En los últimos cinco meses, desde que EEUU identificó el primer caso de coronavirus el pasado 21 de enero, han fallecido por COVID-19 más de 118.000 personas en el Estado norteamericano. La cifra supera el número de estadounidenses muertos durante la Primera Guerra Mundial (116.516) y duplica los fallecidos en la Guerra de Vietnam (58.220).

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) es el tercer conflicto bélico más mortífero en la breve historia de EEUU y Vietnam (1955-1975), el cuarto. Solo les superan la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con 405.399 muertos, y la Guerra Civil (1861-1865), la única de todas las mencionadas que se libró en territorio estadounidense y la cual suma más que las dos guerras mundiales y la Guerra de Vietnam juntas.

"No creo que la pandemia vaya a causar grandes cambios sociales en EEUU. Tampoco lo hizo la pandemia de 1918", señala a eldiario.es Walter Scheidel, historiador de la Universidad de Stanford y autor del libro ‘El gran nivelador: violencia e historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI’.

"La Segunda Guerra Mundial afectó de forma mucho más profunda a la sociedad no por el número de muertos, sino por los esfuerzos que se hicieron para librar la guerra (reclutamiento, planeamiento económico, subidas de impuestos), sus consecuencias económicas (disminución de los rendimientos de capital e interrupción de intercambios internacionales, entre otros) y su impacto en las experiencias y actitudes (aumento de la solidaridad)", señala Scheidel. "La pandemia actual tiende a tener el efecto contrario: distanciamiento social, diferentes experiencias basadas en la clase social y en la educación, dependencia de la flexibilización para reducir la necesidad de redistribución y el desempleo masivo, entre otros", añade.

En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, Scheidel sostiene que mientras una parte de la sociedad se queda atrás y paga el precio más alto –ya sea por el desempleo, la precariedad o trabajos que requieren contacto con otras personas y riesgo de contagio–, la tecnología hace que la táctica del confinamiento sea menos dolorosa para los más protegidos, "aquellos que pueden sobrellevar la tormenta desde la relativa seguridad de sus oficinas y trabajos mejor pagados".

Comparada con otras enfermedades, el paralelismo más cercano es la temporada de gripe de 2017-2018, que provocó 61.000 fallecimientos en apenas ocho meses, según los datos del Centro de Control y Prevención de enfermedades de EEUU. Esta temporada de gripe fue la más mortífera de la última década. En cuanto al cáncer, 599.108 personas murieron en EEUU en 2017 por la enfermedad.

Lejos está la pandemia de gripe de 1918, considerada una de las más mortíferas de la historia. En EEUU murieron unas 675.000 personas. De hecho, más soldados estadounidenses murieron por la pandemia que en el campo de batalla de la I Guerra Mundial, a la que EEUU entró en abril de 2017.

Sin embargo, Sheidel afirma que la crisis actual ha tenido un mayor impacto económico que la pandemia de 1918. A diferencia del siglo pasado, explica el historiador, la economía no se ha paralizado. "En los últimos 100 años, la paz, la medicina y la prosperidad han llevado a la humanidad hacia una mayor comodidad, seguridad y previsibilidad. Por primera vez en la historia, los residentes del mundo desarrollado tienen buenas razones para esperar que la ciencia los proteja y los cure", sostiene en el artículo. Por eso esta vez, argumenta, la población ha estado dispuesta a paralizar el país, obligando a pagar el precio más alto a los más desprotegidos.

El 39% de los trabajadores que antes de la pandemia vivía en un hogar con ingresos inferiores a 40.000 dólares ha perdido el trabajo, un porcentaje que se reduce al 13% para los hogares que ganan más de 100.000 dólares, según cifras de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Respecto a la exposición al virus, más del 60% de aquellos con una carrera universitaria han trabajado desde casa. En el caso de aquellos que solo han terminado el instituto, el porcentaje es del 20%. Pero el impacto en la salud también ha sido desigual, dado que la tasa de mortalidad por COVID-19 en afroamericanos es 2,3 veces más alta que para las personas blancas.