Ayelén Mazzina, ministra de Mujeres de Argentina:

"Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, ¡afuera!", dice el ultra Javier Milei arrancando un cartel de una pizarra, dejando claras sus intenciones si llega a ocupar la Casa Rosada en un vídeo que se hizo viral. "¿Por qué no hay un Ministerio de Hombres?", se pregunta el mismo candidato presidencial, que ha aparecido en actos electorales con una motosierra, en una entrevista con el polémico presentador estadounidense Tucker Carlson.

La sorprendente victoria del ultraderechista en las elecciones primarias de agosto ha supuesto un terremoto político en Argentina.

Al frente de la cartera que trabaja por los derechos de las mujeres y personas LGBTI, ahora diana de buena parte de sus ataques, está Ayelén Mazzina. Profesora en Ciencia Política y exsecretaria de la Mujer de la provincia de San Luis, dio el salto hace casi un año al ministerio creado bajo el Gobierno de Alberto Fernández tras la dimisión de su predecesora. Con 33 años, se convirtió en la persona más joven del gabinete, dominado por hombres.

Mazzina atendió a elDiario.es durante una visita reciente a Madrid, donde participó en varios encuentros y se reunió con su homóloga española, Irene Montero, y la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. "La democracia está en riesgo con estos fenómenos que quieren hacer desaparecer el Estado", dice sobre el ascenso de Milei, que ha reconfigurado el tablero político de cara a la primera vuelta de las presidenciales que se celebrarán el 22 de octubre. El escenario se mantiene abierto, mientras parece perfilarse una eventual segunda ronda entre el ultraderechista, que lidera las encuestas, y el ministro de Economía y candidato peronista, Sergio Massa.

¿Qué lectura hace del momento político que vive Argentina, marcado por el auge de Milei y la derechización que supone?

Estamos en una situación compleja por todos los avances de la ultraderecha. Por los diálogos que hemos tenido con la ministra de Igualdad de España, Irene Montero, y con Brasil esto es un fenómeno de macho empoderado. Gran parte del porcentaje de los votantes son varones, mientras que gran parte del porcentaje de votantes que votaron a los gobiernos que quieren no solo reforzar los derechos, sino cuidar lo que hemos logrado, son mujeres. 

Milei es muy negacionista, claramente quiere ir en contra de la lucha de las mujeres y diversidades sexo-genéricas que nos ha costado muchos años. Argentina está ubicada en uno de los mejores lugares del mundo porque ha avanzado en materia de no solo políticas públicas, sino también en materia legislativa por este camino y porque se ha puesto las agendas feministas en el centro de los gobiernos.

¿Qué esta en juego en las próximas elecciones?

Mucho. Hay dos modelos de país. Uno es el de Sergio Massa, que va a reforzar y cuidar nuestros derechos. Otro es el que plantea Milei y el resto de los candidatos, que quieren cerrar el ministerio de Mujeres y Diversidad, no solo nacional, sino también las áreas y todos los ministerios del resto de las provincias. No están a favor de la ley de aborto. No les interesa la igualdad de las mujeres. De hecho, dicen que la desigualdad y la brecha salarial no existen, cuando en Argentina las mujeres cobramos el 28% menos que los varones.

Nuestra democracia está en juego. Nuestro sistema democrático hoy está en peligro y esto tiene que ver con este fenómeno que no es nuevo, sino que es global y viene avanzando muy fuerte en el resto de los países. 

Es importante que el movimiento feminista vuelva a encontrarse y poner un freno para que esta derecha no avance. Es una derecha con mensajes de mucho odio, antidemocráticos, antipolíticos y antifeministas, y que no tiene propuestas. Eso es lo más peligroso. No hay propuestas de qué van a hacer con las mujeres en situación de violencia de género o cómo van a bajar los femicidios. Desde la creación de este ministerio en 2019 hasta ahora hemos atendido más de 1,6 millones de personas en situación de violencia de género y hemos acompañado a más de 320.000 mujeres y diversidades con un salario mínimo, vital y móvil durante seis meses y acompañamiento integral. Estas políticas han sido un antes y un después en Argentina.

