Por qué Texas se ha quedado sin luz y sin agua: el fracaso de la desregulación impulsada por los republicanos

El temporal ha dejado más de 30 muertos, pero no será esa la única imagen que quedará de la histórica tormenta de nieve de Texas. Lo que se recordará también es la foto del senador ultraconservador Ted Cruz cogiendo un vuelo a las cálidas playas de Cancún, México, dejando atrás a 4,5 millones de sus representados muertos de frío, sin luz ni calefacción.  

En Houston, “la capital mundial de la energía”, más del 60% de todos los hogares y negocios se quedaron sin electricidad.

Sólo en su condado, más de 300 personas se han intoxicado con monóxido de carbono mientras intentaban a la desesperada calentar sus casas y a lo largo de todo el estado, al menos 15 millones se quedaron sin agua potable. 

Más que enterrarlas, la nieve ha dejado al descubierto las carencias del “milagro de Texas”, un paraíso de impuestos bajos y desregulación que los republicanos toman como modelo de crecimiento en todo el país. Un lugar donde enriquecerse sin que la burocracia ponga “palos en las ruedas” como en las otras locomotoras económicas del país, los feudos demócratas de Nueva York y California.

En Estados Unidos hay tres redes eléctricas: la de la Costa Este, que sirve a 36 estados, la de la Costa Oeste, para otros 11, y la de Texas, que hizo una propia para evitar que las autoridades nacionales la supervisaran. Tras otro temporal ya vivido en 2011, un informe oficial advirtió del riesgo de no prepararla para las bajas temperaturas, pero aún así, no se hizo. La propia empresa que gestiona la red explica que “no era obligatorio, era recomendación”.

Es difícil no culpar a los republicanos de casi cualquier cosa que pase en Texas. Joe Biden logró acercarse a solo 5 puntos de Trump en las elecciones presidenciales del pasado noviembre, pero hace 27 años que el estado no elige a un gobernador demócrata y los republicanos controlan las dos cámaras del parlamento estatal desde hace dos décadas. Todos y cada uno de los 27 cargos electos del estado son republicanos, lo mismo que sus dos senadores en Washington.

La huida a Cancún del senador texano Ted Cruz ha sido la representación más bochornosa de la gestión del desastre, pero también una muestra de cómo funciona el conservadurismo en Texas. Para justificar su viaje a la playa mexicana, Cruz se ha presentado como un buen padre que quería darle un capricho a sus hijas. Sólo unos días antes, le había mandado una carta al presidente Biden pidiéndole que sellara la frontera con México para evitar la llegada de contagiados por COVID. 

El mismo tinte ideológico se ve en otros compañeros de partido. El gobernador ha culpado del apagón a las energías renovables, aunque apenas representan un 10% del consumo en Texas y el suministro eléctrico se hundió principalmente por las centrales de carbón y gas. El exgobernador Rick Perry, que ignoró las advertencias en 2011 y fue secretario de Energía con Trump, ha ido más lejos afirmando que “los tejanos prefieren estar sin electricidad aún más tiempo antes que tener a las autoridades federales regulando su red”.

Tal vez sea cierto, pero harían bien en tener cuidado. Sólo unos pocos votantes han perdido a alguien por el frío, pero son varios millones los que han pasado unos cuantos días verdaderamente angustiosos sin electricidad o agua. E incluso entre los afortunados que sí tenían suministro, alguno ya se ha encontrado una factura mensual de casi 14.000 euros cortesía de un mercado completamente desregulado que ha vivido un pico de demanda en mitad de un bajón de oferta.

Esas personas necesitarán ayudas y sus representantes republicanos en Washington ya las han reclamado. Son los mismos que votaron en contra de echarle una mano a Nueva York tras el paso del huracán Sandy y a California durante los devastadores incendios forestales. Entre los republicanos texanos, de hecho, se volvió casi un chiste recurrente lo de burlarse de los apagones en ese estado durante las olas de calor como muestra de “lo que pasa cuando la política energética la hacen demócratas”.

En el Partido Republicano de Texas ha crecido durante décadas un rabioso sentimiento antigubernamental que roza con lo absurdo. Durante lo peor de la tormenta, con millones de texanos muertos de miedo y de frío, el alcalde de un pequeño pueblo lo resumió bien diciéndole a sus ciudadanos que “apoyarles en tiempos difíciles no era su responsabilidad” y que debían “nadar o ahogarse” porque “los fuertes sobrevivirán y los débiles perecerán”. También recomendó “dejar de llorar y de pedir limosnas” a las autoridades. Ha dimitido. 

El presidente Biden ya ha declarado buena parte de Texas zona catastrófica, abriendo así el paso a las primeras ayudas. Está por ver si los republicanos del estado ignoran esta nueva advertencia o si deciden aparcar brevemente su alergia a la regulación para reconstruir una red eléctrica con garantías. Los científicos coinciden en que estos temporales serán cada vez más habituales debido al cambio climático, pero para temerle a eso los líderes republicanos de Texas deberían primero creer en el cambio climático. Paso a paso.