La oposición de los gobiernos, los hinchas y el resto de equipos hace descarrilar la Superliga de los clubes ricos

Petr Cech fue el héroe del Chelsea en la única Champions del equipo inglés, en 2012. Tras parar un penalti durante el partido frente al Bayern de Munich en la final, evitó otros dos en la tanda definitiva tras acabar el partido en empate. El pasado martes, Cech, ya retirado y en la directiva del equipo, tuvo que realizar otra parada. En este caso, salió del bus del equipo para calmar a los centenares de hinchas del club que se habían amontonado en la puerta del estadio Stamford Bridge, en Londres, antes de un partido de liga para protestar por la apuesta del Chelsea por la Superliga.

Unas horas más tarde, el Chelsea anunciaba que se desvinculaba de esta competición, como ya habían hecho el resto de equipos ingleses previamente.

La imagen que se vivió en las afueras del estadio londinense se han convertido en el símbolo del rechazo que los hinchas ingleses mostraron a la idea de una competición alternativa a la Champions League sólo para los clubes más ricos del continente. La idea, que provocó el pasado domingo un terremoto en el mundo del fútbol, ha durado tres días. Entre el martes por la noche y la jornada del miércoles, 10 de los 12 clubes que firmaron la creación de la Superliga (los equipos ingleses, el Atlético de Madrid y el Inter) o bien se desvincularon o reconocieron que el proyecto no iba a salir adelante (Milán y Juve). Hasta el momento, solo el Real Madrid de Florentino Pérez, el gran impulsor de la Superliga, y el FC Barcelona, mantienen su apuesta por esta competición.

En las poco más de 72 horas que han pasado desde que la élite del fútbol europeo decidiera dar carpetazo a la Champions League y anunciara la creación de una competición en la que los miembros fundadores tendrían una plaza fija hasta que los clubes han reconocido su fracaso, prácticamente la totalidad del mundo del fútbol ha mostrado la espalda al proyecto. Desde la política a las federaciones, pasando por la hinchada, el resto de equipos del continente o los medios de comunicación. "Gánatelo en el campo, el fútbol es de los fans", rezaban las camisetas de entrenamiento de los jugadores del Leeds, un histórico equipo inglés que ascendió a primera división el año pasado, en su partido con el Liverpool, uno de los firmantes de la Superliga. El partido acabó 1-1.

El primer equipo que decidió desvincularse de la Superliga fue el Manchester City. El propio entrenador del equipo, Pep Guardiola, había cargado contra la nueva competición y había recibido el apoyo de su capitán, Kevin de Bruyne. Tras él llegaron el resto de los clubes de Reino Unido (Manchester United, Arsenal, Liverpool, Tottenham y Chelsea). En algunos casos, como el Arsenal o el Liverpool, la dirección llegó incluso a disculparse con sus hinchas, que preparaban protestas como la que se vivió en Stamford Bridge. "Cometimos un error y nos disculpamos por ello", rezaba la carta enviada por la cúpula del Arsenal a los seguidores. "Lo siento, soy el único responsable de esta negatividad innecesaria", apuntó el magnate John Henry, propietario del Liverpool.

No fueron solo los hinchas británicos los que protestaron contra esta competición. Asociaciones como la Footbal Supporters Europe (FSE), que engloba a peñas de los clubes europeos, muchas de ellas de los equipos participantes en la competición, llegaron a señalar que la Superliga será "el último clavo en la tumba del fútbol europeo". En la decena de comunicados de equipos que se desvincularon de este nuevo campeonato, todos aluden a sus respectivas aficiones para justificar su paso atrás. "Para el club es esencial la concordia entre todos los colectivos que integran la familia rojiblanca, especialmente nuestros aficionados", apuntaba el comunicado del Atlético de Madrid, por ejemplo. Una de las razones que habían esgrimido los fundadores de esta competición era precisamente "dar a los seguidores lo que quieren", según reveló The Guardian. Parece ahora que los seguidores no querían este campeonato.

Las hinchadas son 'solo' uno de los factores que han hecho que el proyecto de la Superliga haya tropezado nada más levantarse. Detrás de estos doce clubes se encuentran influyentes empresarios de distintos ámbitos, desde la construcción a Internet pasando por el petróleo. Pero ni siquiera la influencia de estos amos del fútbol de élite europeo ha ayudado al éxito de la Superliga. Pese a que el proyecto venía cociéndose desde hace años, con continuas reuniones y órdagos de los grandes clubes, la imagen que se ha trasladado en los últimos días ha sido la de la precipitación. La urgencia de ciertos eventos ha sido otro de los factores que ha llevado esta competición al fracaso antes de empezar.

Florentino Pérez, cara visible de la Superliga desde la presidencia del Real Madrid, ha justificado este miércoles en una entrevista en la cadena SER que lo ocurrido desde el anuncio se debe al "ambiente" que se ha generado entre las aficiones y presionados por la UEFA. El empresario ha ido más allá al señalar a un club inglés, sin especificar cuál, que "tenía dudas desde el principio" y que "ha contagiado" al resto de equipos. "A lo mejor no lo hemos presentado o explicado bien pero no nos han dado oportunidades", ha señalado. "Sería una pena que este formato no lo aprovecháramos", ha señalado, manteniendo vivo el proyecto, aunque tenga modificaciones. "Vamos a seguir trabajando", ha señalado, pese a que solo quedan el Madrid y el Barcelona y el Milán y la Juve que han expresado sus dudas. "Estamos reflexionando", ha subrayado.

