Jeanne Dielman, a la que daba vida la feminista Delphine Seyrig, realizaba las tareas de la casa. Hacía una tortilla, limpiaba, leía una carta de su hermana que vivía en el extranjero, salía a comprar… Lo que normalmente el cine no muestra se convertía aquí en el centro de una historia que se alargaba hasta más de tres horas. Una película que rompía las formas clásicas del cine y ponía en el centro el trabajo doméstico, algo que nunca se había visto. Chantal Akerman siempre recordaría en sus entrevistas el sonido de las butacas de la sala de cine de Cannes, cuando muchos espectadores huyeron despavoridos de la sala. Un trauma que los días después se calmó cuando muchísimos festivales de todo el mundo la invitaron y The New York Times sacó una crítica que quedaría para el recuerdo: “La primera obra maestra feminista de la historia”.

Nunca se imaginaría Akerman que casi 70 años después su trabajo, radical, libre, que desafiaba las normas establecidas e iba en contra de los cánones marcados por la industria, acabaría siendo elegido como la mejor película de la historia del cine por la revista Sight & Sound que publica el British Film Institute. Una lista que se realiza cada diez años y en la que críticos, directores y miembros de la industria eligen las 10 obras fundamentales para ellos. Una lista que hasta ahora solo había tenido tres ganadores: Ladrón de bicicletas (número 1 en 1952); Ciudadano Kane (vencedora en 1962, 1972, 1982, 1992 y 2002) y Vértigo (número 1 en 2012).

Lo que sí que podría imaginarse es que aquel ruido de las butacas volvería a sonar cuando la gente se enterara de su victoria, la primera lograda por una mujer directora desde que se inició la lista en la década de los 50, antes incluso de que ella rodara su obra maestra. La reacción de los señoros en redes sociales y en los medios fue furibunda. La mayoría de ellos ni siquiera la habían visto, pero en vez de avergonzarse hacían elogio de su ignorancia diciendo que si ellos no la conocían es que tan buena no sería.

Allí estuvieron los 'Cowboys de Medianoche' (Luis Herrero, José Luis Garci, Luis Alberto de Cuenca y Eduardo Torres-Dulce) diciendo que “era una lista disparatada” y que “nunca habían oído hablar de esa película”. Garci reconocía que le sonaba el nombre de Chantal Akerman, pero que no había visto nunca nada de ella y lanzaba el guante a su colega Torres-Dulce, “Eduardo la vio en la Cinemateca de París y se salió a la hora y cuarto”. Su compañero explicó la anécdota: “La recuerdo como una película morosa, pesada, no me concernía en absoluto la vida de una mujer en Bruselas (…) Muy entomológica alrededor de una mujer, como dirían los marxistas, alienada (…) no me interesaba ni lo que contaba ni la forma en la que lo contaba”. Sin darse cuenta, Torres-Dulce había definido el valor de la película de Chantal Akerman. A él no le apelaba. No le interesaba nada la vida de una mujer en su casa. Porque esas actividades no les interpelan lo más mínimo. 

La propia Akerman hablaba de ello en una entrevista en la que le preguntaban si había elegido este tema por ser mujer y si un hombre podría haberla dirigido. “La película está construida sobre imágenes que grabé en mi infancia, imágenes relacionadas con mi madre y con las demás mujeres que me rodeaban en aquel momento. Es cierto que todos los hombres han tenido una madre, pero muy pronto aprenden que para ellos los verdaderos valores están en otra parte; ellos no hacen cine con una mujer lavando los platos, por eso creo que no es coincidencia que fuera yo quien usara estos recuerdos específicos en una película. No creo que un hombre hubiera abordado este tema mostrando la vida diaria de una mujer en casa; un hombre no se hubiera apegado de la misma forma a esas imágenes, imágenes que no están embellecidas ni cinematográficamente ni socialmente, imágenes que suelen ser parte de las elipsis en el cine, o que simplemente se usan para hacer avanzar la narración. Aquí no solo están en la película, sino que son la película”.

La representación de ese trabajo nunca reconocido pasó de largo para los hombres, pero emocionó a las mujeres. Isabel Coixet siempre comenta la impresión que sintió la primera vez que vio Jeanne Dielman, ya que nunca antes había visto en un cine esas labores domésticas contadas de esa forma. Para la directora de El agua, Elena López Riera, Chantal Akerman es la cineasta más importante de su vida. "Por muchas razones pero, sobre todo, por la libertad que tuvo siempre su cine, porque se permitió hacer cosas muy diversas, desde la instalación y desde películas más experimentales, pasando por el documental, hasta películas narrativas o adaptaciones literarias. Creo que esa libertad del formato y la osadía que tuvo en todas sus películas es muy inspiradora y muy tranquilizadora también, aunque en vida nadie la hiciera ni puto caso", explica la cineasta a elDiario.es.

