Alberto Fernández:

El presidente argentino, Alberto Fernández (Buenos Aires, 1959), transita el último de sus cuatro años de mandato y no aspira a la reelección, entre otros motivos, porque su baja popularidad complicaría ese objetivo.

El período del peronista de centroizquierda Fernández en la Casa Rosada estuvo marcado por la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y los bonistas privados heredada del gobierno conservador de Mauricio Macri (2015-2019). "El más formidable endeudamiento de la historia argentina en monto y en tiempo", denuncia el mandatario.

En la siguiente entrevista realizada el martes en la residencia presidencial del barrio de Olivos, suburbio norte de Buenos Aires, y actualizada por teléfono en días posteriores, Fernández dice que transitó un ciclo que fue "de crisis en crisis; no terminamos de sacar la cabeza del agua que ya viene otro que la mete abajo de vuelta".

Se refiere al eje deuda, pandemia, guerra en Ucrania y una sequía histórica que restará 20% de las exportaciones argentinas este año. No obstante, Fernández reivindica medidas redistributivas tomadas por su administración y un crecimiento de 16% del PBI entre 2021 y 2022, tras tres años de caída.

Otro factor endógeno que sobrevoló todo el mandato de este abogado nacido en el barrio de Paternal, clase media de Buenos Aires, es el extenuante conflicto con quien le propuso ser candidato del Frente de Todos hace cuatro años, la vicepresidenta y expresidenta (2007-2015), Cristina Fernández de Kirchner. Pese a la presión de parte de la coalición gobernante, el presidente insiste en una pulseada para "democratizar" al peronismo y superar la centralidad de la líder del kirchnerismo.

De cara a las elecciones presidenciales de este año, Fernández fija como su principal objetivo que no gane la derecha o la ultraderecha, "poque lo peor que le podría pasar a la Argentina es volver a ese pasado recalcitrante".

Cristina Kirchner publicó un texto esta semana en el que le equiparó a usted con Mauricio Macri como "los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI" y ahora estarían pagando el precio en la popularidad ¿Qué opina del lugar en el que lo ubica la vicepresidenta?

Yo no acepté un programa impuesto por el FMI, negocié un programa que hizo que el FMI debiera aceptar condiciones que nunca antes había aceptado. Un programa que garantizaba la inversión en salud, educación, ciencia y tecnología, y obras públicas, que admitía ser revisado cuando la economía argentina se viera alterada por condiciones exógenas, y por eso se revisaron las metas de reservas ante los efectos de la guerra en Ucrania, y las de equilibrio fiscal, como producto de la histórica sequía. Yo no tome la deuda de US$ 44.500 millones con el FMI (en 2018), ésa es la gran diferencia con Macri. Negocié cómo afrontar esa deuda, dejando muy en claro que el plan no podía impedir el crecimiento. Entre 2021 y 2022, la Argentina creció 16 puntos porcentuales y llevamos 31 meses consecutivos de generación de empleo registrado. Nosotros no aceptamos un plan ortodoxo como los que habitualmente el FMI pretende imponer. La comparación es simplemente un error de concepto. Con el FMI también negociaron muchos expresidentes. Entre ellos, Néstor Kirchner (2003-2007, de quien Fernández fue jefe de gabinete).

La vicepresidenta propone acordar un programa antes de definir candidaturas. Con diferencias tan marcadas en la evaluación del Gobierno, la renegociación del préstamo de Mauricio Macri con el FMI y la división en el Frente de Todos, ¿es posible consensuar un programa común?

Yo creo que es hora de que el espacio se democratice. Democratizar quiere decir que las estructuras no gobiernen y lo haga la decisión de la gente que nos sigue. Como consecuencia de esa democratización, puede haber tantos candidatos como voluntades de ser candidato existan. No creo que eso sea incompatible con la posibilidad de que nuestros candidatos acuerden puntos de coincidencia mínimos a modo de programa de gobierno. Lo más importante en nuestro espacio es preservar la unidad y eso se logra dejando hablar al pueblo.