Pérez, aunque ha evitado dar nombres, ha advertido a los clubes ingleses y al resto de los que se han desvinculado del campeonato que "todos firmamos juntos contratos vinculantes". Ha sugerido que esto puede acarrear repercusiones para los equipos que no han querido seguir con el campeonato.

Los clubes firmantes querían anunciarla antes de la reunión que tenía la UEFA este pasado lunes para aprobar la creación de la nueva Champions League, con un formato que garantiza a los participantes más partidos y por tanto mayores ingresos pero que contaba con el rechazo de los clubes de la Superliga. De hecho, según han informado varios medios, hasta hace apenas una semana no se conocían todos los componentes del nuevo campeonato. Por ejemplo, tal y como informó AS, el Atlético de Madrid se incorporó el jueves pasado urgido ante la posibilidad de que le dieran esa plaza al Sevilla. Pese a que el anuncio llegó con bombo y platillo entre los clubes firmantes, la Superliga aterrizó sin tener los apoyos cerrados, sin haber convencido a más de una docena de clubes, sin informar de cuáles serían los otros ocho equipos ni como se clasificarían los invitados. Nada. Únicamente una línea de financiación de miles de millones de euros respaldada por JPMorgan.

Los problemas que han provocado esta precipitación se habrían visto amortiguados si se hubiera obtenido el respaldo de más equipos. Pero ninguno lo ha hecho públicamente, pese a que Andrea Agnelli, presidente de la Juventus, defendiera este miércoles que había recibido numerosas llamadas de equipos interesados. Ninguno se expresó públicamente. De hecho, cuando se anunció la creación de la Superliga, se informó que a los 12 firmantes se unirían otros tres miembros fundadores. Pero en estos tres días no se sumó ningún nombre nuevo. Ni siquiera el Bayern de Munich o el Paris Saint Germain, los otros dos grandes equipos del continente que dieron portazo desde el primer minuto a esta competición. A ello se ha sumado que los demás miembros de las ligas inglesa, italiana y española se hayan posicionado en el lado de la UEFA.

A estos factores se ha unido otro, que ha otorgado a este órdago una dimensión más allá del fútbol: la política. El Ejecutivo español mostró su rechazo horas después de que se anunciara la creación de esta nueva competición, situándose del lado de la UEFA ante un liga que "ha sido pensada y propuesta sin contar con las organizaciones representativas de este deporte, tanto a nivel nacional como internacional", como indicaron dese Moncloa el lunes. Otros gobiernos europeos como el francés también cargaron contra un campeonato que, defendía, acababa con "el mérito deportivo".

Sin embargo, el que para muchos ha sido el Gobierno más implicado en la batalla contra la Superliga ha sido el británico. El primer ministro, Boris Johnson, salió rápidamente a oponerse que seis de los 20 equipos de la primera división inglesa respaldaran esta competición. En una rueda de prensa convocada con motivo de la pandemia, Johnson aprovechó para tildar de "cártel" a los equipos que habían creado el nuevo campeonato que, según señaló, iba contra el principio de competencia. Previamente, se había comprometido con el resto de clubes ingleses a usar una "bomba legislativa" contra la Superliga.

Aunque la Superliga haya descarrilado por muchos factores, ha constatado que sobre la mesa hay una guerra entre los grandes clubes y las federaciones de fútbol, a las que se han unido las ligas nacionales. Hay que recordar que, en todo momento, se habla de organismos privados con intereses que no siempre van en la misma línea. Los clubes de la Superliga buscaban, en resumidas cuentas, gestionar ellos mismos los derechos audiovisuales y ganar en poder de decisión respecto a las competiciones internacionales. Las federaciones y las ligas profesionales de los tres países afectados se unieron desde un primer momento y amenazaron con sanciones inminentes a los clubes y a los jugadores participantes, que podrían verse incluso excluidos de sus selecciones nacionales en un año con Eurocopa y Juegos Olímpicos.

Sin embargo, es aquí donde han encontrado los fundadores de la Superliga prácticamente su único apoyo: el juzgado de lo mercantil número 17 de Madrid. Este martes, un juez emitía un auto en el que prohibía a las distintas federaciones y a La Liga imponer sanciones hacia los participantes de la Superliga hasta que se concluyera si es o no legal la creación de esta competición al margen de la UEFA. Estas medidas cautelares se habían solicitado por la empresa que se ha creado para gestionar el nuevo campeonato ante las amenazas que había recibido por las autoridades futbolísticas y que podrían afectar a competiciones que ya están en marcha, como las semifinales de la Champions. Sin embargo, este éxito judicial para la Superliga duró poco ya que, apenas unas horas más tarde, comenzó la sangría de salidas de participantes de la competición.