El BCE no bajará los tipos de interés hasta verano, pese al riesgo de recesión y a la avalancha de críticas internas

"Los miembros [del Consejo de Gobierno del BCE] debatieron la idea de que la 'última milla' del proceso de bajada de la inflación es el más difícil de recorrer. [...] Desde el principio, se ha entendido que reducir [las subidas de precios] desde niveles superiores al 10% al 2% difícilmente sería posible sin incurrir en efectos secundarios, como menor empleo y menor actividad", recogen las actas de la última reunión sobre política monetaria del Banco Central Europeo, que se celebró a finales de 2023.

"Sorprendentemente, hasta el momento persiste la perspectiva de un 'aterrizaje suave' de la economía. Por lo tanto, con la inflación en el sector de los servicios todavía en el 4% y un fuerte crecimiento salarial, [el Consejo de Gobierno de la institución] todavía tiene que afrontar una 'última milla' desafiante", continúan las mismas actas.

El adjetivo "desafiante" es el eufemismo clave que esconde la intención de hacer más daño a las familias, a las empresas y a los Estados de la eurozona, con los sueldos como el chivo expiatorio de la crisis de precios. Según la lógica ortodoxa imperante entre los economistas alemanes y de Países Bajos, la prioridad es evitar que los salarios persigan a los precios de consumo para recuperar poder adquisitivo, obviando que el origen de la inflación está en la oferta, tanto en la energía como en los distintos obstáculos que ha encontrado el comercio mundial desde la pandemia.

Con estas premisas como punto de partida, la primera línea de mandatarios del Banco Central Europeo (BCE) se vuelve a reunir este jueves para decidir sobre la política monetaria de la eurozona. Salvo sorpresa, se espera que el principal órgano de la institución ratifique lo que avanzó su presidenta, Christine Lagarde, en el Foro de Davos: el BCE mantendrá los tipos de interés en el 4,5%, un máximo de 2008, otros 6 meses —"hasta el verano"—, aunque el riesgo de recesión es cada vez más elevado y a pesar de la avalancha de críticas internas que el sindicato mayoritario de la institución, IPSO, ha desvelado esta misma semana.

La pasada semana, en el Foro Económico Mundial, Lagarde se mostró firme en su empeño por ahogar la economía para luchar contra la inflación, después del ciclo de subidas más agresivo de la historia del euro, del 0% de julio de 2022 al 4,5% actual, donde los ha dejado desde otoño. A la institución monetaria no le temblará el pulso pese a que recientemente se confirmó que la economía de Alemania se contrajo un 0,3% en 2023 y a que la amenaza de recesión y de destrucción de puestos de trabajo se extiende a toda la eurozona, con la excepción destacada de España.

"Hubo una sorprendente falta de comprensión de la dinámica inflacionaria [desde 2021 y 2022, cuando empezaron a dispararse los precios de la energía y de las materias primas por los cuellos de botella en el comercio mundial por la pandemia y, después, por la invasión rusa de Ucrania] y, en particular, de su persistencia", advierte un trabajador anónimo del BCE, en la encuesta de IPSO.

"Esto llevó a la percepción pública de que el BCE vivía en una especie de realidad paralela. Se tomaron medidas demasiado tarde, lo que finalmente provocó una pérdida de poder adquisitivo para los ciudadanos europeos del 10% al 20%. Para colmo de males, Lagarde exige ahora que los trabajadores europeos muestren 'moderación' y no exijan una recuperación de sus salarios", añade este mismo empleado.

El sondeo del sindicato, al que ha tenido acceso elDiario.es, refleja que la plantilla de la institución suspende el mandato de Lagarde. El 50,6% de los trabajadores cree que su presidencia es “pobre” o “muy pobre”, porque no es “competente” y porque “la mayor parte del tiempo no se dedica a su cometido, sino a hablar de política y otro temas”

Otro empleado anónimo de la institución con sede en Frankfurt denuncia "la difusión de cuasi rumores neoliberales como la espiral de precios y salarios. Si bien puede ser un factor de la inflación, es el único en el que Lagarde y el Consejo de Gobierno se centran, sin considerar muchos más importantes, como la mejora los márgenes de beneficios de las empresas [la capacidad de obtener ganancias de sus ingresos, trasladando el encarecimiento de los costes (energía o materias primas) a los precios de venta, los que paga el consumidor]".