¿Piensa unas primarias el 13 de agosto en las que haya una candidatura con el aval explícito de Cristina y otra de otros sectores del peronismo?

Estoy pensando que vayan los que quieran presentarse, creo que al espacio hay que democratizarlo de una vez y para siempre. Tuvo estos años dos figuras muy centrales, como fueron Néstor y Cristina. El peronismo tiene cierta vocación a aceptar esa lógica porque nació de un caudillo enorme que fue Juan Perón, pero hubo un solo Perón en la historia, no nace uno por década. La única forma de organizar un partido político es la democracia interna. No sé quién está en contra de la democratización del espacio, quiero creer que nadie. ¿Cómo se democratiza un espacio? Dejando que la gente vote. No hay otra forma. Ahora, si te dijera “yo voy a poner un candidato”, tampoco estoy democratizando. Quizás, de todos los que salen, hay uno que me gusta mucho, o por ahí, a Cristina se le ocurre proponer uno que me parece maravilloso y digo “no está mal lo que dice Cristina”. Yo no tengo una pelea con Cristina, lo que tengo es una mirada propia, ni siquiera sé si diferente. La mejor época del peronismo fue cuando fue a buscar a la gente y abrió sus puertas para que todos entren. 

En una entrevista televisiva esta semana, Cristina Kirchner dijo que se viene una elección de tercios entre el peronismo, la derecha y la ultraderecha, y que lo mejor es garantizar el piso propio para pasar a la segunda vuelta. ¿Coincide? En ese caso, ¿unas primarias que pueden ser duras, no pondrían en peligro ese piso?

Es muy difícil predecir escenarios. Todos los encuestadores dan cuenta del rechazo de la gente a responder al encuestador, pero demos por cierto que tenemos un electorado dividido en tercios. No logro entender qué significa "garantizar el tercio". Es obvio que hay que trabajar para fidelizar el voto propio, el secreto es ir más allá de los fieles para garantizar un éxito. De qué me sirve garantizar mi piso, mi tercio, y entrar en la segunda vuelta si en esa instancia no sumo votos. A mi juicio, aspiracionalmente, dando por cierto que un tercio de los votantes nos acompaña, lo que necesitamos es ir en busca de una mayor acumulación de adhesiones. El secreto es romper los tercios. En ese sentido, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (previstas para el 13 de agosto), en la medida que permitan una amplia participación, van a generar una gran movilización militante y promover una mayor adhesión. Sin esa movilización, a lo sumo cristalizaremos el tercio que tenemos, según el análisis que se hace. Con eso, difícilmente se gane.

No da la sensación de que el liderazgo personalista de Cristina esté en declive, tanto por su propia conducta como la de muchos dirigentes que la reconocen como una jefa indiscutida.

Es muy legítimo, y hay otros que pensamos que eso lo tiene que resolver la gente. Pienso la política como una decisión de conjunto, y que cuando a uno le toca gobernar un tiempo como el que nos tocó a nosotros, de crisis en crisis, en el que no terminamos de sacar la cabeza del agua que ya viene otro que la mete abajo de vuelta, tenemos que abrir las puertas y dejar que la gente hable, opine y busque al mejor de nosotros para que la represente antes que lo que nosotros, los dirigentes, podemos creer para representar al conjunto. Ésta fue mi mirada toda la vida. No creo que el peronismo pueda seguir siendo personalista, verticalista y todas las cosas que fue cuando Perón vivía. Habrá gente con más capacidad de liderazgo, habrá gente con mucho carisma, pero no son Perón.

Cuando Cristina le hace la propuesta de ser candidato, hace cuatro años, ambos se conocían bien desde hacía décadas, incluidas las críticas que usted mantenía sobre el gobierno 2007-2015, ¿creyó factible en ese momento que se volvieran a distanciar?

