"Sin más amigos que las montañas", reza un viejo proverbio kurdo. Desde 1920, varios episodios de la historia del Kurdistán han alimentado y reforzado el refrán, que alude a un destino inexorable de este pueblo de más de 30 millones de personas repartido entre Turquía, Siria, Irán e Irak. Y Trump ha protagonizado el último.

El 20 de octubre de 2014, EEUU lanzó a las milicias kurdas 24 toneladas de armas cortas y munición y otras 10 toneladas de suministros médicos. Así comenzó una alianza contra ISIS que se fue reforzando con el tiempo. Cinco años después, la poderosa organización terrorista yihadista ya no controla territorio y EEUU ha retirado sus activos de la zona tras llegar a un acuerdo con Turquía –enemigo acérrimo de las milicias kurdas–.

Es más, Washington ha dado su consentimiento a una operación militar de Ankara cuyo objetivo es expulsar a los kurdos del norte de siria, zona fronteriza con Turquía.

Turquía aspira a controlar la franja adyacente a la frontera siria de 32 kilómetros de ancho y 480 de largo, desde el río Éufrates hasta Irak, un territorio hasta ahora dominado por las Unidades de Protección Popular (YPG), columna vertebral de la alianza de las Fuerzas Democráticas de Siria, que han establecido de facto una administración local. El YPG es una filial del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) turco, una organización que lleva décadas enfrentada al Gobierno turco y considerada organización terrorista por Turquía y EEUU.

¿Por qué eligió EEUU como socio a uno de los grandes enemigos de Turquía, aliado de la OTAN? En palabras del general Raymond Thomas, entonces comandante del Mando de Operaciones Especiales de EEUU, fue casualidad: "Nos encontramos con ellos en Kobane".

"La asociación de EEUU con el YPG empezó como una relación táctica y temporal. Obama se enfrentaba a la amenaza de ISIS, pero no quería comprometer tropas sobre el terreno en Oriente Medio", señala Soner Cagaptay, director del programa sobre Turquía del think tank The Washington Institute for Near East Policy. "Obama basó todo su programa electoral en que no llevaría a EEUU a otra guerra en Oriente Medio, por lo que entró con el YPG, que es una gran milicia y que se presentó convenientemente como las ‘botas sobre el terreno’ de EEUU", añade.

"Turquía nunca aceptó esta política, pero la toleró mientras existiese una amenaza de ISIS. Con la derrota de ISIS, Turquía ha insistido en que Washington abandone al YPG", explica Cagaptay. Washington ya intentó tranquilizar a Turquía al inicio de su asociación con el YPG, pero su estrategia no coló.

El general Thomas explicaba así la maniobra: "Antes se autodenominaban YPG, que los turcos dirían que equivale al PKK. ‘Estáis negociando con terroristas ¿Cómo puedes hacer eso, aliado?’, dirián. Así que fuimos directamente y les dijimos que tenían que cambiar su nombre. ¿Cómo os queréis llamar que no sea YPG? En unos días declararon que eran las Fuerzas Democráticas de Siria. Creo que fue brillante meter por ahí la palabra democracia, les dio un poco de credibilidad". EEUU necesitaba su poder militar y ellos querían una entrada en el tablero diplomático. "Como estaban etiquetados de PKK no tenían acceso a la mesa de negociaciones".

"Estados Unidos ha dejado de lado a los kurdos y al pueblo libre de Siria, abandonándolos a su suerte a manos de sus enemigos mortales. Turquía quiere destrozarnos y Trump les ha dado luz verde", denuncia Hemin Kobane, enlace de las Fuerzas Democráticas de Siria con la coalición internacional contra ISIS en un artículo publicado en The Washington Post. "Veíamos a los estadounidenses como nuestros amigos y hermanos en la lucha contra ISIS, nuestro enemigo común", añade.

