórico propio de Rulfo. En este sentido, el poeta aclara que también hay “un trasfondo poético de la Antología de Spoon River”, del norteamericano Edgar Lee Masters. La voz de Espejo te traslada a los polígonos a medida que avanzamos en la lectura. Confiesa que uno de los objetivos era “que el lector se viera envuelto en las violencias que se dan en esos lugares”. Y es que el libro, alejado de adornos banales, va directo a lo que importa. “He buscado el grado cero del lenguaje y he empezado a construir desde ahí, sin agarrarme a una inercia de recursos”, añade. 

El autor puntualiza que sus poemas están “compuestos desde la oralidad”, pues en ella radica “el ritmo, la cadencia y una prosodia armónica y fluida”. Ha procurado “desconectar la complacencia de las puestas en página” para crear un libro más “abrupto”. Los poemas tienen una voz diferente, pero conectados por un mismo repertorio como si se tratara de un 'collage' de marginación y exclusión social, pues “hay términos del mundo de la droga o términos locales”, enfatiza. De los versos se desgrana que los vínculos familiares que aparecen en el libro están podridos. Y es que afirma el autor que “la familia es el lugar en el que heredas la pobreza y las formas tóxicas de relacionarte con el mundo”. 

En Perro fantasma, el lector encontrará una idea de un dios lejano. Algo así como la exclusión divina que pueden llegar a sentir los desfavorecidos o, mejor dicho, una figura divina vinculada al rechazo. El propio autor considera que “los personajes que pululan en el libro han sido expulsados de un marco de creencias”. Sin embargo, también hay margen para temas como las adicciones, la soledad, la marginalidad o la crudeza de los problemas climáticos. El libro se desarrolla en Murcia y Almería, zona desértica de la península ibérica y considerada de martirio climático. Los escenarios planteados en la obra son “zonas de sacrificio” como él mismo remarca. Lugares donde “no importa contaminar, destruir y degradar”. 

El poemario de Espejo también tiene un sentido político que consiste en “cambiar el foco, mirar realidades periféricas o marginales sobre las que transcurre la vida de una parte de la población", según cuenta. Sostiene que el sentido político de sus poemas tiene que ver con “mirar en zonas oscuras o poco representadas”, adquirir la capacidad suficiente para “observar por debajo de las capas de tabú que hace que las personas que viven realidades vulnerables sean despreciadas por la sociedad” y que el desprecio hacia ellos se convierta en “legitimación del sistema”. No obstante, aclara que en absoluto busca con el libro “ningún tipo de acción colectiva”.

Uno de los rasgos que comparten los personajes de Perro fantasma es el deterioro de la dentadura. Por ello, asegura que ese hecho es “una marca muy clara de proletariado” y que fue consciente de ello después. “Es la forma que el sistema tiene de recordarte que algo no va bien contigo o que no eres digno”, explica. El poeta, que trabaja en una oenegé, admite que su experiencia laboral ha jugado un papel fundamental a la hora de plantear el libro, pues “nuestra tendencia a hacer tabú la exclusión social tiene que ver con el miedo” y con saber que “nada puede salvarnos de eso ante las medidas de protección”. Sugiere que lo que intenta es mirar por debajo de esos tabúes porque “hay una riqueza literaria que se puede explorar”. 

Otro de los retos que afronta el libro son los problemas que aquejan a la generación actual. En cada verso se transmite una punzada, un quejido o un “sálvese quien pueda”, tal y como resalta el poeta. “El reto de nuestra generación y nuestro siglo es el cambio climático, el pico de los combustibles fósiles y los recursos del planeta. La Tierra ya no es la que era hace 20 años y está al borde de una transformación profunda”, lamenta. Insiste que se trata de un asunto sistémico, donde “la gente que manda también está en una situación crítica” y lo único que le queda a la población es “afrontar un colapso civilizatorio y social” de la mejor manera posible. 

Con Perro fantasma, el poeta ha querido cerrar un ciclo que seguía abierto con su libro anterior Lagos de Norteamérica. Admite que le ha costado “salir de esa onda autobiográfica del libro anterior”, pues al hablar de fantasmatización o disolución de la identidad no quería “hacerlo desde un yo central firme y definido”. Además, sugiere que esta obra la ve como un “cierre de ciclo”, donde el hilo conductor ha estado marcado por la pérdida de identidad, la exclusión y la marginación.

Lo cierto es que si nos detenemos en el trasfondo de cada verso, la voz personal y poética de Espejo es tan potente que tiene la capacidad de mezclarse en esos poemas corales de denuncia. “Mientras escribía, yo también me hacía consciente de las zonas de mi vida que han estado en riesgo”, puntualiza. Uno de sus objetivos era “traspasar a los lectores para que se sientan parte de los riesgos” desplegados a lo largo del libro y también que puedan “sentirse parte de la solución”. Por ello, hace referencia a la postura de la poesía española contemporánea mostrándose crítico porque “se mira demasiado el ombligo y solo enfoca realidades acomodadas”. Sin embargo, no es del todo pesimista porque también “hay jóvenes poetas que rompen ese canon”.

Espejo defiende su postura poética destacando que “la poesía pierde su poder, si solo la ubicamos en realidades acomodadas”. Es tajante asegurando que “sin riesgo no existe lo poético” y que lo que busca es alejarse de “los topos y lenguajes habituales”. Incide en que “merece la pena arriesgarse” porque “sin riesgo no hay literatura”.