Lo que te puedo decir es que esperaba que eso no ocurriera porque yo fui muy franco en el momento de la decisión sobre lo que quería hacer. Además, como a mí con Néstor me unía un vínculo personal fuerte, francamente le dije que yo no quería volver a tener problemas de distanciamiento con la familia Kirchner, porque me dolía por el recuerdo que tengo de Néstor, sobre todas las cosas. Pero bueno. El hombre propone y Dios dispone.

¿Entiende por qué Cristina cambió de pensamiento o de estrategia?

No sé si cambió, no me animaría a decirlo, ni soy quién. No me da la impresión de que ella haya cambiado. Creo que en algún momento ella propuso imponer una serie de ideas con las que yo no estuve de acuerdo, y ahí es donde se produjo el click. Cuando escucho decir “lo mejor hubiera sido que no acordemos con el Fondo”, hoy no tendríamos ni el swap chino, por ejemplo (el mecanismo permite pagar las importaciones chinas en yuanes sin afectar en lo inmediato las escasas reservas).

Esta semana, Cristina ratificó que no participará de las elecciones porque cree que está proscripta, a raíz de la sentencia de la causa Vialidad (el fallo por la concesión de obras públicas en la provincia de Santa Cruz debería ser ratificado por dos instancias judiciales para que efectivamente se le impida ocupar cargos públicos). Muchos argentinos la respaldan, pero también muchos están convencidos de que es corrupta. Ella enfrentó procesos judiciales con jueces que jugaban al pádel o al fútbol con Mauricio Macri, o tenían un vínculo muy estrecho con el Grupo Clarín. Lo que tampoco se puede negar es que hubo amigos y socios comerciales de los Kirchner que se transformaron o se potenciaron como contratistas del Estado. No sé si usted tiene un vínculo similar con un contratista.

No, no existe ningún empresario vinculado a mí.

¿Percibe en la relación de Cristina con ciertos empresarios una grave invalidación de su figura política, más allá de que la juzgue el que juegue al pádel con Macri?

Empiezo por decirte: Cristina no es corrupta, yo la conozco. Eso lo puedo afirmar sin dudar. No lo es. Alguna gente puede decir que fue una imprudencia ética muy grave haber firmado acuerdos con alguien a quien conocían de antes, devenido en empresario vinculado a la obra pública (se refiere a Lázaro Báez, el contratista de Santa Cruz). Pero los descuidos éticos graves que algunos pueden señalar no siempre son delitos, hay que hacer la diferencia. Finalmente, no hay una ética única. En los tiempos que vivimos, con el posmodernismo, toda la ética y los valores se han vuelto relativos, no hay un valor unívoco. No voy a juzgar la ética de nadie. Vos podés juzgar, desde tu mirada, que éticamente eso es cuestionable y tal vez algunos te den la razón, pero de ahí a decir que eso es un delito, a decir que Cristina es corrupta, hay una distancia enorme. Ahí me salió el profesor de derecho penal, disculpas.

Que haya jueces que interactúan con la alianza opositora Juntos por el Cambio y contratos con empresarios amigos son problemas de la Argentina.

Para mí, en la gestión del Gobierno, la transparencia, la decencia y la honestidad en general son temas centrales en una Argentina devastada en esos términos, porque lo de Macri es horroroso. Los negocios de Macri con los peajes (aumento de tarifas, reconocimiento de una deuda del Estado por US$ 500 millones y venta de la participación accionaria del Grupo Macri en Ausol, empresa en sociedad con la española Abertis), con los proyectos de construcciones públicas-privadas, de obra pública, los parques eólicos, todo habla de la degradación de la república. Para mí, la preservación de la institucionalidad, la preservación de la conducta ética, transparente y decente, la honestidad en la función pública son temas centrales y yo tengo la tranquilidad de que soy el gobierno que más obra pública hizo en un periodo. Tenemos más de 6.000 obras públicas iniciadas, 3.500 obras públicas terminadas y 105.000 viviendas entregadas. Nunca tuvimos una denuncia por corrupción. Puedo interpelar a todo el empresariado argentino y decirle: “díganme quién le pidió una coima”. No existe.

