El año pasado, en un grito desesperado por atraerles, anunciaron un ridículo premio a la película más popular que se votó por Twitter y del que todo el mundo se rio. Buscaban un premio para Spider-Man: No Way home, el filme más taquillero del año y el que había salvado al cine tras la reapertura después de la pandemia. Finalmente el premio ni se cantó en la ceremonia ni lo ganó Marvel. Un movimiento en falso, criticado, y que mostraba los nervios de la institución. Un año después, la misma industria ha decidido actuar de forma directa y se han rendido a una película que ha conectado, precisamente, con el público más joven.
Los Oscar han encumbrado a Todo a la vez en todas partes, una película sobre multiversos, con un montaje frenético y una narrativa fragmentada que muchos han visto como un filme destinado a la generación de TikTok, habituada a esas narraciones cortas, a saltar de vídeo en vídeo de forma rauda igual que la protagonista salta de universo en universo. Han sido ellos los que convirtieron esta película en un éxito por el que nadie daba ni un duro. Y han sido ellos los que la empujaron a ser la vencedora más extraña, surrealista y diferente en años. La película arrasó ganando siete Oscar, la ganadora con más estatuillas desde 2008. Película, dirección, guion original, montaje, actriz, actriz de reparto y actor de reparto. Un botín que muestra que la película es un absoluto fenómeno.
Muchos temían que el voto preferencial, ese que premia las películas de consenso, favorecieron opciones más académicas como Sin novedad en el frente o Los Fabelman, pero esta vez la Academia no se anduvo con chiquitas y se sacudió la caspa de golpe. No podía ocurrir otro Green Book ni otro Coda. Apostaron por la modernidad, por la comedia surrealista y premiaron una película donde hay mucho más que un multiverso de personajes con dedos que son perritos calientes y donde los villanos saltan entre universos siendo penetrados analmente. Irreverente, loca y, también, tremendamente emocionante en su retrato de una relación maternofilial.
Pero Todo a la vez en todas partes es también la película que hace justicia con una comunidad que ha sido tratada de forma racista durante décadas. La comunidad asiática se ha visto por fin representada y ha abrazado con orgullo este filme que coloca en el centro a una heroína de 60 años que lleva décadas repartiendo mamporros en filmes de acción. Una Michelle Yeoh que, además, se llevó el premio a Mejor actriz protagonista por encima de la otra favorita, Cate Blanchett. En el escenario se dio un momento histórico, cuando Halle Berry, primera mujer negra en ganar el Oscar, le entregó el premio a Yeoh, primera asiática en lograrlo.
Yeoh aprovechó su discursos para defender los sueños y para animar a los niños y niñas que se ven reflejados en ella a que no se rindan. “A todas las mujeres, no dejéis que nunca os digan que ha pasado vuestro mejor momento”, dijo antes de dedicarle el premio “a las madres, las auténticas superheroínas”. A ellas también le dedicaron el premio los directores, Daniel Kwan y Daniel Scheinert, que reivindicaron “a los raros” como ellos.
Que la noche sería para los Daniels se vio pronto. El segundo premio de la noche, el de Mejor actor de reparto, fue para el favorito, Ke Huy Quan, el mítico Tapón de Indiana Jones y el templo maldito que recibió una de las ovaciones más grandes de la noche. Con todo el público en pie y entre lágrimas se acordó de su madre: "Mamá, he ganado un Oscar". "Mi vida empezó en un barco, estuve en un campo de refugiados. Las historias como la mía solo pasan en las películas, no pensé que esto me fuera a pasar a mí. Esto es el sueño americano". También lo fue el tercero, para una histórica de Hollywood, Jamie Lee Curtis, que en su primera nominación también se llevó el premio por el filme de Los Daniels y se lo dedicaba a sus padres, Tony Curtis y Janet Leigh. La noche estaba sentenciada en los primeros compases.
Hubo un pequeño momento de miedo, cuando Sin novedad en el frente, el drama bélico de Netflix, comenzó a arrasar premios técnicos (fotografía, diseño de producción, banda sonora y película internacional, donde dejó sin Oscar a Argentina, 1985). Muchos vieron un reflejo de lo que ocurrió en los Bafta, donde el filme de Edward Berger dio la campanada y ganó el premio al mejor filme. Sus flaquezas se vieron en la categoría de Mejor guion adaptado, donde perdió frente a Sarah Polley, única mujer nominada en la categoría de Mejor película y que venció por su adaptación de Ellas hablan. Al recogerlo, Polley le lanzó un pequeño dardo a la Academia: “Gracias por no ofenderos con que las palabras 'mujeres' y 'hablan' estén demasiado juntas”.