Exactamente, en Davos, Lagarde fue preguntada por si podría haber un apoyo mayoritario a una bajada de los tipos de interés en verano, “dado que varios miembros del Consejo de Gobierno del BCE han señalado ese momento”. Lagarde contestó: “Yo también diría que es probable”. 

“Somos optimistas respecto a que tenemos una perspectiva creíble de un retorno de la inflación al 2% en 2025, pero todavía es necesario que salgan muchas cosas bien para que eso suceda”, declaró, en paralelo, Klaas Knot, gobernador del banco central de Países Bajos, que participa en el Consejo de Gobierno del BCE junto al resto de gobernadores de los socios del euro y el Comité Ejecutivo de la institución, que forman la presidenta Lagarde, el vicepresidente Luis de Guindos, el economista jefe y otro puñado de miembros.

El Consejo de Gobierno tiene sobre la mesa una clara moderación de la inflación en el final de 2023, un encarecimiento cada vez mayor de los préstamos y de las hipotecas que amenaza la actividad económica y la previsión de que la Reserva Federal (la Fed, el banco central de Estados Unidos) baje los tipos de interés bastante antes de verano.

Desde esta perspectiva, la postura más agresiva del BCE frente a la Reserva Federal supone un empujón para el euro en su cruce con el dólar. Una apreciación de la divisa es desinflacionista porque automáticamente abarata la factura de la energía que se importa como petróleo o gas, que se venden en dólares en los mercados internacionales.

Hay otra cuestión que pone en duda la agresiva estrategia del BCE. "Un posible recrudecimiento de las tensiones en el mar Rojo, incluso un eventual cierre del estrecho de Ormuz, [en Oriente Medio], obviamente tendrá un impacto inflacionista", explicó Judith Arnal, investigadora del Real Instituto Elcano, en la presentación del informe 'España en el mundo en 2024: perspectivas y desafíos' de este centro de análisis, hace solo unos días.

"Es decir, subirían los precios de la energía, si hay problemas en el comercio y si hay cuellos de botella, que ya se están empezando a registrar", prosigue esta experta. "La reacción desde el punto de vista de la política económica habría que estudiarla, pero el punto de partida para la política monetaria no sería el mismo que cuando se produjo el shock inflacionista en el año 2022", observa.

"Hay que recordar que entonces salíamos de la pandemia, con lo cual había todavía margen para el crecimiento económico. Veníamos de años de una política monetaria ultra expansiva, con tipos de interés en terreno negativo. Con lo cual, había margen para incrementar los tipos de interés, también margen para la reducción de los balances de los bancos centrales [la deuda de países y empresas que han adquirido en los últimos años para favorecer mas condiciones de financiación en general]. Si se produjera un nuevo repunte de la inflación no estaríamos en esa misma posición", reflexiona Judith Arnal.

"Estamos en un contexto de desaceleración económica y en el que ya tenemos una orientación contractiva de la política monetaria, con lo cual sería una situación realmente muy desafiante. Y desde el punto de vista de la política fiscal tenemos que tener en cuenta que las cuentas públicas han ido asumiendo importantes impactos: primero con la pandemia, luego para hacer frente al shock energético... Con lo cual ya tenemos unas finanzas públicas sobrecargadas, entonces creo que tendríamos menos margen de reacción tanto desde el punto de vista de la política fiscal como desde el punto de vista la política monetaria", concluyó.

"No está claro qué debe lograr el BCE. La política monetaria no incluye suficientemente las transformaciones que exige el cambio climático. Con el enfoque actual, veremos tasas de inflación muy altas en la próxima década debido a la transición verde. La política monetaria tampoco incluye aspectos sociales (como la avaricia de las empresas, las necesidades básicas de los europeos más pobres....). Por último, la tecnología se considera un área de apoyo y no estratégica", expresa otro trabajador de la institución en la encuesta de IPSO.

"Creo que el BCE reaccionó demasiado tarde con su primera subida de tipos de interés, habiendo alimentado aún más las expectativas de subidas de precios", opina otro empleado, según recoge el sondeo.

"No ha logrado comunicarse adecuadamente con los mercados. Lagarde es incapaz de comprender los conceptos de los que habla en las conferencias de política monetaria, por lo que, naturalmente, comete errores cuando se sale del guion", avisa otro trabajador del BCE, en referencia al tropiezo, casi al principio de su mandato [y en plena pandemia, en abril de 2020], cuando dijo: "We are not here to close the spreads [No estamos aquí para contener las primas de riesgo, en inglés]", y provocó un fuerte encarecimiento de los tipos de España o Italia.