Tainted Love, el éxito mundial que en 1981 encumbró a Soft Cell, llevaba la marca Some Bizzare, fundada tan solo un año antes por Steven Pierce, un adolescente casi analfabeto, hijo de un albañil. Tras cambiar su nombre por el de Stevo, este erigió rápidamente un pequeño imperio donde el capital estaba al servicio de la subversión artística y política. Ahora el periodista Wesley Doyle ha escrito Conform To Deform. The Weird & Wonderful World Of Some Bizzare, el relato del éxito y el fracaso de la más anárquica de todas las independientes discográficas de aquellos años
La mayoría de los fichajes de Some Bizzare tenían planteamientos radicales y, en algunos casos, anticomerciales; por eso, los que tuvieron éxito, funcionaron como una especie de caballo de Troya. Pero de una u otra manera, casi todos ellos crearon escuela. Depeche Mode debutaron con una canción incluida en Some Bizzare Album, recopilatorio de nuevos talentos que fue la primera referencia del sello. Hay quien afirma que eran demasiado pop para Stevo, y hay quien dice que Daniel Miller, que terminó contratándolos para Mute, fue más convincente, o quizá intimidaba menos. Miller, sin embargo, rechazó las maquetas de Soft Cell, que se fueron con el insurgente Stevo. Según Rusty Egan, miembro de Visage y dj en el club Blitz, cuna de los new romantics, “la gente de la industria no quería hablar con Stevo. Era disléxico, desaliñado y vestía con ropa de segunda mano”.
En cuestión de meses, el muchacho que había sido repartidor en la empresa que distribuía los discos de Phonogram, pasó a darle al sello uno de sus mayores hitos de ventas. Tainted Love fue número uno en 17 países. Aquel éxito le abrió todas las puertas y le permitió desarrollar sus estrategias de guerrillero: “La idea –asegura Stevo en el libro- era ser consciente de las expectativas de la gente para después hacer casi lo opuesto a ellas”. Some Bizzare financiaba sus discos y luego los vendía ya terminados a un gran sello, asegurando así una independencia creativa absoluta. Sus procedimientos eran desafiantes. Retó al director de CBS a que subiera con él a uno de los leones de Trafalgar Square para formalizar el contrato con The The, cuyo primer fruto fue la exitosa Uncertain Smile . “Mi ideología consistía en usarlos, explotarlos –le cuenta a Doyle-. Estaban hambrientos de nuevos talentos y sabían que yo tenía lo que la gente de la calle quiere”.
“Lo que le iba era llamar la atención y la controversia”, advierte Mark Chung, exmiembro de Einstürzende Neubauten, el grupo alemán que convirtió en instrumentos musicales martillos hidráulicos y yunques. Los berlineses acabarían formando parte de Some Bizzare gracias Jim G. Thirlwell, un hombre orquesta que usaba la electrónica para desmantelar las estructuras de la música pop al igual que habían hecho los dadaístas y los situacionistas con el arte. Editaba sus propios discos bajo una serie de apodos cambiantes que tenían la palabra Foetus como común denominador. Stevo le financió sus dos obras maestras, Hole (1984) y Nail (1985), que indicarían el camino a seguir a Nine Inch Nails y Ministry. Otro nombre crucial de la música industrial británica, Test Dept, también encontró financiación en Stevo. Gracias a eso, en 1985 grabaron el disco Shoulder To Shoulder, en apoyo a la huelga de mineros que durante aquellos meses mantuvo un duro pulso con el Gobierno de Margaret Thatcher.
Animó a Soft Cell para que, en lugar de seguir el camino más rentable, oscurecieran su estilo tanto como quisieran. Subvencionó al dúo electrónico Cabaret Voltaire para que llevara a cabo sus experimentos audiovisuales. Creó el subsello K422, que publicó en Europa los primeros discos de los claustrofóbicos Swans. Y también grabó los dos primeros álbumes de Psychic TV —el grupo cuyo paso por el programa de televisión La Edad de Oro le costó a Paloma Chamorro su continuidad en TVE—, obras de música experimental vendidas a Warner y CBS. El presupuesto de publicidad de uno de los discos fue invertido en fabricar consoladores de metal que fueron distribuidos como artefactos promocionales. Esa mezcla de vehemencia y controversia se volvió en su contra. A medida que los años transcurrían, sus artistas generaban cada vez menos dinero, pero eso no redujo los costes de producción. La falta de liquidez derivó en jugadas feas para no pagar a los artistas sus regalías. Muchos de ellos se sentirían estafados y, como en el caso de Coil, recurrirían a los tribunales para recuperar los derechos de sus grabaciones. En el libro se cuenta cómo Genesis P-Orridge, después de llamar reclamando dinero, se vengó lanzando un mal de ojo telefónico.
Aunque no aparezca en primera línea, la trayectoria de Some Bizzare está plagada de nombres femeninos. Doyle da voz a la pianista Anni Hogan o la violinista Gini Ball, y también a Julia Adamson, una de las primeras ingenieras de sonido en unos estudios de grabación británicos. El libro explica además quién fue Cindy Ecstasy, voz habitual en los primeros maxi singles de Soft Cell. Fue ella quien, durante sus estancias en Nueva York, introdujo a Stevo y al dúo en el éxtasis, que entonces era una droga legal en Estados Unidos. Ávida conocedora de las noches neoyorquinas, tuvo una influencia puntual pero notable en su música. La actriz televisiva Cleo Rocos también tiene un papel destacado en la historia. Fue pareja del empresario durante los años noventa, cuando el sello se enfrentaba ya a serios problemas financieros. Stevo quería estar al nivel de Rocos, que era una celebridad, lo cual generó más decisiones económicas poco afortunadas. En 1996, y después de 15 años trabajando juntos, Almond llegó al límite y prescindió de sus servicios como representante.
En los 2000, Stevo siguió adelante reeditando —sin permiso de los artistas— algunas de las referencias clave del sello. Ninguno de los grupos con los que trabajaba entonces (Dubstar o Koot) repitió las hazañas comerciales y artísticas del pasado. A pesar de todo, la mayoría de la gente que trabajó con él alaba su importancia. Michael Gira, de Swans, asegura respetarlo porque proviene de un entorno proletario. Mark Chung mantiene que, sin él, su banda no habría podido hacer lo que hizo. Stevo aún confía en resucitar Some Bizzare. No es consciente de que el mundo ya no necesita un sello así, lo que necesita es recordarlo para valorar su importancia. “Tal y como he demostrado —dice al final del libro— no es necesario formarse para estar en el negocio de la música”. Ese fue sin duda uno de sus grandes méritos.