Y es el caso de Lynn Goldsmith, la fotógrafa que interpuso la demanda.

Cuando Prince publicó su emblemático álbum Purple Rain, la revista Vanity Fair encargó a Warhol un trabajo para acompañar un artículo titulado Purple Fame. La revista pagó a la fotógrafa 400 dólares para que Warhol pudiera basarse en una fotografía que había tomado del cantante de Minneapolis, pero con la condición de que se usara en una única ocasión y acompañando el citado artículo.

Pero no sucedió así, sino que Warhol creó una serie de 16 imágenes donde alteró la fotografía de determinadas maneras, recortándola y coloreándola.

Pero las imágenes de Warhol basadas en la fotografía que Prince tomó a Goldsmith siguieron dando nuevos beneficios una vez fallecido Warhol en 1987. La empresa matriz de Vanity Fair, Condé Nast, pagó a la fundación que explota sus derechos 10.250 dólares por usar una imagen diferente de la serie para la portada. Goldsmith no recibió ni dinero ni crédito por esa imagen.

El litigio se centró en dos aspectos. El primero, si Warhol había realizado un “uso justo” de la imagen, una excepcionalidad en la legislación estadounidense que permite abrir, hasta ciertos límites, la propiedad intelectual sobre una obra. Son ejemplos de este uso el académico, el informativo o el derecho de cita. Los jueces debían decidir si crear una obra derivada de otra, al menos en los términos en los que lo hizo Warhol, era o no uso justo. El otro, y derivado del primero, era dirimir si Warhol había transformado o no, y hasta qué punto, la fotografía de Goldsmith para crear una mera copia o algo nuevo.

Una de las juezas que ha votado a favor de no condenar a Warhol, declaró que la sentencia “sofocará la creatividad de todo tipo” e “Impedirá el arte, la música y la literatura nuevos”. “Frustrará la expresión de nuevas ideas y el logro de nuevos conocimientos. Hará que nuestro mundo sea más pobre”, escribió.