Milei está centrando buena parte de su campaña en atacar el Ministerio de las Mujeres. ¿Cómo lo están viviendo desde dentro?

Somos el blanco de ataque más fácil y no lo digo porque no tengamos fuerza –somos más del 50% de la población y no hay una mujer que diga que el ministerio no debe existir–. Sí soy consciente de que tenemos desafíos por delante.

¿Cuáles son? ¿Qué asignaturas tiene pendientes el ministerio si les dan los números y logran mantener el gobierno?

Vamos a conseguir los números, tengo muchas esperanzas. El voto de las mujeres es el más importante porque somos más de la mitad de la población y gran parte de esos derechos han hecho que hoy tengamos menos brechas, más igualdad y que hayan bajado los números de situación de violencia. El logro de la institucionalidad fue de los movimientos. 

El desafío que tenemos por delante tiene que ver con los cuidados, un gobierno que los ponga en el centro de la escena, así como la independencia económica de las mujeres –el trabajo–, aunque hemos pensado políticas públicas transversales para reconocer derechos laborales desde la formalidad, como el programa Registradas [que busca promover el empleo de las mujeres que trabajan en casas particulares]. También, pensar una reforma judicial feminista, porque todo lo que hagamos desde estas carteras no tiene buenos impactos si la Justicia no escucha o no le interesa ni la vida ni la dignidad de las mujeres, o los procesos son lerdos.

Otro desafío ahora es entender a qué sector de la sociedad queremos hablar.

¿A qué se refiere?

Poder involucrar a todas las mujeres del país, no solo a un sector del feminismo, y entender que los procesos no son iguales en la capital, Buenos Aires, que en una provincia alejada de ella, donde claramente tenés menos recursos, menos accesibilidad y donde las agendas, la idiosincrasia y la territorialidad del lugar son diferentes. 

El desafío es reconocer que hay cosas que se hicieron mal y se pueden mejorar, y cuidar lo que hemos logrado. En Argentina cumplimos 40 años de democracia y ha habido avances en materia legislativa que posicionaron al país en un lugar importante y nos dieron libertad para vivir de manera digna a las juventudes y a las mujeres. 

La democracia está en riesgo con estos fenómenos que quieren hacer desaparecer un Estado del que salen las políticas públicas con una motosierra y dinamita. Todo lo que tiene Argentina hoy es gracias a un Estado presente y cercano. Nos falta un montón y afinar un poco el oído para realmente escuchar las demandas y poder convertirlas en políticas públicas. Yo tengo algunas críticas a la clase dirigente política. Para mí, la política es desde la periferia al centro o desde el barrio a las instituciones, donde podés palpar el termómetro de lo que está sucediendo y convertirlo en políticas públicas, y no al revés. 

Creo con firmeza que el próximo gobierno va a ser nacional y popular y vamos a seguir no solo reforzando nuestros derechos, sino conquistando más derechos que todavía nos faltan.

Pero el escenario está muy abierto y en las elecciones primarias de agosto el peronismo registró el peor resultado de los últimos años.

Al principio me sorprendió. Pero también, al recorrer provincias y charlar con la gente que nos quiere y que no nos quiere –no podemos seguir escuchando solamente a quienes aceptan todo lo que hacemos– entiendo que ha sido un voto de enojo para la clase dirigente política. Un “te venimos hablando hace mucho tiempo qué necesita el territorio y ustedes solamente se dedican a las cuestiones más amplias o centralizadas en la capital”.

Esto también me da esperanzas, porque encontramos personas que dicen que votaron y se equivocaron al darse cuenta de que si gana la ultraderecha no van a poder mandar a los pibes a la educación pública o completar su calendario de vacunación, por ejemplo. Hay muchos derechos en juego y claramente la gente pudo reflexionar y tomar conciencia de lo que significa perderlos para Argentina.

¿Qué ha pasado con el feminismo en Argentina? Parece que ya no está tan presente en la política o cuando lo está es para mal, mientras que en las calles está bastante desmovilizado. 