Usted explicaba, en la campaña de 2019, que Cristina había tenido tres problemas: déficit, inflación y cepo, y que Macri había agravado los tres. ¿No le salió demasiado caro preservar la coalición, incluso a costa de mellar su propia autoridad y de perder a funcionarios que para usted eran centrales? Por ejemplo, si se hubiera dejado de subsidiar el consumo de gas, electricidad y agua de la clase media alta y los ricos en 2021, hoy tendría menos urgencias a cuatro meses de las elecciones. Pasó un mandato, y los problemas persisten.

Más o menos, porque se aprobó el acuerdo con el Fondo (en marzo de 2022 se extendieron los plazos del préstamo de 2018), y eso generó un momento de tensión dentro del espacio. El acuerdo preveía todas esas cosas. Visto con el diario el lunes, tu análisis puede ser correcto. Visto en el momento, no. Primero no teníamos certidumbre sobre el tema de las tarifas. Esto lo vio el mismo Martín Guzmán (ministro de economía que renunció por presión del cristinismo en julio de 2022) y no va en desmedro de nadie. Tenía dificultades para ver dónde hacía los cortes según los ingresos. Después, cuando llegó Sergio (Massa, actual ministro), lo primero que le dije fue “comunicá un nuevo equipo de Energía”. Lo hizo. La política es un proyecto colectivo, no individual, y esto no es un discurso, sino un dato de la realidad. Es muy difícil estar en el gobierno, patear el tablero y dejar que se rompa la coalición gobernante. Sigo sosteniendo hasta el día de hoy que el déficit fiscal es malo. Se puede discutir si es la causa de la inflación o no, es un tema secundario. No sé si es la causa, pero estoy seguro de que es una de las causas. Es una discusión ociosa. A los tres problemas de Cristina, Macri sumó otro, que es el más grave: la deuda.

Las derechas dicen que, si asumen el poder, van a hacer un shock de diferentes maneras. "Las primeras 100 horas serán decisivas", dice un candidato. Prometen levantar el cepo que limita la compra de dólares, devaluar, despidos masivos y mano dura policial. ¿Por qué usted, en su breve primavera antes de que empezara la pandemia, no utilizó las 100 horas para ir más a fondo en el sentido contrario? Por ejemplo, aumentar las retenciones a las exportaciones de soja y los impuestos a la riqueza más de lo que lo hizo.

Pero eso no es así. Nosotros cambiamos los impuestos a las ganancias y a los bienes personales. Pusimos el aporte voluntario a las grandes fortunas y repusimos las retenciones. Eso lo hicimos.

¿No se quedaron cortos?

Eso es un análisis, un problema de la percepción de cada uno. Gravamos más seriamente a las grandes empresas y les dimos un régimen diferenciado a las pymes. Creo que no nos quedamos cortos, que hicimos lo que correspondía. Ahora –volvemos al diario del lunes–, vos estás hablando de un tiempo en el que el mundo estaba dado vuelta, con los ojos vendados. De ese tiempo me estás hablando.

Ocurre que, al cabo de cuatro años de gobierno, y antes doce de Néstor y Cristina Kirchner y cuatro de Cambiemos, hay una dinámica económica en la que algunos empresarios, pase lo que pase, gobierne quien gobierne, conservan márgenes de absorción de dinero público o de privilegios oligopólicos inusitados.

Me encantaría que diferenciemos los escenarios. El escenario de Cristina era uno, el de Macri era otro, el mío es otro. En el escenario de Cristina, había una lógica que creía que el déficit fiscal no generaba inflación y se podía convivir con eso. Tenía una suerte de inflación administrada. El cepo que Cristina tenía era un chiste al lado del que puso Macri. Macri tenía todo a favor y generó el más formidable endeudamiento de la historia argentina en monto y en tiempo. Yo recibí la inflación, el cepo y el endeudamiento de Macri. ¿Cómo tenía que resolverlo? En el medio de una pandemia. Vos me estás hablando de cuestiones muy estructurales de la Argentina con las que no puedo dejar de darte la razón en muchas de las cosas, pero que son muy difíciles de resolver en el contexto que a mí me tocó. Los sociólogos dicen que un fenómeno social hay que analizarlo en una sociedad dada y en un momento dado, es muy difícil dejar de lado el momento y la sociedad que se me dio. En todo este tiempo que vos planteaste, revisá cuántos corrigieron los impuestos a los bienes personales y a las ganancias como nosotros.