Rhodi Mellek, representante en Bélgica del Consejo Democrático Sirio, rama política de las Fuerzas Democráticas de Siria, denuncia que el principal objetivo de Turquía es "romper el movimiento de emancipación kurdo más allá de sus fronteras". "Después de haber arrasado varias ciudades kurdas en Turquía en 2016, el Estado desea continuar su proyecto nacionalista en Siria, donde los kurdos han conseguido finalmente, a pesar de la guerra, establecer un proyecto basado en la igualdad entre hombres y mujeres y la igualdad de todos sus habitantes independientemente de su origen étnico, lingüístico y religioso. Al fin y al cabo se trata de recomponer el viejo sueño imperial otomano apoderándose gradualmente de las tierras de Siria".

La forja del proverbio

Un punto fundamental en la historia del nacionalismo kurdo es el Tratado de Sèvres de 1920 sobre la descomposición del Imperio Otomano tras su derrota en la Primera Guerra Mundial. El texto prometía un Estado propio para el pueblo kurdo. Indignados con el tratado, los nacionalistas turcos, liderados por Mustafá Kemal Ataturk, iniciaron la guerra de independencia, ganaron y nunca implementaron el tratado. Las potencias aliadas entonces firmaron con Turquía un nuevo documento en 1923, el Tratado de Lausanne, que eliminó la referencia al Estado kurdo. Los kurdos pasaron de una promesa de Estado a ver cómo se prohibía su lengua y a verse obligados a "turquificar" sus nombres.

La historia se repite en 1972, cuando el Shah de Irán, Mohammad Reza Pahleví, aliado de EEUU, pide ayuda a Richard Nixon para apoyar el levantamiento de los kurdos en Irak contra Sadam Husein. En el contexto de la Guerra Fría, Irak era aliado de la Unión Soviética, por lo que Nixon empieza a suministrar armas a los kurdos. En 1975, sin embargo, Irán soluciona sus disputas fronterizas con Irak y abandona a los kurdos. EEUU también. "Sentimos que EEUU tiene una responsabilidad moral y política hacia nuestro pueblo", escribió el líder kurdo a Henry Kissinger, entonces secretario de Estado de EEUU. Sadam aplasta el levantamiento.

En 1991, unos años después de la campaña genocida de Sadam Husein contra los kurdos, George HW Bush animó un nuevo levantamiento contra el dictador, que vuelve a aplastar el levantamiento. EEUU y otros aliados occidentales crean entonces una zona de exclusión aérea para frenar los bombardeos de Sadam contra los kurdos. Esta medida se mantiene hasta la invasión de 2003. Finalmente, tras la caída de Sadam Husein, la región del Kurdistán iraquí logra un estatus semiautónomo.

Hemin Kobane escribe en un tono similar a la carta dirigida en 1975 a Kissinger: "Luchamos juntos en las fronteras. Muchas noches sin dormir y muchos días duros juntos. Sabemos que creen de verdad en nuestra causa. Creíamos que iban a estar con nosotros hasta el final. Nuestra asociación era una luz de esperanza para todos los ciudadanos de Siria. La tragedia del pueblo kurdo, que ha sufrido durante tantas generaciones, está a punto de repetirse".

Trump no opina lo mismo: "Los kurdos están luchando por su tierra. Ellos no nos ayudaron en la Segunda Guerra Mundial, no nos ayudaron en Normandía… hemos gastado una cantidad increíble de dinero ayudándoles. Dicho todo esto, nos gustan los kurdos".

"Creo que el objetivo de Turquía a más largo plazo es forzar al YPG a someterse al gobierno de Asad. Esto no significa que el YPG vaya a desaparecer", prevé Cagaptay. "El padre de Asad ya utilizó el PKK contra Turquía durante casi dos décadas. Aunque el YPG acordase someterse al mandato de Asad, este lo escondería bajo el manto político para utilizarlo algún día contra Turquía. Claramente este no es el final de la historia".