Personalmente creo que la pandemia nos sacó del juego. Los movimientos feministas nos encontrábamos en la calle para luchar por nuestros derechos y la pandemia hizo que la derecha tomara otras estrategias para avanzar. También, los movimientos nos dejamos agrietar políticamente, cuando en realidad la lucha por el aborto era independiente de los partidos políticos. 

Además, y tiene que ver con el avance de los discursos de odio, está el miedo de las mujeres que tienen voz pública u ocupamos lugares de decisión. Su estrategia es clara: silenciarnos, que no opinemos de cuestiones políticas. Hemos sido atacadas, por ejemplo, las pocas mujeres del Ejecutivo nacional y las periodistas. Quien alza la voz es atacada con hostigamiento constante.

Es importante que volvamos a encontrarnos como movimiento en la calle y conformar esas redes de las cuales nos alejamos hace tiempo. Si bien tenemos muchas agendas feministas, hoy nuestra única agenda tiene que ver con más derechos y no derecha, no dejar avanzar a este fenómeno que realmente nos puede quitar absolutamente todo lo que hemos logrado.

En diciembre se cumplirán tres años del hito que supuso la legalización del aborto. ¿Cómo va la aplicación de la ley? Las mujeres se siguen enfrentando a dificultades en algunas partes del país.

Sí, sigue habiendo dificultades. Es una ley conquistada que nos llevó muchos años. No es lo mismo la aplicación de la ley en la capital que en una provincia muy alejada, donde tenés menos acceso todavía. Hay que darle su proceso y, como movimiento, apropiarnos de esas leyes. Los movimientos conquistamos la ley y, con convicción política, el Gobierno la puso sobre la mesa. Hay números que demuestran que, a través de la ley, los números de muertes clandestinas bajaron. Es un proceso, se está dando. Y necesita compromiso y responsabilidad social con una ley que realmente salva vidas.

Ocho años después de las masivas manifestaciones del Ni Una Menos, las organizaciones que monitorean el número de feminicidios siguen demandando respuestas efectivas de todos los poderes del Estado.

El ministerio tiene distintas políticas públicas. Primero cambiamos el paradigma: dejamos de atender en la emergencia y empezamos a pensar en políticas de prevención, sensibilización y atención integral. Es un problema estructural y tiene sus procesos. Requiere compromiso tanto de los Estados como del resto de las instituciones públicas o privadas.

Si te fijás en los medios, el Ministerio de las Mujeres siempre es el culpable. Claramente es estructural, necesita más políticas, más presupuestos y trabajar estas problemáticas de manera transversal. No puede ser solamente un ministerio el que se haga cargo.

Llegó al Gobierno en octubre de 2022 como la persona más joven del gabinete de Alberto Fernández. ¿Cómo ha sido este viaje para usted a nivel personal?

Cuando me hicieron la propuesta de ocupar esta cartera, no lo había imaginado nunca. Sentí orgullo por mi provincia, San Luis, porque era la primera vez que alguien era reconocida a nivel nacional por las políticas de género que teníamos. Ser la más joven me dio alguna ventaja en el diálogo con el resto de ministros y ministras, también respecto a pensar con cabeza de periferia.

También se visibiliza como lesbiana y ha recibido ataques por ello.

Es complejo para las mujeres ocupar estos espacios y más en momentos históricos así, donde las mujeres y las diversidades sexo-genéricas claramente somos el blanco de ataque. Se meten con tu familia y tu intimidad. Necesitamos muchas fuerzas y entender que cuando nos tocan a una nos están tocando a todas y los derechos que conquistamos. 

Para mí, los lugares de poder son circunstanciales. Mañana le puede tocar otra compañera. Pero los ataques no son algo personal conmigo. Siempre digo que estoy curtida. Me costó mucho poder visibilizar que era lesbiana, hablarlo con mi familia, que es muy tradicional y conservadora. Una vez lo hice, sentí que podía ir contra el mundo. Ahora vivo en Buenos Aires, muchas veces en mi vida no lo había querido hacer pensando en el desarraigo. En San Luis yo cuidaba a mis abuelos y adopté con mi expareja una nena, Lola, tiene nueve años. Dejé todo eso y me fui a ponerle el cuerpo a una lucha por la que tengo convicción y compromiso político. Sin estar convencida, no habría sido posible.