Él lleva más de una década viviendo en la capital alemana. Pero reconoce tener la mente muy puesta en el mar Mediterráneo. “He visto cómo han destrozado medioambientalmente el Mar Menor en todos estos años. Y también he ido mucho, por ejemplo, al Cabo de Gata, en Almería, donde es muy fácil encontrarte con restos de pateras y ropa de las personas que ahí viajaban. A personas que después explotan en los invernaderos... Me influye mucho artísticamente y personalmente todo lo que allí ocurre”, explica un reflexivo Barronal.
“Mi trabajo, al ser audiovisual, también muestra con imágenes las consecuencias del neoliberalismo, que ahora, en el mar Mediterráneo, está trayendo, por un lado, contaminación, ya sea por los plásticos, el calentamiento de los mares o por el paso de los buques de carga; y, por otro, el drama por las muertes de los migrantes y la negación de salvamento marítimo por parte de Europa", añade.
Barronal pone una enmienda a la totalidad del mundo actual. “Mi trabajo trata de mostrar que el modo de vida que llevamos en Occidente implica desigualdades, injusticias y contaminación para el medioambiente”, señala mientras remueve pensativo un café cortado. “En mis conciertos, hay mucha carga de eso, de cómo el mundo consumista en el que vivimos en Occidente genera desigualdades, guerras, pobreza y migraciones hacia Occidente y cómo luego aquí hay una respuesta de rechazo a esa migración, incluso maltrato”, abunda.
Con “el sistema el neoliberal y sus consecuencias sobre la gente y el medioambiente” como leviatán al que rebelarse, este hombre de mirada viva plantea con Die! Goldstein una forma de llamar la atención de quienes se paren a escucharlo. No es la suya una música de estribillos y fáciles acordes. Algunos se refieren al estilo de música al que se dedica Diego Barronal con la etiqueta de 'noise' melódico – o melódico “ruido” en inglés. “Cuando a uno le interesan los derechos humanos o cuestiones como el cambio climático, lo cierto es que son temas que no son muy felices, por eso el disco tiene una carga sonora dura a la vez que melódica. Una idea de hacer ver la realidad a través del sonido", plantea el artista.
Sea como fuere, la música Die! Goldstein exige, literalmente, escuchar oleadas de música atmosférica, sin escapatoria. Acompaña sus actuaciones con videos que él mismo confecciona, con material gráfico al que se dedica casi cual orfebre. Die! Goldstein no es un producto de la industria, es un producto hecho a mano, de forma radicalmente independiente y libre por Barronal.
Sus canciones son largas y envolventes composiciones diseñadas que parecen pensadas para ser escuchadas en cines, teatros y salas donde haya posibilidad de proyectar los evocadores vídeos que acompañan música. Estos días Die! Goldstein presenta el que es su segundo disco Drowned Paradise, que constituye una continuación a aquel primer trabajo Dystopia Utopia.
Ese volumen y trabajo de lo que se ha venido a llamar 'live cinema' inmersivo ya le ha hecho dar la vuelta al mundo varias veces. En este tipo de espectáculos música y vídeo son interpretados en directo e interactúan entre sí. Barronal ha interpretado como Die! Goldstein el disco Dystopia Utopia en un centenar de escenarios de unos veinticinco países.
Con una actuación de Dystopia Utopia abrió Barronal el año pasado la festival internacional de cine Movies that Matter, un certamen radicado en La Haya que tiene el foco puesto en los derechos humanos. Más recientemente, el pasado mes de abril, actuó en el Festival de Cine Medioambiental de Zagreb.
Él mismo explica por qué, seguramente, sean esos foros más adecuados para su música que el típico festival de música: “En los festivales de música la gente va a pasárselo bien, se va menos a pensar o, directamente, a no pensar; lo que también está bien. Pero en los festivales de cine hay más espacio crítico para que la gente reflexione sobre la evolución del mundo".
“Yo tocaría en cualquier sitio, pero lo que yo hago encaja mejor en festivales de cine, porque mi música es como una película por la parte visual. Tiene mucho de documental. Hay una historia, con su desarrollo y desenlace. Esto se disfruta más con una pantalla grande, con el público sentado”, agrega.
Obviamente Die! Goldstein dice estar abierto a tocar en cualquier sitio donde él pueda instalar las máquinas que necesita hacer sonar en directo además de la logística para que pueda proyectar sus imágenes. También está abierto a nuevas colaboraciones, algo de lo que da cuenta que en Drowned Paradise haya colaborado la cantante lírica, también granadina, Laura Lavigny, a la que se escucha en la canción Lullaby of the Siren [Canción de cuna de la sirena].
Diego Barronal, que también se dedica a la fotografía, se puso detrás de la cámara para grabar y editar el vídeo de esa canción, un producción que está a punto de ser publicada a través de Internet. Sobre los vídeos que lleva a sus directos, él dice que son “flexibles” al describir su modo de trabajo.
“Compongo las canciones intentando visualizarlas a través del sonido y luego pienso en la temática y narrativa visual que acompañaría a la composición sonora. Y en los conciertos, interpreto música original en directo a través de sintetizadores, pedales analógicos y máquinas de sampler con manipulaciones de vídeo en tiempo real yuxtaponiendo metraje encontrado procedente de multitud de fuentes”, plantea.
Sabe el responsable de Die! Goldstein que está al margen de lo comercial, que no son sus canciones objetos de deseo de la actual industria musical. De hecho, casi parece un extraño milagro que canciones suyas de hasta doce minutos hayan sonado ya en programas de radio de música especializada en España. La composición más larga de Drowned Paradise dura diez buenos minutos.
“A mí no me importa realmente entrar o no entrar en el circuito comercial, creo que el artista debe centrarse en transmitir lo que siente por dentro y plasmarlo en su obra, y no solo en crear productos 'artísticos' que se puedan vender o sean del agrado de la gente. Si la obra artística gusta, bien, pero si no, también”, apunta con una risa irónica, antes de evocar la realidad con la que suele toparse.
“Nunca hubo tantas facilidades para hacer y escuchar música. Piensa que hay plataformas de música de streaming en las que se suben 60.000 canciones al día. Por lo que al final la música y el trabajo que hay detrás, pierde valor para el oyente, ya que tiene acceso a todo por cuatro duros”, sostiene Barronal. En este sistema, lamenta que el “dinero irá a parar a los que controlan la industria comercial musical y no a los artistas”.
“La competencia entre bandas por un 'like' o un seguidor es brutal y esa competencia ya no es solo local entre grupos de la misma ciudad, ahora es global. Creo que el artista tiene que alejarse de esa industria competitiva consumista y centrarse en su obra artística, guste o no guste a la gente. Animaría a los festivales a programar propuestas con la intención de crear una cierta conciencia. Y poner su granito de arena para cambiar este mundo entre todos”, concluye.