Otra de las señas que destaca de su cine que a ella le "atraviesa mucho" es "la relación imposible, el diálogo imposible con la madre y la cuestión de la herencia cultural y familiar que siempre estuvo presente en su obra". Por ello destaca una película que, además, no es Jeanne Dielman. Se trata de News from home, en la que Akerman lee la correspondencia que su madre le mandaba cuando vivía en Nueva York con el ruido de una ciudad mostrada como no lo hacen las postales: "Es la peli más bonita de la historia del cine y me conmueve muchísimo. Es la más sencilla, con un dispositivo muy simple y la más desgarradora".

La madre de Chantal Akerman es una figura fundamental en su cine y fue ella quien dejó una de las frases que mejor definen Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles. Cuando la vio dijo a su hija: “Chantal, en el plano de las patatas está todo”. Hacía referencia a una de sus escenas más míticas, en la que Jeanne Dielman corta, lava y cocina unas patatas en un plano largo y fijo que fue una revolución feminista y una provocación para el heteropatriarcado que dominaba la industria. También tiene clara la importancia de este filme Carla Simón, directora de Alcarràs a la que propusieron votar en la lista de Sight & Sound. "Esta película es muy importante en la historia del cine. A mí estas listas también me parecen muy complicadas. Me propusieron votar y con mi vida ajetreada no me ha dado tiempo, además me pareció tan difícil que no llegué a tiempo a la votación. Es difícil seleccionar diez películas de toda la historia del cine. Que haya salido la de Chantal Akerman me parece como de una justicia poética. No sé por qué se quejan. La pena es que hayan tardado tanto en darse cuenta”, decía desde Reikiavik en los Premios del Cine Europeo.

Ahí está otra pregunta, ¿por qué se ha tardado tanto en reconocer a Chantal Akerman? Hasta la lista de 2012 su película no había aparecido. Eso sí, su llegada fue fulgurante, ya que entró en el puesto 36. La teórica feminista Laura Mulvey lo explica en el texto que escribió para celebrar ese primer puesto en Sight & Sound. “Esto no es sorprendente: las directoras de cine siempre han sido, obviamente, pocas y distantes entre sí; igualmente obvio es que los críticos que votaban han sido predominantemente hombres. Ha sido cuando Sight & Sound amplió el número de votantes en 2012 cuando Jeanne Dielman entró por primera vez en la lista. Su ascenso a la cima ahora es un triunfo para el cine femenino”.

Muchas críticas a este número uno se basan en que hay ‘otros criterios’ más allá de los puramente cinematográficos. Como si no los hubiera habido para alterar el orden en 2012, primera vez que perdía Ciudadano Kane. La política nos configura y nos transforma, y no se ven las películas igual en 1992 que en 2022. No existe ‘la mejor película de la historia’ de forma objetiva y, como deja claro Mulvey, “el interés por el género en el cine y la cosificación de la mujer han cobrado impulso, especialmente a medida que se generaliza la conciencia de la misoginia inherente al modo de producción industrial, lo que llamamos ‘Hollywood'". 

“Quizás, así como la opresión de las mujeres en la industria del cine ha llamado la atención, alimentada por el #MeToo, también lo ha hecho la opresión de las mujeres en la pantalla misma, en sus ficciones e inscritas en el lenguaje cinematográfico. Sería gratificante pensar que el triunfo de Jeanne Dielman en las encuestas da una afirmación a estos cambios de conciencia. Pero la mayor disposición de los críticos a ver películas difíciles refleja una aceptación más amplia del 'cine lento'”, apunta la teórica señalando otra de las claves de este número uno, la victoria de ese ‘otro tipo de cine’. No solo gana por primera vez una mujer, también gana por primera vez un cine radicalmente de autor. Ese slow cinema tan denostado por parte de la crítica. Es por eso que el cine de Chantal Akerman molesta tanto. Porque es un cine feminista que se mueve en códigos revolucionarios. Es por eso que, como dice Laura Mulvey, tras esta lista, “las cosas jamás serán las mismas”, porque la película de Akerman “transformó el cine, normalmente un instrumento de opresión, en una fuerza liberadora”.