En España, Unidas Podemos reclamó medidas por el estilo y Pedro Sánchez tomó varias.

Pero en Argentina te estoy hablando. ¿Cuántos? Entonces fui el que más hizo.

Hace poco, Ofelia Fernández, una joven dirigente de la izquierda del Frente de Todos (peronismo y aliados), decía: "Alberto dijo 'tenemos que volver mejores' y a lo mejor, tenemos que volver peores". Su lógica es que, con los poderes concentrados, si se trata de “ser mejor”, se acuerda, se evita el conflicto, y el resultado es la derrota.

No tengo duda de que hay que confrontar con el poder, especialmente la política, que es una disputa de intereses entre los que trabajan y los poderosos, para ponerlo en términos absolutos. ¿A quiénes representamos nosotros? A los que trabajan. Por lo tanto, tenés que confrontar con los que representan los intereses de los poderosos. ¿Quiénes representan los intereses de ellos? Más que nadie, (el ultraderechista Javier) Milei, que no es antisistema, sino la consolidación del sistema; después, Juntos por el Cambio, que son socios de los poderosos. Entonces, cuando Ofelia dice “hay que confrontar más”, sí, pero para eso hay que tener más fortaleza política y unidad en el espacio. Hay que dejar de discutir cuestiones ociosas. Si no hubiéramos firmado con el Fondo, no teníamos ni el swap de China, ni el auxilio del Banco Mundial, del BID (Banco Interamericano de Desarollo), ni de la CAF (Corporación Andina de Fomento); no teníamos nada, y esto lo tienen que entender los compañeros. ¿En qué se hubiera traducido eso? En emisión, como hicimos en el 2020, durante la pandemia. Es así.

Matías Kulfas, un exministro de Desarrollo Productivo de su gobierno, insistía en una presentación de su libro Un peronismo para el siglo XXI (Siglo XXI) que hay que reorganizar los precios de la economía. Hay algunos muy baratos en términos internacionales, como ciertas tarifas y gran parte del supermercado, y otros muy caros, como indumentaria y tecnología. Y si eso no se aborda con un plan de estabilización con fortaleza política, devaluación incluida, a los problemas se los corre de atrás.

Pero vamos corrigiendo algunas de esas cosas. Es muy fácil explicar lo que te pasa y es muy difícil resolverlo en situaciones como la que estamos viviendo. No es fácil para un país como la Argentina que de la noche a la mañana se quede sin 20.000 millones de dólares por la sequía. Es el 20% de sus ingresos externos, un saque impresionante. ¿Cómo enfrentar eso tratando de que la economía no se pare, de no devaluar, de mantener cierto nivel de tranquilidad económica? Es muy complejo. Yo he hablado con Matías, sé cómo piensa, pero todas las medidas que a veces se proponen respecto de la inflación, son medidas de shock que tienen consecuencias sociales muy fuertes y no pasan desapercibidas.

En su espacio, algunos le cuestionan que no reinstauró la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sancionada por Cristina en 2009 y derogada por Macri por decreto nada más asumir el poder, en 2015.

La pregunta es: esas medidas anticoncentración de la ley de medios, ¿funcionaron durante el gobierno de Cristina?

No porque las trabaron los tribunales y Cristina a su vez las aplicó muy mal, con arbitrariedad. Intentó usar la ley sólo contra Clarín y a favor de empresarios amigos.

Es que no funcionaron. Tendríamos los mismos problemas que tuvo Cristina, exactamente los mismos problemas.

Los preceptos de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual son los de los países del norte de Europa.