El duelo a mejor actor, que se presentaba sin un claro favorito, acabó con Brendan Fraser haciéndose con la estatuilla por un papel que comenzó a pelear en septiembre, cuando presentó La ballena en el Festival de Venecia. Allí la copa Volpi fue para Colin Farrell, pero en los Oscar Fraser se ha desquitado venciendo al irlandés y también a su gran rival, Austin Butler, por Elvis. Fraser subió al escenario casi temblando y, aunque no ofreció un discurso tan emotivo como el de los premios del Sindicato de Actores, puso a todo el mundo en pie con sus palabras. Un Oscar que para Fraser sabe al perdón de una industria que le ha dejado fuera durante años. La ballena también se llevó el premio al Mejor maquillaje y peluquería.
En esta edición de los Oscar ha habido muchos perdedores, quizás demasiados. Hasta cinco títulos nominados al Oscar a la mejor película se fueron de vacío. Los Fabelman, Tar, Almas en pena de Inisherin, El triángulo de la tristeza y Elvis se quedaron con el marcador a cero. Para Avatar: el sentido del agua y Top Gun: Maverick fue la pedrea. La primera, de James Cameron, se llevó la estatuilla a Mejores efectos especiales, mientras que la segunda, protagonizada por Tom Cruise, se hizo con el premio a Mejor sonido. Un premio de consolación para los dos filmes más taquilleros del año.
Ni Cameron ni Cruise acudieron a gala. Una ausencia que aprovechó Jimmy Kimmel para lanzar uno de los mejores ganchos de la noche en su monólogo inicial. “Los dos insistieron en que fuéramos al cine, pero ellos no han venido a la sala de cine”, dijo Kimmel, que se guardó otro dardo para el director: “Sabes que una gala es demasiado larga cuando no viene James Cameron”. Kimmel se agarró al rumor de que el director de Avatar no había asistido a la gala por estar enfadado por su ausencia en la categoría de Mejor realización: "Encuentro eso muy difícil de creer de un hombre con una humildad tan profunda. Tiene razón, ¿cómo la Academia no nomina al tipo que dirigió Avatar? ¿Qué creen que es, una mujer?".
Kimmel estuvo notable en su aparición inicial. Fue divertido, con pullas para muchos y, sobre todo, atacando rápido el elefante en la habitación, el tortazo de Will Smith del año pasado. “Si alguien agrede a otra persona que sepan las consecuencias: ganará el Oscar al Mejor actor y podrá salir a dar un discurso eterno”, comenzó para advertir de que él tenía guardaespaldas entre las butacas para defenderles, y enumeró a Pedro Pascal, Michelle Yeoh y otros muchos actores y actrices presentes. Fue una de las escasas notas brillantes de una gala que, irónicamente, notó la sombra del tortazo. Todo pareció demasiado comedido, como si estuvieran con el freno de mano puesto por miedo a que ocurriera algo imprevisto.
Quizás por esa tibieza se recibió con tanto alboroto el Naatu Naatu de RRR, la canción que ganó el Oscar y que se comió con patatas a las estrellas de la música presentes. Ni Rihanna ni Lady Gaga tuvieron la fuerza de ese tema indio que ya no solo es la mejor escena del filme, sino también uno de los grandes momentos de la ceremonia y una canción con un Oscar que se le sigue negando a Diane Warren, que volvió a perder en su nominación número 14. Naatu Naatu es otra muestra de cómo Hollywood busca a nuevos públicos, ya que el tema es un fenómeno viral en TikTok.
Hasta los discursos fueron a medio gas. Acostumbrados a la fuerza mostrada en galardones pasados, los de los actores y actrices ganadores supieron a poco. Ni una mención política ni un discurso con algo de compromiso (más allá del de Sarah Polley). Solo con la victoria de Navalny como mejor documental hubo algo de intención pidiendo la liberación del opositor y con su mujer en el escenario tras pedir libertad para presos políticos y alabar a todos los que luchan contra cualquier dictadura. Entre las notas negativas, el olvido de Carlos Saura en el In Memoriam. Injusto para un cineasta que ha estado nominado en tres ocasiones a los premios (por Mamá cumple cien años, Carmen y Tango) y que ha sido uno de los cineastas europeos más importantes.
Los Oscar, con estos premios, han dejado muy claro cuál es la película más importante del año. Mientras que en otras ocasiones, con un palmarés excesivamente repartido, parecía que dieran el galardón al mejor filme más por eliminación que por convicción, esta vez lo han tenido claro. Todo a la vez en todas partes es una película importante, que ha demostrado que un cine original, diferente y hasta 'raro' puede llevar a la gente a las salas, pero también convencer a una Academia que hace solo cinco años prefirió a Green Book antes que a Roma. Ahora queda ver si, como suele ocurrir en Hollywood, este movimiento solo ha sido una estrategia para lavar su imagen o si apuestan por mirar a otro tipo de cine.