Aunque apenas quedan restos porque fue "una auténtica chapuza", Madrid tuvo a partir del siglo XVI una cerca que ejercía —entre otras cosas— de barrera para contener enfermedades. El primer perímetro lo estableció Felipe II en 1566, tras una peste que mató a 10.000 personas en Zaragoza. Pero no llegó a completarse en su reinado y fue su nieto, Felipe IV, quien la terminó.
"En la época antigua, las ciudades eran pequeñas y estaban amuralladas para defenderse de los enemigos. Las murallas siguen siendo defensivas durante la Edad Media, pero cuando hay grandes epidemias sirven como elemento de control: si no entran los apestados, hay menos probabilidad de contagios", explica Ricardo Aroca, arquitecto y autor de 'La historia secreta de los edificios'.