Acá hay dos problemas: uno, cómo funcionan los medios en el mundo y en la Argentina puntualmente. Esa ley de la que vos hablás, por ejemplo, no trataba nada sobre el tema de internet, había cero regulación sobre eso. En segundo lugar, yo hice una cosa mucho más profunda: un decreto que consideró servicios públicos a los servicios de telecomunicaciones, lo que le daba al Estado una capacidad de garantizar el acceso a comunicaciones móviles y banda ancha. Los jueces hasta el día de hoy la tienen parada con una medida cautelar. A mí los contenidos no me importan, tengo la tranquilidad de que en la democracia nunca hubo tanta libertad de prensa como ahora, hasta para escribir barbaridades, difamar e injuriar. Nunca un periodista puede decir que recibió un llamado del gobierno para apretarlo, para disciplinarlo entre comillas. Nadie. Fue la etapa de mayor libertad de prensa que dio la democracia argentina. Ahora, gran parte de esos abusos están originados en intereses económicos o políticos. Ése es un problema serio que hay que ver cómo resolverlo, pero la verdad no estoy muy seguro de que una ley lo haga.

Otro problema esencial que plantean muchos en su espacio es que no es factible gobernar con este Poder Judicial, que en parte usted inscribió como perteneciente a los sótanos de la democracia. ¿Cómo se sale de esa situación?

Ahí el problema es que hace falta una suerte de acuerdo político donde todos nos pongamos de acuerdo en admitir que esto no funciona. ¿A nosotros nos molestaba la mayoría automática de (el peronista conservador Carlos) Menem en la Corte Suprema? Bueno, ahora hay otra mayoría automática que responde a Juntos por el Cambio. ¿Estamos dispuestos a soportarlo? ¿Cómo se resuelve eso? Castigando a ese espacio político para permitir que tengamos los votos necesarios en el Congreso donde mueren las leyes que mando para reformar al Poder Judicial. A los compañeros que me dicen “algo hay que hacer”, decime qué significa “algo hay que hacer”. Que esto está funcionando mal, estoy cansado de decirlo. En la historia de la Argentina hay dos presidentes que le pidieron el juicio político a toda la Corte: Perón y yo. ¿Qué más puedo hacer?

Semanas atrás, el ministro de Defensa sancionó al general retirado Rodrigo Soloaga por reivindicar y solidarizarse con los terroristas de Estado durante un acto oficial del Ejército. Algo muy sintomático fue que salieron al unísono los precandidatos presidenciales de Juntos por el Cambio y figuras muy relevantes de la derecha a respaldar el derecho de Soloaga y a criticar la “persecución” en su contra. ¿Ve la posibilidad de que se retroceda en las políticas de memoria, verdad y justicia si gana una de las derechas, al punto de la libertad de los represores?

Sí, definitivamente sí.

¿Qué planea hacer en ese caso?

Espero que no ganen. Hay que trabajar para que no ganen.

Las encuestas dicen que alguna chance tienen.

Las encuestas dicen una cosa y los resultados electorales en las provincias (el peronismo obtuvo buenos resultados en varios comicios durante el último mes) parecen estar diciendo otra. Espero que no ganen. ¿Por qué no voy a pensar que pueden hacer eso si piensan que el tema de los derechos humanos es un curro (robo)? Digo eso y también que las actuales autoridades de las Fuerzas Armadas no tienen nada que ver con lo que ese general dijo. Si hacen eso se van a encontrar con unas Fuerzas Armadas a las que no les interesa, porque no tienen nada que ver con aquello. Habló un general que fue socio de los represores y de los genocidas. Esto que voy a decir no es ningún mérito mío, pero soy el primer presidente que tiene la suerte de que los tres jefes de las Fuerzas Armadas se recibieron como oficiales en la democracia, y son hombres absolutamente comprometidos con la defensa de los derechos humanos. Entonces lo que dijo ese general son ecos del pasado que retumban, pero que no tienen de dónde agarrarse en el presente.

Probablemente le entregue el bastón presidencial a la candidata de Juntos por el Cambio Patricia Bullrich (derecha dura) o a Milei (ultraderecha).

No, existe una posibilidad. También se lo puedo entregar a Myriam Bregman (candidata del trotskista Frente de Izquierda). No sé, ¿a dónde querés llegar?

A qué cree que se debe el péndulo tan abrupto en las democracias. A Dilma Rousseff la sucedió un golpe institucional y luego Jair Bolsonaro. En marzo del 2022, Gabriel Boric asumió con la renovación que suponía su militancia estudiantil y social en un país como Chile, y ahora le quedan tres años de mandato con una Constitución que se la van a redactar los herederos de Augusto Pinochet. En España también es probable un péndulo parecido. Ahora puede haber un giro más a la derecha en Argentina. La pregunta es qué deben hacer o qué no están haciendo las fuerzas de centroizquierda, o progresistas, o como dice el kirchnerismo, nacionales y populares, para romper esa dinámica.

El primer punto es que estoy trabajando denodadamente para que ganemos, porque lo peor que le podría pasar a la Argentina es volver a ese pasado recalcitrante. Cuando Macri ganó las elecciones, decía “no voy a privatizar Aerolíneas Argentinas”, “voy a dejar que los servicios públicos sigan funcionando como funcionan”, “lo que está bien, lo voy a dejar”. Después hizo todo lo contrario. Ahora ya presumen de lo que van a hacer, lo explicitan y dicen cosas increíbles. Dicen que hay que sacar la indemnización por despido, que hay terminar con las vacaciones pagadas, que van a sacar al Ejército a las calles y no tienen la menor idea de qué significan la política de seguridad y la de defensa. Otro (Milei) aparece y dice: “al que quiera vender sus órganos para conseguir plata, no hay que impedírselo”. Dice que la educación pública es una escuela de adoctrinamiento, que hay que privatizar las calles de las ciudades. Entiendo que después de la pandemia, el desaliento social es muy grande y eso, en la Argentina, con todas las dificultades económicas que tenemos, se vive con mucha angustia. Pero pensar que allí está la solución, es lo mismo que el suicida que piensa que la solución está en la muerte. ¿No es así?

Boric comenzó su mandato hace un año, de entrada tuvo una oposición muy fuerte y trató o se vio frozado a negociar, moderó drásticamente su gabinete. Lo cierto es que quería cambiar o morigerar el cruel sistema de jubilación privada AFP y ahora corre riesgo de que terminen de poner toda la estructura económica ultraliberal en la Constitución.

Hay un elemento central que vos estás descuidando y por el que yo más pregono, que es lo que le pasó a Gabriel: la izquierda se dividió y la derecha se unió. Estos son los resultados. Cuando la izquierda se divide, el efecto es que las derechas se fortalecen.

¿Tienen las izquierdas un problema de lectura de los problemas sociales?

El otro día, hablaba con un amigo chileno, y le decía: “Mira, lo primero que hay que hacer es ayudarlo a Boric. No empiecen a pensar ahora quién es el sucesor, porque le quedan tres años. El mejor consejo que te puedo dar es que empiecen a hablar uno por uno con los líderes progresistas de Chile para decirles que tienen que estar juntos. Después resuelvan quién es el candidato. En el mientras tanto, abroquélense al lado de Boric”. Lo que le pasó a él es el resultado de la división del progresismo chileno, que mientras estuvo unido, fue competitivo. A (Sebastián) Piñera le explotó Chile. Cuando venían a hablarme del milagro chileno, decía que el único milagro es que no se hubieran dado cuenta de cómo estaban viviendo. Un día se dieron cuenta y explotó Chile. Michelle Bachelet tuvo situaciones parecidas que supo controlar con los pingüinos (estudiantes secundarios) y los autobuses en el Santiago (crisis del Transantiago). Mientras la izquierda estuvo unida, gobernó Chile años y años, después de Pinochet.

Un centroizquierda cuyo modelo económico era muy similar al de la derecha. Eso explica la elección de Boric.

El centroizquierda chileno. No es la derecha extrema brutal que acaba de ganar.